BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

martes, 5 de noviembre de 2013

Hola a los pocos lectores que quedáis. Supongo que estaréis esperando que suba el siguiente capítulo, pero no va a poder ser. No por un tiempo, al menos. Sé que os merecéis saber como acaba la historia, os merecéis seguir leyendo, pero no estoy segura de poder continuar, ya dije la última vez que estoy pasando una mala racha. Problemas personales. El caso es que intentaré escribir alguna vez, aunque no sea muy a menudo y los capítulos sean más cortos, para ir subiendo los capítulos poco a poco. De todos modos, no sé si algún día acabaré la historia, si no es así, prometo subir un epílogo para que al menos sepáis el final.

Muchísimas gracias a todos los que me habéis leído en este año, os lo agradezco de verdad y siento muchísimo haceros esto. No me matéis.

jueves, 15 de agosto de 2013

CAPÍTULO 14.
 
Pasan las horas y sigo sin poder cerrar los ojos. Al principio, ambos permanecemos despiertos, sin hablar, pero haciéndonos compañía el uno al otro. Ya sea con una breve caricia o simplemente con el sonido de nuestras respiraciones. Solo con eso me basta para saber que está ahí. Pero pasa el tiempo y Finnick se queda dormido. Cuando esto sucede, una parte de mí se alegra de qeu pueda tener unas horas de sueño antes de los que nos espera mañana, pero otra no puede evitar entristecerse al pensar que tendré que pasar la noche completamente sola. Hago un esfuerzo por sormirme, pero mis ojos siguen negándose a cerrarse así que, al cabo de dos horas, me rindo. Miro a Finnick, y analizo su rostro hasta el más mínimo detalle, nunca me he atrevido a mirarle tan de cerca cuando está despierto. Su pelo, revuelto, que cae desordenado sobre su frente. Sus ojos, cerrados pero inquietos al mismo tiempo, como si su sueño no estuviera siendo demasiado tranquilo. Su nariz, perfecta, con la punta débilmente hacia arriba y cubierta por pequeñas pecas de color marrón claro. A pesar de haber pasado los últimos tres meses juntos, nunca me había dado cuenta de que las tenía, y ahora que lo sé, no puedo evitar que me encanten. Por último, sus labios, carnosos y de un color rosa que casi hace parecer que los lleva pintados. Es ahora, cuando está dormido y su rostro refleja una inmensa paz, cuando mejor se aprecia lo guapo que es.

Calculo que falta alrededor de una hora para tener que ponerme en manos de los estilistas cuando algo del compartimento yo sola y paseo sin rumbo por los fríos y solitarios pasillos del Distrito 13. Cuando vuelvo a pasar por mi compartimento después de casi media hora, veo que mi madre está sentada en el suelo, cabizbaja, con la espalda apoyada en la puerta.

-Hola. -Saludo. Ella levanta la cabeza y me mira, preocupada.

-¿No crees que deberías estar durmiendo?

-¿Y tú? -Aparta la mirada de mis ojos y me hace un hueco a su lado.

-¿Qué tal tu noche?

-Larga. No he conseguido pegar ojo. ¿Y la tuya?

-Más de lo mismo. -No decimos nada durante unos minutos, ambas nos quedamos quietas, mirando al suelo.

-¿Cuándo llegaremos al 6?

-Sobre mediodía.

-¿Y qué haremos una vez allí?

-Supongo que montaremos un campamento. -Por su tono de voz deduzco que no quiere hablar de esto. Está aquí por algo.

-Mamá, ¿ha ocurrido algo?

-No, Less. -Hace una pausa y se seca una lágrima que cae por su mejilla.- No ha pasado nada.

-Has discutido con papá, ¿verdad? -Me lanza una breve mirada y vuelve a posar sus ojos en el suelo.

-Sí. Pero no importa, todo está bien. -Sé que me está mintiendo. No está bien. Me inclino hacia ella y la abrazo. Apoya su prente en mi hombro y noto como se derrumba, como he hecho yo más de una vez, solo que ahora los papeles han cambiado y soy yo la que la consuela. Nunca había visto a mi madre llorar así. Ni si quiera cuando recordaba a su hermana o a su padre. O cuado se despertaba gritando después de una pesadilla. Nunca.

 

No vamos a desayunar al comedor, como de costumbre. En su lugar, Fulvia ha traído a la sala de mando un ligero desayuno compuesto for una ración caliente de gachas, algo más abundante que la que nos sirven cada día. Nos la tragamos en silencio, sin cruzar miradas entre todos los presentes. Soy de las primeras en acabar, por lo que me sacan de la sala para llevarme con los estilistas, quienes me pondrán mi traje. El traje de Sinsajo.

-Ya es la hora, Leslie. Por fin llegó tu momento de brillar. -Dice Flavius mientras me aplica el suave y habitual maquillaje.

-No creo que esto se trate de brillar.

-No digas tonterías, tienes que llamar la atención, la gente tiene que reconocerte para seguirte.

-Sinceramente, no creo que la gente me siga. Yo no soy nadie, no he hecho nada.

-Entonces, ¿por qué aceptaste el puesto, Less? -Se une Octavia.

-Aun no lo sé. Supongo que porque me tragué todas esas mentiras. O puede que fuera porque era la única forma de que me dejaran luchar. No tengo ni idea.

-Si no te importa que te lo pregunte, querida, ¿por qué quieres luchar?

-Porque no me gusta lo que están haciendo. No quiero acabar saliendo elegida en una cosecha y tener que enfrentarme a chicos que no han hecho nada malo. No quiero ver a mi familia sufrir ni quiero ver como destruyen mi distrito. Lucho por lo que me parece justo, porque creo que es lo correcto. -Durante unos segundos lo único que se oye es el cepillo deslizándose por mi pelo en manos de Octavia. Hasta que, sorprendentemente, es Venia la que habla.

-Di eso en público y ten por seguro que la gente te seguirá. -La próxima media hora pasa deprisa. Terminan de meterme en mi traje de Sinsajo y me despido de mis estilistas. Cuando ellos se van, es mi madre la que entra en el compartimento y noto como en su cara se forma una expresión extraña. Entonces lo recuerdo: es la primera vez que me ve con su traje puesto.

-¿Qué te parece? -La digo mirándola a los ojos a través del espejo. Ella se coloca detrás de mí, agarrándome por los brazos y mirando por encima de mi hombro.

-No puedo decir que me guste.

-Pues serás la única.

-No lo niego, el problema es que la gente no lo ve igual que yo.

-No estoy segura de entenderte.

-Less, te están utilizando y no te das cuenta. Te ven como un arma, como un objeto que utilizar contra el enemigo para ganar la guerra. Por eso les encanta. -Hace una pausa.- Pero a mí no puede gustarme ver a mí pequeña vestida para ir a la guerra, ¿lo entiendes?

-Mamá, tu pequeña se ha visto obligada a crecer.

