BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

jueves, 27 de diciembre de 2012

CAPÍTULO 7.

Después de una noche sin sueños mi padre viene a despertarme muy temprano, cuando aún ni siquiera ha amanecido. Me doy una última ducha caliente y me pongo mi ropa de caza. Me recojo el pelo en una trenza, me echo mi bolsa al hombro y bajo al comedor.

-Buenos días- Saludo. Todos están ya allí, tomando un pequeño desayuno antes de ir al bosque. Dejo mi bolsa en la entrada y me uno a ellos.

-Bueno días, Less. ¿Has dormido bien?- Me pregunta mi padre ofreciéndome una taza de chocolate caliente. Asiento. -Toma algo antes de salir, una vez en el bosque no podremos comer otra cosa que lo que tú y tu madre caceis.

-Que no será poco.- Se une mi madre. Todos sonreímos, menos River.

-¿Cuánto durará la acampada?- Pregunta mi hermano pequeño. -No me gusta demasiado el bosque.- A diferencia de a mí, mi hermano no siente gran admiración hacia el bosque. Solo ha ido unas cuantas veces, en verano, cuando los cuatro pasamos el día en la casita del lago, bañándonos y disfrutando del buen tiempo. Odia ir en invierno, dice que hace mucho frío y, a parte de eso, odia que mi madre y yo cacemos, no soporta ver animales muertos. A veces pienso que es débil, pero me doy cuenta de que no es así, de que lo que pasa es que tiene una inocencia que yo mataría por tener, ya que todo es más fácil si vives como un niño. En mi caso, me ha pasado como ha mis padres, he tenido que madurar antes de tiempo y las circustancias, me han arrebatado mi adolescencia.

-No lo sabemos, River. Depende.- Mi hermano le laza a mi madre una mirada de desaprobación. -Lo pasaremos bien, ya verás.

Acabamos de desayunar en un tiempo récord, ya que nadie tiene demasiada hambre a estas horas de la mañana. Nos levantamos de la mesa y yo ayudo a mi hermano a ultimar sus preparativos mientras mi padres llenan una mochila con cuchillos y algún que otro bote de conserva. En una media hora, todos estamos listos así que nos dirigimos a la valla que separa al 12 del bosque. Se supone que no se puede atravesar, pero las nuevas leyes te permiten salir a recolectar si te estás muriendo de hambre, cosa que ha ayudado bastante a que la pobreza del 12 haya disminuído. Como siempre, me tumbo en el suelo y me arrastro por debajo de la verja de alambre hasta llegar al otro lado. Desde allí, ayudo a River y a mi padre a pasar y, finalmente, cruza mi madre. Tanto ella como yo, sacamos nuestras armas de un tronco hueco y nos las colgamos al hombro. Durante unos minutos, nadie dice nada, pero cuando llegamos al punto de encuentro entre mi madre y yo, nos paramos para decidir qué hacer.

-Entonces, ¿a la casita del lago?- Pregunta mi madre.

-Sí. No tenemos otra opción. Al menos de momento.- Mi padre asiente y mi hermano se aferra a su mano. -¿Qué te ocurre, River?

-Tengo frío, papá.- Mi padre mira a mi madre con expresión triste. Ella baja la vista hacia mi hermano para luego volver a posarla en los ojos azules de mi padre. Este se quita la chaqueta de cuero negro que lleva puesta y se la pone sobre los hombros a River.

-¿Mejor?- Mi hermano asiente, acurrucándose en el interior de la chaqueta.

-Gracias.

Continuamos nuestra marcha hacia la cabaña del lago, que está a algo más de una hora caminando, pero como esta vez somos un grupo más numeroso y que no avanza con la misma rapidez con la que lo hago yo, supongo que no llegaremos hasta dentro de unas dos horas aproximadamente.

-Mamá, habrá que cazar algo, ¿no crees?- No miro a mi madre al pronunciar la frase, me dedico a observar el lecho nevado que tengo bajo mis pies. Hay algo que odio de la nieve: que me hace dejar huellas. Aunque no estemos en peligro ni nada por el estilo, me siento un blanco fácil si camino sobre nieve, ya que mi rastro es muy fácil de seguir.

-Sí. -Mira de nuevo a mi padre. -Peeta, creo que Less tiene razón. ¿Por qué no os vais adelantando mientras nosotras cazamos algo?

-Perfecto. Vamos, River.- Mi padre le coge la mano a mi hermano y acelera la marcha, no sin antes dedicarnos a mi madre y a mí un saludo con la mano.

-Espero que se acuerde de como llegar.- Sonríe mi madre mirando hacia donde se acaban de ir.

