BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

miércoles, 13 de febrero de 2013


CAPÍTULO 9.

Aprovechando que Finnick se ha quedado dormido, mi abuela me lleva a una pequeña salita, que parece haber sido un despacho, y me invita a sentarme en unas sillas de terciopelo.

-Bueno, Leslie. ¿No tienes nada que decirme? -Su voz suena casi suplicante, como si esperara oir que me alegro muchísimo de haberla conocido por fin.

-¿Mi abuela? -En ningún momento levanto la mirada del suelo. Mi cuerpo aún no se ha recuperado del todo tras enterarse de que mi abuela está viva.

-Leslie, entiendo que todo esto te resulte un poco raro pero...

-¿Raro? Acabo de enterarme de que mi abuela está viva después de catorce años pensando que estaría muerta. Créeme, es más que raro.

-¿Tu madre nunca te ha hablado de mí? -Suspira tristemente y entonces, me atrevo a mirarla a la cara. Es ahora cuando el parecido con mi madre se hace evidente. A pesar de la diferencia del color de los ojos y el pelo, las facciones angulosas y los labios son iguales a los de mi madre, ahora que lo pienso, incluso la forma de las cejas se asemeja a la perfección.

-Mi madre... ¿Sabe que estás viva?

-Por supuesto que sí, a menos que crea que haya muerto en el bombardeo. -Vuelve a suspirar con pena.- No puedo creer que te haya dicho que estaba muerta.

-En realidad nunca me dijo que lo estuvieras. Directamente no te mencionó.

-Vaya. Debo de haberlo hecho incluso peor de lo que creía. Como es lógico, entiendo a la perfección que tu madre no me perdonara, pero una parte de mí siempre pensó que... Bueno, que os habría dicho algo de mí.

-¿Por qué no volviste al 12?

-Es complicado, ¿sabes? Ese sitio me trae demasiados recuerdos. Vivir allí sería insoportable.

-Pero mi madre estaba allí. Lo pasó fatal y tú ni si quiera la llamabas.

-Claro que la llamé, al principio. Hablábamos casi todos los días, llorábamos juntas, pero un par de meses después, perdimos el contacto. No recuerdo qué pasó, pero no volvimos a hablar.

-Entonces, ¿tú tampoco sabías que eras abuela?

-No hasta hace unas semanas, cuando tuve que enterarme por la televisión. -Cada palabra que sale de sus labios hace que sienta más pena por mi abuela. Puede que ella no actuara bien, pero tenía todo el derecho del mundo a saber que mi madre se había quedado embarazada.- ¿Saben tus padres que estás aquí?

-Supongo que a estas alturas ya se habrán enterado.

-¿No les dijiste que venías?

-Pues claro que no.

-Está bien, será mejor que les llames. Allí tienes un teléfono, dudo que funcione pero al menos inténtalo, ¿quieres?

Me levanto y me acerco al escritorio que tengo a un par de pasos de distancia. Descuelgo el teléfono y me lo pongo en la oreja, marco el número de casa de Haymich, (ya que es muy improbable que mis padres se hayan quedado en casa sin hacer nada) y espero. Milagrosamente, el teléfono da tono, y unos segundos después, la voz ronca de Haymich pregunta al otro lado del auricular.

-¿Sí?

-Haymich. Soy yo, Less. ¿Estás mis padres?

-¿Less? Santo cielo no sabes los problemas que estás causando. ¿Cómo se te ocurrió marcharte?

-Eso ya no importa. ¿Estás mis padres sí o no?

-Por supuesto que no, salieron a buscarte en cuanto se enteraron de que te habías ido. ¿Se puede saber dónde estás?

-En el 4. Me colé en un tren.

-Genial, muy responsable por tu parte. Todos aquí, haciendo lo posible para que ni tu hermano ni tú sufráis ningún daño en la guerra, y tú te metes derechita en ella.

-Mira, Haymich, ahora no es momento de que me regañes. Tú solo diles a mis padres que no se preocupen, que estoy bien.

-Oh, por supuesto que se lo diré y, ¿sabes qué? En cuanto lleguen al 4 te caerá una buena, jovencita.