-No me importa lo que crezcas, siempre lo serás. Siempre serás mi pequeña. -Tengo que esforzarme para reprimir las lágrimas, no me imaginaba que mi madre lo estuviera pasando tan mal. Me doy la vuelta y la abrazo con todas mis fuerzas, ella hace lo mismo y me besa la cabeza.

-Te quiero, mamá. -Susurro.

-Yo también te quiero, Less.

Mi madre y yo pasamos unos cuantos minutos a solas en el compartimento, aunque apenas hablamos. Después, doy una vuelta por la primera planta e incluso me da tiempo a pasarme por el compartimento de Haymitch un par de minutos, lo suficiente como para despedirme de River, que sigue dormido. Para cuando el escuadrón 682 al completo llega a mando ya son las seis de la mañana, la hora acordada.

Nos llevan a la armería, donde reparten dos armas cortas y un fusil a cada uno y un par de cajas de munición. A mi madre, a Gale y a mí nos dan arcos y flechas a demás de nuestras armas de fuego, lo que me alivia. No soy mala con las pistolas, pero llevo cazando tanto tiempo que mi cuerpo no se siente seguro si no es con un arco para protegerse. Cuando subimos al aerodeslizador, me encuentro con alguien a quien no esperaba ver.

-¿Papá?

-Less...

-¿Es por eso por lo que habéis discutido mamá y tú? ¿Porque vienes al 6?

-¿En serio pensabais que os dejaría solas?

-Pensábamos que eras lo suficientemente sensato como para darte cuenta de que es una locura. -Estoy enfadada, así que mi tono de voz se ha alzado tanto que ahora estoy gritando.- ¿Y si nos pasa algo? ¿Qué pasará con River?

-No os pasará nada, para eso estoy yo aquí.

-Nunca pensé que serías capaz de esto, papá. ¿Cómo se te ocurrió luchar? Si te pasara algo, mamá se moriría.

-Espera, Less, ¿quién ha dicho que vaya a luchar? Soy lo suficientemente realista como para saber que soy hombre muerto ahí abajo. No sé luchar y, para colmo, tengo la pierna... -Miro su pierna ortopédica. La suya la perdió en sus primeros juegos, cuando acabaron, el Capitolio le colocó esta, aunque funciona perfectamente y le permite toda movilidad, mi padre sigue cojeando de vez en cuando.

-¿Entonces?

-Me quedo en el aerodeslizador, con Haymitch. Os dirigiremos desde arriba. -Al principio, siento un gran alivio, aunque luego me doy cuenta de que no está bien. Los rebeldes no dudarán en cargarse cualquier aerodeslizador que se ponga en su camino, y menos aún, si es mi padre el que viaja en él. De todos modos, no tendrá que luchar en tierra, como yo y mi madre, lo que no deja de ser una buena noticia.

-¿Quién se queda con River?

-Tu abuela, pero yo me pondré en contacto con ellos cada día. Tranquila, está en buenas manos. -Nos quedamos en silencio unos segundos.- Less, prométeme que hay abajo cuidaréis la una de la otra, no podría soportarlo si...

-No te preocupes por nosotras, estaremos bien. -Me pongo de puntillas y le rodeo el cuello con los brazos.- Además, en cuanto los rebeldes vean a mamá, seguro que salen corriendo. -Noto como sonríe brevemente. Cuando me separo de él, veo que tiene los ojos húmedos, pero no llorará, sabe que si lo hace yo lloraré también, así que reprime las lágrimas.

-Te quiero, cielo. -Dice finalmente, y me da un beso en la frente, justo como cuando era pequeña.

-Y yo a ti papá. Y dile a River que tamién le...

-Se lo dirás tú cuando vuelvas, ¿vale?

-Vale. -Le prometo.

Me dirijo hacia los asientos donde ya están sentado algunos de mis compañeros. El viajes es largo, por lo que supongo que nos dejarán movernos por el aerodeslizador, aunque durante los despegues y aterrizajes tenemos que estar todos sentados. Justo cuando voy a sentarme, Finnick me coge del brazo. A pesar de haber desayunado juntos en mando, no hemos hablado en todo el día.

-Tenemos que hablar. A solas. -Añade mientras me empuja suavemente hasta una esquina.

-Finnick, ¿pasa algo? Vamos a despegar ya.

-No, es solo que... Bueno, tenía que volver pedirte perdón por lo de anoche. De verdad, no sé en qué estaba pensando. -Sonrío, aunque casi sin quererlo. Le cojo las manos y le miro a los ojos.

-Pensabas en lo mismo que yo: que ambos podríamos morir hoy. En serio, no tienes que disculparte.

-No. Lo que yo pensaba era algo mucho más egoísta. -Se acerca más hacia mí y agacha la cabeza, de manera que, si no fuera por lo bajita que soy a su lado, nuestras frentes se tocarían.- Solo quería que fueras mía.

-Ya soy tuya. -Me pongo de puntillas y le beso en los labios. En un beso tierno y suave, pero que hace que se me ericen los pelos de la nuca. - Lo soy desde hace mucho tiempo.

 

Llegamos al 6 bien entrado el mediodía, aunque andamos por el bosque durante media hora hasta que Gale escoge un sitio para acampar.

-Este es un buen sitio. Si andamos junto a la verja que rodea el distrito, no estaremos a más de diez minutos a pie del Edificio de Justicia. -Explica dejando su mochila en el suelo.- Katniss, acompáñame, será mejor que traigamos la comida, no podemos depender de las escasas latas que tenemos. Harries, estás al mando del grupo, encárgate de que el campamento esté listo cuando vuelva.

-¿Puedo ir yo también? -Pregunto antes de que se alejen. Gale mira a mi madre, como si fuera ella la que tiene la última palabra.

-Nos será de gran ayuda, es buena.

-Eso no lo dudaba Katniss, es tu hija, al fin y al cabo. Que venga. -Su voz suena algo borde, aunque hace un esfuerzo para sonreir a mi madre.

No sé muy bien porqué, pero no me gusta nada Gale, puede que sea el hecho de que diseñara la bomba que acabó con la vida de mi tía y se mudara al 2 después de la guerra, dejando sola a mi madre. Sé que fue el mejor amigo de mi madre y que gracias a él se salvaron muchas personas durante el bombardeo del Distrito 12 hace quince años, pero sigue habiendo algo que me impide fiarme de él. Y algo me dice que mi madre tampoco está muy entusiasmada con la idea de tenerle como jefe de escuadrón, por mucho que ese tema haya quedado ya resuelto. A pesar de todo esto, Gale parece realmente interesado en volver a tener una buena relación con mi madre por lo que no para de preguntarle a cerca de la caza. Ella, le responde con monosílabos o frases cortas, nunca ha sido especialmente habladora pero está claro que no se siente demasiado cómoda hablando con él.

-Vaya, Catnip, sí que has cambiado.

-''Por supuesto que ha cambiado, han pasado quince años desde que la abandonaste.'' -
Pienso.

-Ahora soy madre, eso cambia a cualquiera. -Ella le contesta sin mirarle a los ojos, concentrada en el suave lecho de agujas de pino que cubre el suelo.- Si queremos cazar algo tendremos que guardar silencio, Gale.