A pesar del frío y de la nieve, podemos cazar facilmente un par de conejos que andaban despistados, ya que la nieve nos ayuda mucho a seguir el rastro de los animales. A mi madre se le ocurre que quizás deberíamos hacernos con algo más para no tener que salir luego a por la cena. Levanto la vista al cielo en busca de pájaros y, al ver un sinsajo posado al lado de su nido, se me ocurre una buena idea.

-Sígueme.- Le digo a mi madre haciéndole un gesto con la mano. Tardo diez minutos en encontrar lo que buscaba, pero al final lo veo: un nido de codorniz vacío situado a unos siete metros del suelo y que cuenta con cuatro pequeños huevos en su interior.

-¿Para qué querías venir aquí?- Me pregunta mi madre cuando se da cuenta de que no hay ningún animal cerca. Señalo el nido vacío y ella me dedica una sonrísa. -¿Vas a cogerlos?

Antes de que termine la frase yo ya estoy trepando. Llevo haciendo esto practicamente toda mi vida, ya que aprendí a trepar incluso antes que a utilizar un arco. En poco tiempo llego a la rama del nido y me cuelgo de ella, ya que no es lo bastante gruesa como para andar por ella. Agarro los huevos y me los meto en el bolsillo de la caqueta, bajo con cuidado y, cuando estoy a dos metros del suelo, me dejo caer.

-Listo. Hay muchos por esta zona, los descubrí hace unos meses.- Enseño los huevos a mi madre, que me mira asombrada.

-Me hubieran venido muy bien cuando tenía tu edad. ¿Crees que seré capaz de hacerme con algunos?

-¡Claro! Creo que hay otro diez metros hacia allá.- Señalo un punto en dirección sur y nos dirigimos hasta allí.

En media hora ya tenemos casi una docena de huevos y decidimos que, sumados a los dos conejos que ya teníamos, será suficiente para todo el día, así que nos dirigimos a las casita del lago. Tardamos aproximadamente hora y media en llegar, ya que nos hemos desviado bastante para poder cazar y, afortunadamente, River y mi padre han llegado sin problemas y han encendido un buen fuego, cosa que agradezco porque cada vez hace más frío. Me acurruco junto a mi hermano y le ofrzco unas hojas de menta que he recogido por el camino. Las acepta y yo me meto un par de ellas en la boca. Mis padres se unen a nosotros e intentan sacar un tema de conversación, yo me esfuerzo por comentar algo pero no estoy de humor como para hablar alegremente sabiendo que una de las personas más importantes de mi vida está a kilómetros de distancia, luchando en una guerra que comenzó mucho antes de que ambos naciéramos. Necesito saber si está bien, si hay novedades.

-Papá, ¿has hablado con Haymich?

-Sin novedades, Less.- No hace falta que le especifique lo que quiero saber, me conoce demasiado bien como para no darse cuenta de que estoy preocupada por Finnick. - Pero no te preocupes.

Miro hacia el suelo decepcionada, no sé por qué, pero tengo un mal presentimiento. Quiero llorar, pero no delante de mi familia. Quiero gritar, pero donde nadie pueda oirme. Quiero correr y no parar nunca. Volver al tren que me llevó al Capitolio, subir al techo durante la noche y encontrarme allí con Finnick. Quiero verle. Necesito verle. Entonces mi cuerpo reacciona de una manera que mi mente no se esperaba, me levanto de golpe y empiezo a correr, ni siquiera me molesto en coger mis armas. No sé a dónde me llevan mis piernas, pero tampoco me importa y, tras casi veinte minutos corriendo por el bosque sin parar, tropiezo con la raiz de un árbol. No me levanto, me quedo sentada, apoyada en su tronco, mirando al cielo, y, sin saber por qué, empiezo a llorar. Me he dado cuenta de que no soy tan fuerte como pensaba, de que solo soy una cría de catorce años con complejo de heroína. Me creo que soy como mi madre, fuerte y valiente, pero no es así. Solo soy una niña que se ha ido a enamorar en el peor momento posible y de la peor persona posible, no porque Finnick sea mal chico, sino porque está lejos, muy lejos, y no hay nada peor que amar en la distancia.

-Less...- Mi madre se arrodilla a mi lado. Se me había olvidado que es la única que puede seguirme el ritmo en el bosque. La miro a los ojos y la dedico la más triste de las sonrisas.

-Debes pensar que no soy más que una niña llorona.

-Para nada. Eres una de las personas más fuertes que conozco.

-Eso es mentira. Papá y tú sois muchísimo más fuertes.

-Es un tipo diferente de fuerza, Less. Tú padre y yo tuvimos que hacernos fuertes debido a las circustancias. Tú eres fuerte porque siempre has sido fuerte, ¿lo entiendes?