-¿Qué? No, ellos no vendrán.

-Claro que irán, haré que los lleven en aerodeslizador y te traerán de vuelta a rastras si hace falta. Parece mentira que no conozcas a tu madre.

-Adiós, Haymich. -Cuelgo el teléfono y regreso a la silla de terciopelo.

-¿Malas noticias? -Pregunta mi abuela.

-Sí. Mis padres vienen de camino. -El rostro de mi abuela parece iluminarse un poco, incluso muestra una débil sonrisa esperanzada.

-¿Vendrán? ¿Aquí?

-¿Dónde si no?

-No lo sé. Es que... Bueno, hace quince años que no veo a tu madre en persona.

-Lo sé. Pero no sé si ella tendrá tantas ganas de verte como tú a ella. -Su sonrisa desaparece, pero aún así parece seguir estando contenta.

-Leslie, sé que ella no quiere verme, pero me haría tan feliz poder abrazarla de nuevo. No me has dicho nada de ella, ¿qué tal está?

-Bien, bueno, como siempre, supongo...

-Sí, estoy segura de que tu padre la cuida mucho. -Vuelve a aparecer esa sonrisita tonta en la cara de mi abuela, pero está vez es mucho más evidente, como si fuera a reír a carcajadas.

-Sí, eso sí. Ambos se quieren mucho, no recuerdo haberles visto discutir nunca.

-¿Sabes qué? Desde que tus padres salieron de sus primeros juegos supe que acabarían así. Se les notaba en la cara que estaban hechos el uno para el otro. Y tu hermano, ¿qué tal? -Mi abuela mueve el pie nerviosamente, mirándome expectante, ansiosa por saber todo lo sucedido en estos últimos años.

-Sí, está muy bien. Él no sabe nada de la guerra, mi madre no quiso contárselo.

-Es gracioso, tu madre siempre se quejaba de que la ocultara cosas, y ahora que tiene hijos...

-Siempre ha sido así. Nunca se ha arriesgado a que nos pasara nada malo, hay veces que nos trata como si fuéramos de cristal.

-Es normal. Tus padres han sufrido mucho, les han arrebatado muchísimas cosas y lo último que quieren en este mundo es que os pase algo. Lo hacen por vuestro bien.

-Ya. -Miro al suelo, distraída, y cambio de tema.- Creo que tendría que volver, me gustaría estar a solas con Finnick.

-¡Oh! Sí, claro. Yo también tengo cosas que hacer. -Mi abuela se levanta como si de verdad tuviera prisa, y se dispone a abrir la puerta, pero entonces se gira y me da un fuerte abrazo.- Me alegro muchísimo de haberte conocido, Leslie. Hablar contigo ha sido fantástico. -Le devuelvo el abrazo, siendo consciente de lo que debe de haber sufrido durante todo este tiempo.

-Yo también me alegro de haberte conocido, abuela. -Haberla llamado ''abuela'' ha sido bastante extraño, pero su reacción ha sido inmediata, me suelta, me agarra por los hombros y me mira a la cara. Sus ojos están inundados en lágrimas, aunque se aguanta para no derramarlas, y me muestra una gran sonrisa. Después sale de la salita y se pierde de vista entre la multitud de heridos.

 

Cuando vuelvo a donde había dejado dormido a Finnick, veo que no está solo, sino que Annie está sentada junto a él. Me acerco y también me siento a su lado.

-¡Less! ¿Qué haces aquí?

-Me enteré de que habían bombardeado el 4 y me escapé. Necesitaba saber si estaba bien. -Le cojo a Finnick la mano que tiene libre, ya que la otra está sujeta por la de su madre.

-Le has traído tú, ¿verdad?

-Sí. Un hombre estuvo a punto de matarle.

-Gracias.

-No hay de qué. No podía dejar que...

-Lo sé. -Me interrumpe. -Y te doy las gracias por eso.

Tras unos minutos de incómodo silencio, Annie vuelve a abrir la boca, y entonces me doy cuenta de que tiene los ojos llorosos.

-¿Le quieres?