-Cierto, hace casi un año que no salgo de caza. Lo siento. -Gale saca una flecha de su carcaj y carga su arco. Tanto mi madre como yo, lo cargamos al comenzar la caminata.

Acelero hasta colocarme a una distancia de unos diez metros por delante de ellos. No me siento muy cómoda en un ambiente tan tenso. Tenso un poco la cuerda de mi arco y me olvido de todo lo que me rodea para centrarme en un pequeño conejo que asoma por detrás de unos arbustos a solo un par de metros. Lo derribo con facilidad y me agacho para cogerlo. Los gazapos son realmente bonitos, este no tendría más de dos meses de vida y casi me cabe en la mano, durante un segundo siento una punzada de lástima, pero se me pasa enseguida. La comida es comida.

Vuelvo la cabeza para mirar a mi madre y a Gale, ambos parecen concentrados en localizar una presa, aunque, a juzgar por sus cinturones, sin éxito. Sonrío. Me siento realmente orgullosa de mí misma cuando supero a mi madre en la caza (cosa que no sucede muy a menudo) porque ella tiene toda una vida de experiencia y me ha enseñado todo lo que sé. Regreso de nuevo a mi tarea justo cuando rompo una ramita al andar. No suelo hacer ruido, auque esta vez no me ha venido del todo mal, ya que una perdiz vuela asustada fuera de su escondite. Saco provecho de la situación y la atravieso de un disparo en el ojo.

-Eso no ha estado nada mal, chica. Suponía que serías buena, pero no imaginé que tanto. -A pesar de estar halagándome, la voz de Gale no suena para nada simpático. Me ruborizo un poco. Es cierto, ha sido bastante espectacular. Mi flecha habrá recorrido algo más de veinte metros y no ha dañado la carne del animal aunque tengo que admitir que ha sido un golpe de suerte.

-Gracias. -Digo no muy amablemente.- Y esta chica tiene nombre.

-Less. -Tardo un segundo en darme cuenta de que mi madre no me está presentando sino regañando. Por su mirada, deduzco que quiere que sea más amable. Una parte de mí desea dejarla con las ganas, pero sé que ella agradecerá que me muestre algo más simpática con Gale.

-Ha sido suerte, supongo. -Digo al fin. Fuerzo una sonrisa. Él me devuelve una igualmente forzada.

-¿Cuánto tiempo llevas cazando?

-A los nueve maté mi primera presa. -Recuerdo perfectamente aquel día, llevaba casi un año tonteando con pequeños arcos que había fabricado mi madre cuando me topé con aquel conejo. En realidad, no puedo decir que lo matara, ya que el animal era muy viejo y estaba herido así que practicamente tropezó con mi flecha. Gale suelta un silbido de admiración. Esta vez parece realmente sorprendido, pero sigo notando un ligero toque de falsedad en su cara.- Aunque fue con ocho cuando cogí un arco por primera vez.

 

Volvemos al campamento casi dos horas depués de nuestra partida, bien cargados con carne que podría durarnos tres días. Cuando llegamos, nos encontramos con dos tiendas perfectamente montadas alrededor de un círculo de piedras y troncos y una hoguera sin encender.

-Por fin llegáis, nos moríamos de hambre. -Jeff se acerca a mí y me desata una ardilla del cinturón.- Mmmm... esta me la reservo.

-De eso nada, Avner. Lo siento mucho pero aquí racionamos la comida. Y sin reservas. -La voz de Gale se endurece al pronunciar las dos últimas palabras. Ahora luce su expresión de jefe de escuadrón, seria y con superioridad, pero no puedo evitar soltar una carajada al ver la cara de Jeff, que parece decir ''¿Qué narices estás diciendo? Yo quiero mi ardilla.''

 

Después de unos aburridos cuarenta minutos de racionamiento de comida en los que no atiendo, nos comemos una pata de conejo y un puñado de bayas cada uno. Me parece una ración algo escasa, entre los tres hemos cazado bastante y además tenemos un par de latas de conserva para cada uno así que podríamos permitirnos comer algo más, pero no me quejo. No pasan ni cinco minutos antes de que Gale empiece a mandarnos tareas inútiles como comprobar las municiones o limpiar las armas, algo que me molesta mucho ya que no hace ni cinco horas desde que hemos aterrizado, ¿como espera que se hayan manchado las armas cuando nadie las ha utilizado? Finalmente me doy cuenta de que solo quiere mantenernos ocupados mientras se mete a una de las tiendas con Harries, Thompson y mi madre.

-¿Pero de qué va este tío? -Pregunta indignada Angelina, como si me hubiera leído el pensamiento.- ¿Nos hace revisar una munición que ni siquiera hemos sacado de las mochilas para poder echarse una siesta con sus perritos falderos? -Todos se ríen.

-Mi madre ha ido con ellos, ella no es su perrito faldero y dudo que se estén echando una siesta. -Sé que Angelina no la incluía en ese grupo, pero me siento obligada a defenderla.

-Probablemente tengas razón, pero estoy seguro de que es lo que a él le gustaría, dormir con tu madre. -Contesta Jeff. Todos vuelven a reirse, menos yo. Eso no me ha gustado nada y tengo que aguantarme para no abofetearle. Él parece notarlo.- No te enfurruñes, Mellark, es solo una broma. Y, Angelina, no tengo ni idea de qué bicho le ha picado pero si piensa que he venido aquí para limpiar armas la lleva clara. No pienso hacer una mierda. -Se tumba en el suelo, apoyando la cabeza en una roca, y juguetea con un cargador. Los demás no tardamos en seguirle.

Es normal que estén enfadados. Jeff perdió a sus padres en la guerra, él y su hermana pequeña tuvieron suerte de escapar a tiempo y llegar al 13 en uno de los trenes de evacuación, Finnick se quedó huérfano sin siquiera conocer a su padre y tuvo que ver como bombardeaban un hospital lleno de heridos en el 4, Angelina quiere vengar la muerte de su padre, que luchó en la guerra de hace quince años y Kyle perdió a su tía y a sus tres primos pequeños en uno de los primeros ataques rebeldes, por eso su tío vive con el y su familia. Sé perfectamente que soy la que menos motivos tiene para rebelarse y, sin embargo, me han convertido en ''el nuevo Sinsajo''. La verdad es que sigo sin entenderlo.

Al cabo de media hora se abre la tienda y salen mi madre, Gale y los armarios. He decidido apodarlos así debido a que son los típicos soldados de dos metros tan musculosos que parecen inflados con helio.

-Bien, hemos estado discutiendo el papel que tendrá cada uno durante el transcurso de la misión. -Empieza Gale, con su tono autoritario e ignorando que no le hemos obedecido.

-No esperarás que nos quedemos aquí haciendo el imbécil, ¿verdad, Gale? -Pregunta Jeff, molesto.