-No. Quiero decir, si fuera fuerte no lloraría por tonterias.

-¿Tonterías? ¿Que la persona a la que quieres esté luchando a kilómetros de ti te parece una tontería? Mira, no quiero asustarte, pero tienes que saber que hay un riesgo, Less. Los rebeldes quieren hacerme daño a mí, así que irán a por las personas a las que quiero. Como tú. Por eso tienes que mantenerte firme y, aunque te duela, tienes que seguir adelante.

-Lo sé, pero no entiendo qué pinta Finn en todo esto. Tanto él como Annie estarían mejor aquí con nosotros.

-Eso no te lo discuto, pero te recuerdo que Annie también fue vencedora y que su marido, Finnick, participó en la guerra al igual que yo. Vienen a por nosotros porque saben que somos los que podemos levantar a los distritos.

-Tengo un mal presentimiento, mamá. Tengo miedo.- Mi madre me abraza tan fuerte, que hasta me duele, lo que me ayuda a centrarme en la realidad.

-No te preocupes, cariño.- Me susurra. -No permitiré que te hundan.

Regresamos caminando a la casa del lago, donde nos esperan mi padre y mi hermano con expresión preocupada. Mi madre mira a River y después a mi padre.

-¿Qué sucede? ¿Acaso no podemos echar nuestras carreritas por el bosque?- Mi madre y yo sonreimos y ella mira a mi padre como diciéndole ''todo está bien''. Está claro que lo de las carreras era para no preocupar a River.

La mañana transcurre con normalidad hasta después de comer, cuando mi padre se aparta para hablar con Haymich a través del transmisor. Hablan durante casi media hora, lo que a mi madre y a mí nos hace preocuparnos. Cuando regresa, aprovechamos que River se ha quedado dormido para que nos explique que ocurre.

-Los rebeldes han llegado muy fuertes al 4. Al parecer cuando derrocaron al Capitolio aumentaron en número por lo que no les costó demasiado acabar con los tres primeros distritos. Pero al llegar al 4 se dieron una gran sorpresa, ¿sabeis? A los habitantes del 4 no les pilló tan desprevenidos como a los de los distritos 1, 2 y 3, por lo que estaban más preparados.

-¿Qué quieres decir?- Le interrumpe mi madre mirándole fijamente a los ojos. Mi padre esboza una gran sonrisa.

-Que están resistiendo el ataque. Se niegan a ser derrotados tan facilmente y están luchando. Además la gente de allí es fuerte, los pescadores saben urilizar arpones y tridentes y están acostumbrados a cargar con pesadas redes.

-Entonces...

-¡Tal vez la guerra esté a punto de acabar!- Mi padre está muy contento, aunque estoy segura de que no tanto como yo. El 4 está aguantando. Está resistiendo el ataque. Seguro que Finnick está bien. Ambos reimos a carcajadas, si siguen luchando lo más probable es que toda esta pesadilla acabe pronto. Aún así, mi madre no se ríe, mira fijamente el lecho de nieve con el ceño fruncido, pensando. -Katniss, todo saldrá bien, ¿no te das cuenta?

-¿En serio creeis que el Capitolio se dejará ganar tan rápido? Os recuerdo que no se caracterizan precisamente por ser demasiado justos o compasivos. Seguro que tienen un plan B.

-Bueno, puede ser. Pero eso no quita el hecho de que, como ya he dicho antes, en el 4 son fuertes. Katniss, por favor, ten esperanza.- Mi padre sigue esforzándose por animar a mi madre, por hacerla creer que todo acabará pronto, pero puede que ella tenga razón y los rebeldes no vayan a ponérselo fácil.

-Papá, tal vez tenga razón.- Aporto. -No deberíamos confiarnos.- Ahora es él el que se queda callado, meditando sobre algo.

-Ahora que lo dices, seguro que llevais razón. Como los paracaídas que tiraron el el Círculo de la Ciudad hace quince años.- Los músculos de la cara de mi madre se tensan al recordar la escena, ya que esos paracaídas explosivos fueron los que mataron a mi tía Prim. -Hablaré con Haymich, ahora está con Plutarch, organizando las estrategias y ayudando en todo lo posible. Le diré que tengan cuidado, aún no está todo ganado.

River despierta poco antes de la hora de la cena y ambos decidimos que podemos jugar con sus soldaditos mientras nuestros padres la preparan. Al principio, como es normal, me parece una tontería, al fin y al cabo estamos refugiados en el bosque para que no nos maten y no me parece un buen momento para jugar, pero luego me doy cuenta de que mi hermano pequeño no sabe nada, que es normal que quiera jugar ya que, para él, esto no es más que una acampada familiar.