-Sí. Muchísimo.

-Él a ti también, no te imaginas cuanto te necesita.

-Por eso estoy aquí, porque yo también le necesito. Porque no me imagino un mundo si él.

Acaricio con las yemas de los dedos la mano de Finnick, sucia y con pequeños cortes. Le miro a la cara. Toda la superficie de su piel sigue cubierta por una capa de mugre, sudor y heridas, y su pelo está muy despeinado. Pero aún así no puede evitar parecerme la persona más guapa del mundo. Aparto la vista de su rostro y vuelvo a mirar a Annie. Al posar mis ojos sobre los suyos me encuentro con una mirada de color verde oscura, muy triste y fijamente dirigida a los míos.

-Sé por lo que estás pasando. Cuando Finnick murió, se llevó con él una parte de mi alma que nunca podré recuperar, ya que será suya de por vida.

-Él no está muerto. -Digo señalando a Finnick con la cabeza.

-Lo sé, pero no puedo evitar pensar que sería de mí si él se fuera también. Al fin y al cabo, todas las personas a las que he amado me han sido arrebatadas.

-Eso no le pasará a él.

-Créeme, no hay nada que deseé más en el mundo que la seguridad de mi hijo.

-No te preocupes, Annie. Estará bien.

-Less, gracias por todo otra vez. Si no fuera por ti...

-Ya te he dicho que no tienes por qué darlas. -Intento mostrarle a Annie la mejor de mis sonrisas, pero este no es precisamente un momento alegre, así que mi intento resulta un poco ridículo.

Vuelve a haber otro periodo de silencio, esta vez no tan incómodo y algo más largo. Yo, me tumbo al lado de Finnick y le acaricio el brazo con suavidad, para no despertarle. Annie de dedica a sujetar firmemente la mano de su hijo y a mirarla con fijeza durante mucho rato.

-Hace poco vi una foto de Finnick, de tu marido quiero decir. Se parece mucho a Finn. -Annie levanta automáticamente la mirada y vuelve a mirarme a los ojos. Su boca está entreabierta y su expresión demuestra que mi comentario la ha sorprendido. Empieza a asentir repetidamente.

-Sí. Sí. Sí, se perecen mucho. No solo físicamente, sino en la forma de ser.

-Tuvo que ser muy buena persona, mi madre... Me habló de él.

-Fue la mejor persona que podrías imaginarte, y no pasa un solo minuto en el que no me acuerde de él. -Annie empieza a levantar más la voz, y llega un momento en el que está prácticamente gritando.- Daría lo que fuera por tenerle aquí conmigo, hubiera preferido incluso mi muerte antes de tener que oír como me daban la noticia de que a mi marido le hubieran asesinado unos asquerosos mutos.

-Lo... Lo siento muchísimo, Annie. Yo no quería...

-No te preocupes, Less. No ha sido culpa tuya. Siento haberte gritado.

-No pasa nada.

Al cabo de un tiempo, una enfermera (que no es mi abuela) viene a buscar a Annie. No sé dónde se la habrá llevado, pero aún no ha vuelto. Una media hora después de la marcha de Annie, Finnick se despierta por fin, e insiste en que le cuente todos los detalles de mi huída y de la conversación con mi abuela. Tras más de veinte minutos hablando sin parar, acabo de narrarle todo lo sucedido con el mayor detalle que soy capaz.

-Vaya, entonces ha sido un día bastante largo, ¿no crees?

-Yo diría eterno, más bien.

-Te he echado muchísimo de menos. -Me susurra cambiando de tema.

-Y yo a ti. -Me tumbo sobre su pecho, con cuidado para no hacerle daño en sus múltiples magulladuras, y me quedo un rato escuchando el latido de su corazón, disfrutando de sus tiernas caricias sobre mi tripa.- Solo prométeme una cosa.

-Lo que quieras.

-Quédate conmigo.

-Hasta que deje de respirar.

-No. Quédate conmigo incluso después de que eso ocurra.

-Eternamente. -Y así es como me quedo dormida. Con el susurro se su voz en mi oído y sus dedos moviéndose lentamente alrededor de mi ombligo.