-No, Jeff. -A juzgar por el enfásis que ha puesto en el nombre de Jeff, no le ha sentado muy bien que le tutee.- Angelina y Kyle vigilarán el Edificio de Justicia. Es muy importante que prestéis atención a los cambios de guardias y a otras cosas que puedan resultarnos útiles y quiero toda la información después de cenar. Katniss, tú y tu hija empezaréis a partir de mañana, cuando llegue el equipo de grabación, ellos os dirán qué hacer. Finnick y Jeff, con vosotros tengo ciertas dudas. Me han informado de que sois los mejores de vuestro curso aunque no estoy seguro de si estáis preparados o no para ayudar a las fuerzas del Distrito 6 a resistir los ataques rebeldes con Harries, Thompson y conmigo. Lo dejo a vuestra elección: podéis luchar, vigilar, o quedaros ''haciendo el imbécil'' en el campamento.

 

Después de tres días pronunciando frases inspiradoras frente a una cámara y disparando a enemigos invisibles entre las ruinas de la Aldea de los Vencedores del Distrito 6, empiezo a cansarme de esto de ser el Sinsajo. Quiero ir con Finn y Jeff a ayudar a la gente del 6 con los rebeldes, o incluso vigilando con Angelina y Kyle me sentiría más útil que haciendo lo que hago. Sé que mi madre también está falta de acción, pero lo hace para mantenerme todo lo alejada posible de la batalla, así que me esfuerzo en conformarme.

Esa misma noche, después de la cena, Gale anuncia que, gracias al trabajo de Angelina y Kyle, tenemos suficiente información para la misión y que se llevará a cabo mañana al salir el sol. Después, Angelina explica que hay una rejilla de ventilación en la parte de atrás del edificio que, aunque algo pequeña, sirve para que alguien delgado pueda colarse y abrir desde dentro la puerta trasera, todo esto durante los tres minutos y veinte segundos que tardan en hacer el cambio de guardia. Después, solo tendrían que subir al piso de arriba, dode se encuetra el prisionero y volver a bajar antes de que lleguen refuerzos. Vaya, es evidente que Kyle y Angelina han hecho un buen trabajo de vigilancia.

-De acuerdo, ahora que todo está explicado, voy a nombrar a las personas que me acompañarán. Jeff, me has sorprendido, te felicito. Angelina, has hecho un buen trabajo y ya que la idea de los conductos de ventilación ha sido tuya, serás tú quien la lleve a cabo. Si quieres, claro. -No puedo evitar decepcionarme, tenía la esperanza de que esa fuera mi misión.- Por último, Finnick, tú también me has sorprendido. Harries, Thompson, en caso de que algo salga mal y no estemos de vuelta en una hora quiero que os encargués de poner a salvo al resto, no os preocupéis por nosotros ¿entendido? -Todos asienten y se meten en su tienda correspondiente, salvo Kyle, que le toca hacer la guardia.

Mi madre, Angelina, Finnick y yo compartimos una de las tiendas así que, tras darle un abrazo a Angelina y desearle buena suerte, nos acostamos en nuestros sacos de dormir. No hablo con Finnick, ni siquiera le miro, ya lo pase lo suficientemente mal mientras luchaba en el 4 y no quiero que vaya mañana.

Intento dormir, pero no soy capaz de cerrar los ojos, es ahora cuando me doy cuenta de donde estoy en realidad. Hasta ahora, no he hecho nada peligroso, por lo que había olvidado que estamos en guerra, que la gente muere. Por supuesto, me preocupaba que Finnick no regresara a la hora de comer, cuando Gale, Jeff y los armarios volvieran de luchar, pero no tenía que meterse de lleno en la casa del enemigo, esto es diferente, siento algo mucho más grande que preocupación. Miedo.

Calculo que han pasado solo diez minutos cuando un brazo muy familiar me abraza por la cintura.

-Less, no quiero verte así. No puedo. -Siento el aliento de Finnick en mi cabeza. Suspiro y me giro para poder mirarle a los ojos. Nuestras narices se tocan.

-Pues no vayas. Renuncia y cede tu maldito puesto a Harries o a Thompson. Quédate conmigo. -Cierro los ojos y apoyo mi frente en la suya.- Por favor.

-Déjame dormir contigo. -Siento un pinchazo en el pecho al oirlo, mi madre está a menos de un metro y algo en su respiración me indica que sigue despierte, alerta. Pero quiero que lo haga, quiero abrazarle y no soltarle nunca, pero no lo hago.

-No. No si no me prometes que no irás. -Me siento muy mal negándome a dormir con él sabiendo que puede ser la última noche que durmamos juntos, pero tengo que hacerlo.

-Less, te lo suplico. -Un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Fuera hay un fuego encendido que me permite ver parte de sus facciones. Es guapísimo. El brillo de sus ojos, sus pecas, su voz, incluso su manera de respirar hace que me estremezca. Y no puedo resistirme a eso.

-Yo te suplico que no vayas. -La luz de las llamas no es suficiente para verle los ojos con claridad, pero por el brillos sé que está mirando fijamente los míos. Estamos tan cerca que noto como frunce los labios.

-Está bien. No lo haré.

-¿Me lo prometes?

-Te lo prometo.

 

La luz del sol me despierta la mañana siguiente y no tardo ni un segundo en darme cuenta de algo. Finnick no está aquí. Salgo corriendo de la tienda, en la que tampoco se encuentra mi madre. Al salir, me la encuentro sentada en un tronco, comiendo unas bayas con Kyle, Harries y Thompson.

-¿Dónde está Finnick?

-Less, sabes que tenía que irse a cumplir la misión.

-No. Me prometió que no iría, que renunciaría y se quedaría conmigo.

-Lo siento. -Mi madre se levanta y se acerca a consolarme, pero la aparto y me meto de nuevo en la tienda, regresando de nuevo a mi saco de dormir. Me ha mentido. Finnick, la única persona en el mundo en la que confiaba plenamente, me ha mentido.

 

Por suerte, no pasan más de cuarenta largos e insufribles minutosantes de que vea a Finnick correr nervioso en mi dirección. Yo también corro y me lanzo a sus brazos, aliviada, pero no me abraza, sino que pone su brazo detrás de mis rodillas y le sube a su hombro para alejarme del resto del grupo.

-¿Qué narices estás haciendo? Bájame.

-No puedes ver esto. -Empiezo a patalear, a gritar, y a pegarle puñetazos en la espalda. Estoy muy enfadada con él y no me importa hacerle daño. No sé como, pero consigo zafarme de sus fuertes brazos y corro hacia el círculo de personas que hay delante de la tienda.