Para cenar nos acabamos el conejo que ha sobrado de la comida y la mitad de los huevos de codorniz. La noticia de que el 4 está resistiendo los ataques ha actuado de manera positiva y todos estamos bastante más relajados, incluso mi padre se anima a cantar un cancioncilla junto a mi hermano River para alegrar un poco el ambiente. Mi madre y yo nos dedicamos a compartir experiecias y anécdotas vividas en el bosque y a compartir los lugares más interesantes que hemos ido descubriendo con el tiempo. Para culminar, damos una vuelta por los al rededores para recoger bayas y al cabo de tan solo quince minutos ya contamos con un buen puñado así que nos vamos a dormir con las tripas llenas. La casita del lago es pequeña y no cuenta con otra cosa que con una pequeña chimenea, por lo que tenemos que dormir en el suelo, sobre unas mantas que guardamos en una esquina de la cabaña. A pesar de todo, no hay sitio que me guste más que este, ya que me permite quedarme dormida con el olor a bosque en mi nariz, y para mí, no hay nada más perfecto que eso. Mis ojos empiezan a cerrarse antes incluso de lo que desearía, y, por mucho que intento aguantar, me quedo dormida en menos de un minuto.



-Qué ganas tenía de volver a verte, Less.

-Y yo a ti, Finn. No puedes hacerte a la idea de lo preocupada que he estado todo este tiempo.- Finnick y yo nos encontramos en una playa, sentados en la arena con la ropa mojada.

Hace calor, y no hay indicios de que haya nevado en mucho tiempo. Mi cuerpo disfruta con la humedad y el frescor del ambiente, miro hacia delante, y solo veo mar. Un mar que parece no acabarse nunca, que incluso se llega a juntar con el cielo, de un color naranja muy suave, para dejar que un brillante Sol se oculte tras de él. Los ojos de Finnick parecen más claros que nunca debido a la hermosa luz del ocaso reflejada en ellos. Su pelo cobrizo le cae sobre las cejas en despeinados tirabuzones en los que me dan ganas de enredar mis dedos para envolverme en otro de sus besos.

-¿Por qué me miras?- Me dice sonriendo.

-Eres perfecto.- Le contesto mirandole a los ojos.

Él me dedica una de sus irresistibles sonrisas y se acerca lentamente hacia mi, haciendo que nuestras húmedas narices se toquen. Apoya su frente sobre la mía y me mira seductoramente.

-Y soy tuyo.- Me susurra al fin, echándome el aliento en la cara.

Soy yo la que se acerca a él para posar mis labios sobre los suyos pero él no duda en corresponderme el beso. Nuestros labios se mueve cordinadamente y nuestras lenguas parecen encajar a la perfección en la boca del otro. Lentamente, me coloca su mano sobre el cuello y, acariciandome la espalda con la yema de los dedos, la va bajando hasta tenerla sobre mi cintura. Yo hago lo que estaba deseando desde hace ya un rato y enrredo mis dedos en su pelo. Me inclino más subre su cuerpo hasta que él se queda en el suelo, apoyado sobre los codos, me mira mientras se muerde el labio inferior, cosa que me provoca un escalofrío. Clavo mis manos en la arena, justo por debajo de sus axilas, y me coloco encima suya. Le dedico una sonrisa traviesa y vuelvo a besarle, esta vez el cuello en vez de la boca, él me levanta la barbilla con la mano derecha, haciendo que nuestros ojos vuelvan a encontrarse, y me besa en la boca. No paramos en ningún momento, seguimos besándonos, quien sabe si durante minutos u horas. Se sienta de manera que yo quedo totalmente sentada sobre su regazo. Introduce sus manos bajo mi camiseta mojada, y me acaricia la espalda de la manera más dulce que existe, yo hago lo mismo, arrastro mis manos sobre su espalda, fuerte y suave al mismo tiempo.

 
 
Una voz alterada me despierta de mi maravilloso sueño. Abro los ojos pero todo sigue igual. Mis padres duermen abrazados en un rincón de la habitación, y mi hermano descansa a un par de pasos de mí. Pero la voz sigue ahí. Entonces me percato, a penas a un par de metros de mis padres hay un pequeño auricular de color balnco, del que sale la voz, cada vez más alterada y nerviosa. Me acerco sigilosamente para no despertar a nadie, cojo el auricular y me lo pongo en la oreja. Los gritos de Haymich son tan fuertes que no entiendo como no han despertado a nadie más.

-¡Peeta! ¡¿Estás ahí?! ¡Peeta contesta!- No digo nada, ya que sé que si Haymich sé da cuenta de que no es mi padre el que está escuchando, no sirá nada. -¡Peeta! ¡Acaban de bombardear el Distrito 4!

No hay comentarios:

Publicar un comentario