 

Cuando me despierto, Finnick sigue durmiendo a mi lado. Tiene extendido el brazo derecho, que yo estoy utilizando como almohada. Su brazo izquierdo reposa suavemente sobre mi costado y noto su suave respiración sobre mi cabeza. No tengo sueño, pero no quiero moverme ni un solo centímetro ya que no podría estar más cómoda de lo que estoy.

-Buenos días, dormilona. Llevo horas esperando a que despiertes.

-¿Tú no estabas dormido?

-No, solo lo fingía para no molestarte. -Me incorporo para darle un corto beso en los labios.- ¿Qué planes hay para hoy? ¿Quieres montar a caballo por la playa? ¿O prefieres una visita guiada por el fabuloso Distrito 4?

-Tonto. -Contesto sonriendo, ya que no podríamos hacer ninguna de esas cosas por mucho que quisiéramos. Él también se ríe y me besa de nuevo, esta vez mordiéndome suavemente el labio inferior.

-Tus padres llegaban hoy, ¿verdad?

-Sí, es verdad. No me acordaba. -Me pongo de pie y me sacudo un poco la ropa.- Tienen que estar al llegar, Haymich dijo que vendrían en aerodeslizador. Será mejor que avise a mi abuela.

-Espera, te acompaño. -Finnick hace intento de levantarse pero su pierna no parece estar en condiciones de caminar.

-No hace falta, enseguida vuelvo.

Tardo unos cuantos minutos en encontrar a mi abuela, por suerte, no parece estar muy ocupada en este momento y puedo hablar con ella.

-Mis padres tienen que estar al caer.

-Lo sé.

-¿Y bien? ¿No decías que querías verles?

-Claro que quiero verles, Leslie. Pero no creo que tu madre se alegre mucho de volver a verme.

-Es verdad, probablemente no la haga mucha gracia. Pero aún así tienes que venir, es tu hija y hace quince años que no la ves. Al menos salúdala.

-Puede que tengas razón. A pesar de todo, siempre seguirá siendo mi hija. -La dedico a mi abuela una rápida sonrisa y vuelvo con Finnick.

A penas unos diez minutos después, oigo voces gritando mi nombre.

-Ya están aquí. -Le dijo nerviosa a Finnick.- Será mejor que vaya, están enfadados.

-Estoy de acuerdo.

Unos segundos después, ya he localizado a mis padres, cerca de la entrada. Las caras de los heridos se giran de golpe al verles pasar, tal vez piensen que vienen a ayudar, o simplemente tengan curiosidad por verles de cerca. Primero me acerco a mi padre, que suele ser más comprensivo en estas situaciones.

-Papá.

-¿Se puede saber que pasa por tu cabeza? -Está muy rojo y tiene los puños apretados, gesto que solo hace cuando está muy enfadado. Mi madre no tarda ni diez segundos en unirse a nosotros, dando voces como una loca.

-Leslie Primrose está vez la has hecho buena. ¿Acaso no eres consciente del riesgo que corres estando aquí?

-Mamá, papá, estoy bien, de verdad.

-Oh, no te preocupes, eso no va a durar mucho. ¿Tienes idea del lío en el que nos acabas de meter?

-Tu madre tiene razón, nos buscan a nosotros, es muy peligroso para toda la familia que tú estés aquí. -Ver a mis padres gritarme de esta manera me supera totalmente, nunca habían hecho algo parecido y no puedo evitar dejar escapar una lágrima, cosa que parece ablandarles. Mi madre me agarra por los hombros y me mira fijamente a los ojos. Los suyos también están húmedos, lo que indica que, a pesar de todo, se alegra de volver a verme.

-Leslie, -Empieza bajando un poco el tono de voz, pero aún así sigue gritando.- ¿No se te ha ocurrido pensar lo que sería de tu padre y de mí si te hubiera pasado algo? ¿No te das cuenta de que todo es por tu bien?

-No me ha pasado nada.

-Ya, ¿pero y si te hubiera pasado? -Vuelve a alzar mucho el tono de voz.- ¿Qué hubiera pasado entonces?