-¿Qué está pasando? ¿Qué ha pasado? -Me abro paso entre mis compañeros hasta que la veo

Angelina, tumbada en el suelo, con un gran círculo rojo a la altura del estómago. Sus ojos verdes miran sin ver, muerta.
Siento muchísimo haber tardado tanto es subir capítulo. He tenido problemas personales y no me he sentido con fuerzas para escribir, incluso pensé en dejar la historia. Pero finalmente estoy aquí de nuevo y con un nuevo capítulo. Repito, me siento fatal por haber tardado tanto, intentaré que no vuelva a pasar. Por último quiero decir a mis lectores (a los pocos que tengo) que de verdad muchísimas gracias por leer, es muy importante para mí y si pudiera os lo agradecería uno por uno.
A partir de ahora, prometo actualizar, como mínimo, una vez al mes siempre y cuando tenga diez opiniones o más (ya sea por comentarios o a través de Twitter). Ya no os entretengo más, un beso y ojalá que os guste el capítulo ;)

domingo, 5 de mayo de 2013

CAPÍTULO 13.
 

Es mi padre el que me despierta por la mañana. Me siento como si no hubiera dormido más de dos horas, ya que probablemente sea así. Le doy un fuerte abrazo y luego repito el gesto con toda mi familia. Hoy todos nos sentimos un poco más sensibles. Me visto con mi ropa de entrenamiento, a pesar de que tenga el dia libre, porque es mucho más cómoda, me peino y me trenzo el pelo y me calzo las botas negras. Esta mañana Finnick y yo desayunamos con nuestros amigos, será la última comida que hagamos juntos antes de marchar a la guerra, pero todos nos comportamos como si fuera un día normal y nos comemos las gachas entre risas. Cuando llevamos nuestras bandejas a su sitio, Angelina, Kyle y Jeff nos dejan para pasar el día con sus familias. Finnick y yo decidimos dar una vuelta por la primera planta, donde se puede ver el exterior en algunas zonas.

-¿No es curioso? -Me pregunta al llegar a un pasillo completamente vacío.

-¿El qué?

-Mañana partiremos a una guerra en la que pienso protegerte con mi vida si es necesario. Estoy dispuesto a todo por ti y ni si quiera hemos tenido una cita.

-Es verdad. -Contesto pensando en el tiempo que hemos pasado juntos. Balcones en trenes. Bombardeo en el 4. Entrenamientos en el 13. Nada a lo que se pueda llamar cita.

-¿Sabes qué? No me gustaría irme sin tener una. Puede parecerte una tontería, teniendo en cuenta la situación pero...

-No me parece una tontería. Es más, me encantaría. Podríamos hacerlo ahora mismo.

-¿Tener una cita? ¿Aquí?

-Podríamos ir al bosque. -Se me ocurre de repente.- No pienso que haya ningún inconveniente para que nos dejen salir. Podría pedir prestado un arco y así comeríamos fuera. -Sonríe ante la idea de que nos dejen salir.

-Genial. Vamos a hablar con Haymitch.

-No. Es mejor que hablemos con Fulvia, tiene más autoridad y es más... comprensiva.

-De acuerdo.

Tras una corta conversación con Fulvia, acepta dejarnos salir durante unas horas, con la condición de llevar unos transmisores que nos mantendrán en contacto (medida que encuentro innecesaria) y, por supuesto, con el permiso de nuestros padres. Finnick y yo nos separamos para ir a nuestros respectivos comportamientos a por el permiso por escrito que tienen que firmarnos y quedamos en reunirnos en la zona de los ascensores para ir juntos a por las armas. Cuando abro la puerta de mi compartimento, mis padres están allí, aunque paran de hablar en el momento en el que entro en la habitación. River tiene clase, así que supongo que estarían despidiéndose.

-Less, pensé que estabas con Finnick. -Dice mi madre invitándome a sentarme entre ella y mi padre.

-Lo estaba, pero queremos ir al bosque y necesito que me firméis un permiso por escrito. -Vacilo, seguramente no quiera dejarme salir ya que lo considera demasiado peligroso, pero aun así la doy la hoja de papel y un rotulador que me ha prestado Fulvia. Para mi sorpresa, es mi padre el que contesta.

-Leslie, sabes que es demasiado peligroso que...

-Peeta, creo que tenemos que dejarla ir. La vendrá bien un poco de aire fresco y pasar un buen rato a solas con Finnick. -Garabatea una rápida firma en el papel y me lo devuelve.- Diviértete.

Me levanto y meto el papel y el rotulador en mi bolsillo, pero antes de irme, abrazo a mis padres.

-Gracias. -Les susurro.

-No exageres. Es solo un permiso, no tienes por que dar las gracias.

-No es por eso mamá. Gracias por todo lo que habéis hecho por mí. -Aclaro con lágrimas en los ojos.

-Gracias a ti, cariño. Tú nos lo has dado todo.

-Sí, Less. Estamos muy orgullosos de ti. -Las palabras de mi padre causan un extraño efecto en mí. Escucharle decir que están orgullosos es justo lo que necesito en momentos como este.

-Os quiero. -Les digo.- Muchísimo.

-Y nosotros a ti, cielo. Más que a cualquier otra cosa. -Me contesta mi madre dándome un beso en la cabeza.- Pero no te entretengas más, Finnick estará esperándote.

Les lanzo una última sonrisa y salgo por la puerta del compartimento, dispuesta a reunirme con Finnick. Después de que Fulvia nos acompañe a recoger un par de arcos a la armería, nos colocan los transmisores y nos acompañan a la salida.

La primavera casi ha llegado y se ha derretido toda la nieve que había al llegar aquí. Algunas flores empiezan a salir y corre una brisa bastante agradable, aunque algo fría aun. Me subo la cremallera de la chaqueta gris oscura que forma parte del uniforme del entrenamiento. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien: respirando aire fresco, con el bosque delante de mí, el arco en la mano y el carcaj a la espalda. Miro a Finnick, también está contento, aunque se le ve algo preocupado. Decido no pensar en eso.

Nos adentramos en el bosque y automáticamente me olvido de todo lo que está sucediendo, volver a oír los sonidos del bosque es como una inyección de autoestima para mí. Aquí no tengo miedo. Todo está bien.

-¿Ahora qué? -Me pregunta Finnick. Dejo caer el arco y me lanzo a sus brazos, él me leventa del suelo y le beso en los labios. Cuando me devuelve al suelo me mira a los ojos mostrándome una sonrisa encantadora. -¿Y esto?

-Pues que te quiero. Y quiero que lo sepas.

-Yo también te quiero, Less. Lo haré siempre, pase lo que pase. -Nos besamos de nuevo, esta vez durante más tiempo. Definitivamente tengo todo lo que necesito para sentirme bien, no solo el bosque, sino también a él.

-¿Qué te parece si te enseño a usar el arco?

-Me parece una pérdida de tiempo. -Se ríe.- En serio, soy un inútil, no seré capaz.

-No digas tonterías, ¿por qué no empiezas apuntando al tronco de ese árbol?

Así pasamos el resto de la mañana, besándonos, riéndonos y disparando a troncos de árboles hasta que, finalmente, Finncik consigue clavar la flecha en el objetivo que le he marcado. Cuando empieza a entrarnos hambre, le digo que encienda una hoguera mientras yo voy a cazar. No tardo ni media hora en volver con un par de conejos y un buen puñado de bayas. Después de semanas comiendo estofados y purés, hoy nos daremos un festín. Ambos disfrutamos mucho de la comida pero, igual que durante toda la mañana, noto a Finnick algo ausente. Llega un momento en el que no aguanto más y decido preguntarle.

-¿Pasa algo? Te noto... raro.

-¿Algo? Less, mañana iremos a la guerra.

-Lo sé, pero eso ya lo sabías desde hace tiempo y no te he visto así desde esta mañana. Vamos, dímelo. Sabes que puedes contar conmigo.

-Bueno, es por mi madre. -Hace una pausa.- Desde lo ue pasó en el 4 ya no ha vuelto a ser la misma.

-No puedes culparla por eso.

-Lo sé, y no lo hago. Yo tampoco soy el mismo desde entonces, nadie lo es. -Se mete una baya a la boca y se la traga casi sin masticar.- Las cosas empeoraron cuando llegamos al 13, demasiados recuerdos para ella, aquí se casó con mi padre, le vió por última vez y también fue donde se enteró de que él había muerto. Yo siempre he estado a su lado, y siempre lo estaré, pero saber que tengo que irme mañana no le ha ido muy bien. Cuando fui a pedirle el permiso no estaba en el compartimento, habían tenido que llevarla al hospital por una fuerte crisis de ansiedad. La está volviendo a pasar, Less.

-Vaya. -Me he quedado sin palabras. Nunca se me había ocurrido pensar como se sentiría Annie con todo esto. Le cojo de la mano y la aprieto con fuerza.- Finnick, no tenías que haber venido. No me parece justo que tengas que pasar el día conmigo cuando tu madre está en el hospital.

-Tú misma lo has dicho. Está en el hospital y no me dejarían estar con ella aunque quisiera.

-¿No quieres?

-Ahora lo que quiero es estar contigo. -Me acerco a él y le doy un fuerte abrazo y un suave beso en el cuello. No puedo verle la cara, pero sé que ha derramado un par de lágrimas.

-No te preocupes, no me separaré de ti. Puedo pasar la noche contigo. Si quieres. -Esa última sugerencia sale de mi boca sin pensar. Puede que no sea el mejor momento para dormir juntos, al fin y al cabo.

-Claro que quiero. -Sonríe débilmente y me besa en la frente.- Gracias.

-No hay de que. -Me empapo de su aroma, ahora disimulado por la variedad de olores de la naturaleza, y le cojo la mano.- Van a ser las cuatro, deberíamos irnos.

Finnick y yo nos levantamos y recogemos nuestras cosas. Emprendemos el camino de vuelta muy lentamente, como sin ganas, cogidos de la mano y con mi cabeza apoyada en su hombro. Cuando llegamos a las puertas del 13 el guardia nos cachea (algo que me pone de los nervios ya que sería imposible que llevásemos nada escondido) y nos dirigimos a la armería, donde devolvemos los arcos y los transmisores. Pensamos en reunirnos con nuestros amigos, pero llegamos a la conclusión de que ahora mismo estarán con sus familias así que pasamos el rato dando vueltas por los tristes pasillos de piedra sin decir ni una sola palabra.

-Creo que debería irme. River habrá salido ya de clase y me gustaría pasar un rato con él. No te importa, ¿no? -No quiero dejarle solo, pero tampoco me gustaría irme sin decirle a mi hermano algunas cosas.

-Claro que no. Mientras tanto iré al hospital y pediré que me dejen ver a mi madre. De verdad, Less, vete tranquila.

-¿Seguro?

-Totalmente. -Le doy un besito y le acaricio la cara.- Vamos, tu familia te está esperando.

-Te veré en la cena.

-Está bien.

 

Cuando llego a mi compartimente me encuentro con River y mi madre. No tengo la menor idea de dónde puede estar mi padre.

-Hola, Less. ¿Lo habéis pasado bien?

-Sí, gracias, mamá. ¿Y papá?

-Creo que está con Haymitch. -Me acerco y me siento junto a mi hermano, revolviéndole los rizos rubios que caen sobre su frente.- ¿Os importa quedaros solos unos minutos? Tengo que hablar con Fulvia, volveré en seguida.

-No, puedes irte. -Nos lanza una mirada de preocupación. Ella tampoco quiere perder un solo mituto a nuestro lado.- De verdad, no te preocupes.

-Volveré en diez minutos. -Y sale escopetada de la habitación.

-Bueno, River, ¿qué tal en clase?

-Como siempre, ¿y tú?

-Hoy he tenido el día libre.

-¿Por qué no me lo has dicho? Podría haber faltado a clase y haberme quedado contigo.

-Tú tienes que ir a clase. Además, he pasado el día con Finnick.

-¿Tú y él...?

-¿Qué?

-¿Sois novios? -Me rió. Nunca me ha gustado la palabra ''novio''.

-Finnick es muy importante para mí.

-¿Eso qué significa? -Sigue insistiendo él, sonriendo también. Finalmente decido explicárselo de forma que lo entienda a la primera.

-Significa que estamos juntos. Ya está. -Me lanza una mirada risueña y se tumba en el suelo. Yo le imito, aunque nadie vuelve a decir nada en un par de minutos.

-Less, ¿puedes prometerme una cosa?

-Claro.

-No te mueras. -Las palabras de mi hermano hacen que mis ojos se humedezcan. ¿Espera que le prometa que no me pasará nada? Voy a una guerra, no puedo asegurárselo.

-River... Eso es algo que no puedo asegurar.

-¿Por qué no?

-Porque en las guerras muere muchísima gente y nadie puede hacer nada para evitarlo.

-Tú sí. Por eso vas.

-Voy a intentarlo. Igual que intentaré volver sana y salva.

-¿Me lo prometes?

-Te lo prometo. -Mi hermano pequeño se lanza a mis brazos, sollozando, y apoya su cabeza en su hombro, como hace siempre.- No llores. -Le digo. Aunque resulta muy poco convincente, ya que yo también estoy llorando.

-Vuelve pronto, ¿vale?

-Antes de que te des cuenta. -Le aseguro.

River se queda llorando en mi hombro hasta que se queda dormido. Yo le acuno y acaricio sus rizos. Pocos minutos después aparecen mis padres y les hago un gesto para que no hagan ruido. Mi padre le coge y le mete en la cama, después se sienta con mi madre y conmigo en su cama.

-Me pidió que le prometiera que no me matarían. -Les cuento con voz culpable.- No pude hacerlo y se durmió llorando.

-No se merece lo que está pasando. Ninguno de los dos os lo merecéis.

-Ninguno de los cuatro nos lo merecemos. -Corrijo.- Vosotros dos tampoco habéis hecho nada.

-Empezar una guerra. -Responde mi madre.

-Sí, hace quince años, y gracias a esa guerra ya no existen los Juegos del Hambre. Sois héroes.

-Ni se te ocurra decir eso, Leslie. -El tono de mi madre suenta enfadado de repente.

-¿Por qué no? Mamá, salvaste una nación. Derrotaste al Capitolio.