-¡Que hubierais tenido otro hijo! ¿No fue eso lo que hiciste cuando murió tu hermana? ¿Quedarte embarazada de mí para olvidarla? -No pasa un segundo antes de que me arrepienta de lo que acabo de decir. Entonces, inmediatamente después de haber acabado la frase, mi madre levanta el brazo derecho y me pega una bofetada tan fuerte que tengo miedo de caer al suelo.

Su cara cambia al instante, ya no está furiosa, ni si quiera un poco enfadada, sino anonadada. Su boca está entreabierta, sus ojos abiertos como platos dejan caer una única lágrima y empieza a negar con la cabeza. Todo se ha quedado en silencio, incluso la multitud de heridos y enfermeras parece haberse callado.

-Less, yo... -Ahora soy yo la que lo niega todo. Aprieto la mano sobre el lado izquierdo de mi cara y salgo corriendo, dejando a mi madre con las palabras en la boca, a mi padre tan sorprendido como si acabara de ver un fantasma, y al resto de personas mirándome, cuchicheando entre ellas.

Corro hasta la salita en la que he hablado con mi abuela y tiro al suelo todo lo que está a mi alcance. Grito y lloro como no lo había hecho antes y golpeo la mesa del teléfono hasta hacer que mis puños sangren.

Mis padres nunca nos han pegado, y nunca se me habría pasado por la cabeza que fueran capaz de hacerlo. Aunque, por otra parte, me lo merezco. Me merezco esa bofetada y más. Mis padres se esfuerzan al máximo por ponernos a mi hermano y a mí a salvo, nos escondemos en el bosque, huyo si dejar ninguna pista y me meto de lleno en la guerra. Pero lo peor de todo es haber mencionado tal y como he hecho a mi tía Prim. Por supuesto que no pienso nada de lo que he dicho, mi madre no me tuvo para olvidar a su hermana, no hubiera podido hacerlo aunque hubiera querido. Definitivamente, entendería a mi madre si ahora viniese a darme otra bofetada.

El dolor de mis puños bañados en sangre no es ni la mitad de fuerte que el de la cara. Ahora mismo podría cortarme una pierna y aún así seguiría sintiendo más la bofetada que mi madre acaba de darme. Cuando ya no queda nada más que pueda romper, me acurruco en una esquina y me pongo a llorar.

Minutos después aparece mi madre, pero no entra, se queda en la puerta.

-¿Puedo pasar? -Ella también parece haber llorado, aunque muchísimo menos que yo. Sé que lo siente, que ella no quería pegarme, pero que me pasé.

-Claro.

-Less, no sabes cuánto lo siento, de verdad. -Se arrodilla en frente mía, mirándome de nuevo a los ojos, y secándome las lágrimas con sus manos.

-Está bien.

-No, no está bien. Lo que te hecho es imperdonable.

-Ha sido culpa mía. No tenía que haberme escapado. No tenía que haber dicho eso de la tía Prim. -Ella me aguanta la mirada y frunce un poco los labios.

-Has hecho bien en venir. No he querido darme cuenta hasta ahora. Si hubiera estado en tu lugar, no hubiera dudado en venir, es más, odiaría a las personas que no fueran capaces de correr riesgos cuando de verdad quieres a alguien. Perdóname. -Acerco a mi madre contra mí y la abrazo fuertemente, ella me devuelve el abrazo y me da un beso en la cabeza. Cuando nos separamos, recuerdo que me queda algo pendiente.

-Mamá, la abuela está aquí.

-¿La abuela? -Parece totalmente asombrada.- ¿Mi madre?

-Sí. He hablado con ella, dice que siente muchísimo todo lo que pasó y que tiene muchas ganas de verte.

-¿Mi madre está aquí? -Su rostro muestra una expresión incrédula, aunque, sorprendentemente feliz al mismo tiempo.

-Sí, no se ha acercado porque piensa que no tienes ganas de verla.

-Less, es mi madre, que no la haya perdonado no quiere decir que no quiera verla. -Y dicho esto salimos de la salita.

Llegamos al lugar donde, supuestamente, Finnick estaría tumbado, pero en lugar de eso, le vemos cojeando a unos cuantos metros, sujetado por mi abuela y Annie. Parece que poco a poco va siendo capaz de apoyar la pierna, y para cuando me acerco, ya se mantiene en pie sin ayuda.

-Vaya, menuda mejora.

-Tu abuela ha cedido y me ha dado una medicina del Capitolio. Es genial, sigue doliendo, pero al menos puedo andar.

-No te emociones, Finnick. El efecto solo dura seis horas. -Interrumpe ella. De repente, su mirada se aparta de la pierna herida de mi novio y se posa en los ojos de mi madre.- Katniss.

-Hola.

-Hija, hace tantos años que...

-Lo sé.

-Cariño, me gustaría tanto hablar contigo, tenemos tantas cosas que contarnos...

-Vamos. -El tono de voz de mi madre no es demasiado cariñoso, no digo que no se alegre de ver a su madre, pero ni de broma está tan eufórica como mi abuela. Ella la sonríe, dejando caer un par de lágrimas de alegría, y la sigue hasta la salita.

Antes de que podamos perderlas de vista, un gran temblor sacude el Edificio de Justicia. Todo el mundo está paralizado, nadie sabe qué está pasando, hasta que tiran otra bomba.

El pánico cunde muy rápidamente, los enfermos capaces de andar, corren sin rumbo fijo, las enfermeras, incluida mi abuela, intentan poner algo de orden, aunque sin mucho éxito. El único que parece más o menos tranquilo es mi padre.

-El aerodeslizador. -Susurra.- ¡Katniss! ¡El aerodeslizador aún sigue aquí!

Automáticamente mi madre me agarra del brazo y tira de mí hacia el exterior. Finnick y Annie nos siguen a duras penas.

-Escúchame, Less. Quiero que subáis al aerodeslizador. No, no me discutas, iré en cuanto pueda. -Mi padre nos alcanza, y trae con él a mi abuela.

-No, Katniss. Tú también subes. -Mi padre la mira fijamente, no piensa irse de aquí sin mi madre.- Haymich, estamos fuera del Edificio de Justicia. ¿Qué hacemos? -Dice tocándose la oreja derecha, donde lleva el transmisor que le comunica con Haymich.- De acuerdo. Tendremos que ir hacia la plaza, el aerodeslizador se hará visible justo cuando lleguemos allí, ¿entendido?

A pesar de que mi madre insiste en que vaya detrás de ella, consigo convencerla para ayudar a Finnick, ya que tengo más fuerza que Annie y soy más rápida. Cuando estamos casi en la plaza, Finnick me susurra para que nadie más le oiga:

-Less, tienes que subir al aerodeslizador. Te prometo que estaré bien, los soldados del 4 están cerca de la playa, en las barricadas. Tengo que saber si hay alguien con vida y enviarle de inmediato al hospital, con los demás.

-No. -Ya que Finnick es casi dos cabezas más alto que yo, y mucho más fuerte, se libra de mí con facilidad, y a pesar de su cojera sale corriendo como puede. Me separo del grupo y le persigo hasta que le alcanzo. Aunque no me cesta prácticamente nada atrapar a un cojo, tengo que tirarle al suelo para que no vuelva a escaparse.- No pienso perderte de nuevo.

Otra bomba estalla, está vez, podemos ver la posición exacta dónde ha caído: en el Edificio de Justicia. Tanto Finnick como yo estamos completamente boquiabiertos, un hospital lleno de heridos que lo único que han hecho ha sido intentar defender su hogar. Miro a Finnick a la cara, él sigue mirando la gran nube de humo que cubre lo que antes era el Edificio de Justicia de si distrito. Respira agitadamente, está empezando a temblar y una lágrima resbala por su pómulo izquierdo.

-No puedes hacer nada, Finn. Por favor, vámonos. -Oigo las voces de mi madre, colocada al lado de una escalerilla que cuelga de un aerodeslizador totalmente visible. Ayudo a Finnick a levantarse y le llevo hasta la plaza.