-¡Soy una asesina! He perdido la cuenta de las personas a las que maté, del daño que he causado. Miles de personas, de niños, todos muertos por mi culpa. ¿Pero sabes qué? Lo peor no es haberlas matado o tener que acordarte de todas ellas cada día de tu vida. Lo peor es que te consideren una heroína por haberlo hecho. -Mi padre la coge de la mano fuertemente. No es la primera vez que tienen una conversación de este tipo.

Aprovecho el silencio para pensar en lo que ha dicho mi madre sobre como cada una de las personas a las que matas permanece dentro de ti para siempre. No he vuelto a acordarme del hombre calvo al que maté semanas atrás, no me arrepiento de haberlo hecho, si no llega a ser por mí, aquel rebelde habría matado al chico del que estoy enamorada así que hice bien en matarlo. Él quiso matar a Finnick, me habría quitado la vida de haberlo conseguido, así que yo lo quité la suya. Es justo. Tras varios minutos más de silencio, mi madre vueve a hablar.

-Por eso no quería que fueras a la guerra. No quiero que manches tus manos de sangre.

-Mis manos ya están sucias. -Es en ese momento cuando mis padres parecen recordar lo de aquel hombre. Noto una mueca extraña en el rostro de mi padre, una mezcla entre odio y decepción, lo que me hace sentirme fatal porque me hace pensar que se siente así por mi culpa.


Cuando River se despierta ya ha terminado la hora de reflexión y tenemos que irnos a cenar. Al llegar al comedor me encuentro con Finncik, está solo así que supongo que Annie seguirá en el hospital. Corro hacia él y le doy un fuerte abrazo para que sepa que le apoyo.

-¿Qué tal? -Me pregunta.

-Mejor de lo que esperaba. River se quedó dormido y pudimos ahorrarnos la despedida. ¿Tú?

-Bueno, me dejaron entrar a verla, pero está muy mal. Después de diez minutos hablando con ella me obligaron a salir pero pude ver como la sedaban. No quieren mantenerla consciente mucho tiempo, al menos mientras duerme no tiene que soportar la realidad. -Le cojo la mano y nos sentamos juntos. Nadie habla durante la cena, ni si quiera Haymitch, que suele pasarse las comidas charlando con mi hermano. Cuando acabo mi estofado, espero a que Finnick se termine el suyo y nos levantamos cuando esto ocurre.

Estamos llegando a los ascensores cuando un Haymitch bastante sofocado nos alcanza.

-Less, esta noche tú y River dormiréis conmigo ¿de acuerdo?

-¿Por qué?

-Verás, he pensado que deberíamos dejar solos a tus padres esta noche. Tienen mucho que... hablar.

-Ya. -Digo no muy convencida.- Pero no hará falta. Dormiré con Finnick. -Haymitch mira a Finnick de arriba a abajo hasta fijar la mirada en nuestras manos entrelazadas.

-Está bien. Supongo que no importa con quién te acuestes. Quiero decir, en que compartimento duermas. -Me ruborizo y miro al suelo, él sacude la cabeza un par de veces y vuelve por donde ha venido. Finnick y yo nos reímos, pero tengo que admitir que ha sido uno de los momentos más incómodos de mi vida.

Cuando se abre el ascensor, ya hay cinco personas dentro, pero aquí los ascensores son enormes así que hay espacio de sobra. Paramos tres veces antes de llegar a la primera planta, donde están nuestros compartimentos, Finnick abre el suyo y me hace un gesto para que pase.

El compartimento es exacto al mío, con dos literas excavadas en la piedra y una cama algo más grande en la pared de la derecha. En frente, está el baño.

-¿Sabes qué? Me olvidé de contarle a mis padres que esta noche dormiría contigo. -Se ríe.

-No te reocupes, seguro que Hatmitch se encargará de eso. -Finnick se sienta sobre la cama grande y me mira a los ojos.- ¿Quieres ducharte primero? Puedes coger una toalla y te dejaré unas de mis camisetas para dormir.

-Vale. -Contesto, y me meto en el cuarto de baño.

Me ducho lo más rápido posible y me dejo el pelo suelto, para que se seque. Cuando salgo, Finncik ya ha abierto la cama grande y ahora se dedica a organizar las pocas pertenencias que trae con él. Sospecho que solo lo hace para no tener que mirarme.

-Vaya, que rápida has sido. Intentaré hacer lo mismo. -Y entra en el cuarto de baño. Antes de que cierre la puerta puedo ver como se quita la camiseta, cosa que me hace sonrojarme y apartar la mirada.

Sobre la mesa, Finnick me ha dejado una enorme camiseta gris (al menos dos tallas más grandes que la que tengo en mi compartimento) me la pongo y me desenredo el pelo con los dedos. Minutos después, aparece Finnick, solo cubierto por una toalla idéntica a la que me ha prestado. La última vez que le vi sin camiseta fue en el aerodeslizador que nos trajo al 13, entonces ya tenía un cuerpo bastante fuerte, pero estas semanas de entrenamiento han hecho su efecto: Su espalda es más ancha y fuerte y los músculos de sus brazos también han crecido. Sus pectorales están ahora mucho más marcados y los seis abdominales que descansan sobre su vientre son también bastante más visibles. Vuelvo a sonrojarme así que me giro y finjo seguir peinándome. Todo esto hace que vuelva a sentirme como en el tren, cuando me incomodaban todas esas confianzas que se tomaba conmigo. Cuando termina de ponerse unos pantalones de color gris se me acerca por la espalda y me abraza.

Su todavía mojado pecho roza mi espalda y hace que se me ponga la piel de gallina, acerca sus labios a mi oído y susurra:

-Gracias por quedarte conmigo esta noche. Lo necesito.

-No tienes que darlas. -Me giro y le beso.- Yo también lo necesito.

Seguimos besándonos, acariciándonos y toda mi incomodez desaparece. No quiero parar. Quiero seguir así durante toda la noche. Finnick se tumba en la cama y yo me subo en su regazo, sin parar de besarle. Acaricio su pecho mientras él introduce sus húmedas manos bajo mi camiseta, rozando mi espalda con las yemas de los dedos. Beso sus labios, sus mejillas, su cuello. Me lleno con su aroma a jabón y, sorprendentemente, a salitre. Me fascina que, después de tanto tiempo fuera de su distrito, su piel siga conservando ese olor a mar tan fuerte. De nuevo, noto su respiración en mi cara y él me mira desafiante, yo me muerdo el labio y sonrío. Él frunce el ceño y se avalanza hacia mí, quedándose totalmente sentado conmigo sobre sus muslos. Apoya su nariz en la mía y me muerde el labio superior. Me estremezco. Enredo mis dedos en su pelo y dejo que los suyos vuelvan a acariciarme la espalda. Se me ponen los pelos de punta y la piel de gallina otra vez. Finnick se pone de rodillas en la cama y me empuja suavemente hacia atrás, dejándome tumbada boca arriba, y clava las rodillas en el colchón, una a cada lado de mis caderas. Se inclina sobre mi cuello y lo besa cariñosamente mientras mis manos parecen moverse solas, deslizándose desde su pelo a su cuello. A su pecho. A su ombligo... Noto como se le eriza el vello de la nuca y la piel de los brazos también se le pone de gallina, sus labios vuelven a subir hasta encontrarse de nuevo con los míos, que los reciben apasionadamente. Me encuentro viviendo el mejor momento de mi vida, podría pasarme la noche así, sin parar de besarlo excepto para salir a respirar. Creo que podría hacerlo, llegar hasta el final. Solo la idea hace que me estremezca. ¿Qué pasaría entonces? ¿Qué pasaría si después de pasar la mejor noche de mi vida con la persona que más amo pasara lo impesable? ¿Qué pasaría si mañana acabamos todos muertos? Decido no pensar en eso y centrarme en Finnick, centrarme en disfrutar. Finnick introduce lentamente sus manos por debajo de mi holgada camiseta y sus dedos rozan mis muslos. Está temblando así que le presiono las manos contra mi cuerpo, haciéndole ver que no me importa que me toque. Parece tranquilizarse un poco y sigue acariciándome poco a poco, hasta llegar a las caderas. Ahora soy yo la que está empezando a temblar. Al ombligo. Cada vez estoy menos convencida de poder hacerlo. Sus manos suben por las costillas hasta casi llegar al pecho. Una parte de mí no quiere que pare, pero otra no puede aguantar más. Sus labios siguen besándome, sus manos avanzando, pero yo me encuetro demasiado confusa. Tan confusa que me echo a llorar.

-Para. Por favor. -Él se aparta y se revuelve el pelo.- Lo siento.

-No tienes que disculparte. -Las manos me tiemblan y las lágrimas siguen resbalando por mis mejillas a pesar de mis constantes intentos de detenerlas. Finnick apoya su mano en mi cara y me seca las lágrimas con el pulgar.

-Pensé que sería capaz de...

-No importa.

-Podríamos probar dentro de un tiempo, yo...

-No me importa, Less. De verdad, para mí no es importante.

-Mañana podríamos estar muertos.

-Eso no pasará.

-Pero es en lo que pienso constantemente. -Finnick me sujeta de la cintura y me atrae contra su pecho, abrazándome tan fuerte que duele. Me aferro a él como si fuera una cuestión de vida o muerte. Puede que lo sea, ya que si él muere, yo muero con él. Le necesito para vivir, tanto como necesito al aire que respiro.

-Deberías dormir un poco.

-No creo que ninguno podamos pegar ojo.

-Al menos inténtalo.

-Vale. -Me tumbo en la cama, pegada a la pared. Finnick se acomoda a mi lado pero sin tocarme, como si no quisiera hacerme sentir incómoda.- ¿Me abrazas?

-Ven aquí. -Me acerco a su cuerpo y apoyo mi cabeza en su pecho desnudo. Él me pone la mano izquierda en la cintura y me agarra la mía con la que tiene libre. Cierra los ojos, pero algo en su respiración me dice que sigue despierto.

Y así nos quedamos, fingiendo estar dormidos, inmóviles y en silencio para no despertar al otro. El latido de su corazón hace que me relaje, pero creo que ambos pasaremos esta noche sin dormir.

sábado, 13 de abril de 2013

CAPÍTULO 12: 

Después de que me echaran de la sala de mando, decidí acompañar a Finnick a su entrenamiento, ya que, según mi horario, tengo que presentarme de nuevo en mando dentro de diez minutos, por lo que me salto el entrenamiento de hoy.

-Entonces, ¿ese tal Gale ha venido desde el 2?

-No estoy segura, no me dió tiempo de escuchar demasiado antes de que Haymitch me sacara a empujones, pero creo que sí.

-¿Por qué crees que está aquí?

-Ni idea. Lo más lógico es que venga a unirse al ejército, ¿no?

-No lo sé, eres tú la que le conoce.

-Yo no le conozco, mi madre no me habló casi nunca de él, excepto para contarme que fueron compañeros de caza y que después de la guerra encontró un trabajo en el 2.

-Y que fue el que diseñó la bomba que mató a tu tía. -Añade él.

-Sí. Aunque no sé exactamente si mi madre le culpa o no. -Llegamos a la Sala de Entrenamiento y le doy a Finnick un beso de despedida.

-¿Qué harás en mando? Acaban de echarte.

-Seguro que no querían que supiera lo que está pasando con Gale, supongo que ya habrán terminado y empezarán a trabajar conmigo. ¿No te acuerdas que Haymitch quería empezar cuando antes?

-En cualquier caso, buena suerte.

-Igualmente. -Y emprendo de nuevo mi camino hacia la sala de mando.

Cuando llego me encuentro con Plutarch, Haymitch, mi madre, sus tres estilistas y con una mujer de mediana edad que se presenta como Fulvia, la presidenta del Distrito 13. Tomo asiento fente a Haymitch y cruzo los brazos sobre la mesa.

-Bien, Less, ¿tienes idea de para lo que estamos aquí?

-Viéndoles a ellos, -señalo a los estilistas- supongo que para ponerme guapa, ¿no?

-Podría decirse así. -Hace una pausa y se inclina sobre la mesa, mirándome fijamente a los ojos.- Vamos a decidir qué aspecto tendrás ahí fuera.

-Creí que iba a una guerra, no a un pase de modelos. -Haymitch me dedica una mirada un tanto exasperada y después se gira hacia mi madre.

-Tenía que ser tan encantadora como tú, ¿verdad? -Mi madre y yo nos enviamos miradas de complicidad e intercambiamos unas breves sonrisas.- Bueno, al grano. Tienes razón, Less, vas a la guerra, pero si quieres que la gente se fije en ti tendrás que llamar la atención, ¿no crees?

-Creo que lo que menos falta la hace es llamar la atención. -Interviene mi madre, no muy educadamente.- Creía que habíamos acordado que se pondría mi traje de Sinsajo.

-¿Se puede saber, preciosa, que te pondrás tú si la cedes tu traje?

-Yo puedo apañármelas con un traje normal. Dadle a ella mi traje, lleva más protecciones.

-Entonces, ¿es lo que haremos? Presentar a la niña como una ''mini-Katniss''? -Se une Fulvia.- No me parece mala idea. Podemos vestirlas con trajes exactamente iguales y mostrarlas juntas en todo momento.

-Lo que queremos conseguir no es eso, sino un Sinsajo completamente nuevo, ¿me seguís?

-Tal vez la idea de crear desde cero otro Sinsajo no es la más adecuada, Haymitch. No si tenemos en cuenta la velocidad a la que avanzan los rebeldes. -Interviene Plutach por primera vez. Haymitch, harto, se pone en pie y se lleva las manos a la cabeza. Yo no puedo evitar soltar una risita.

-¿No se supone que habíamos quedado en moldear un nuevo símbolo de rebelión? ¿Con un nuevo rostro y una nueva personalidad?

-Sí pero no hay tiempo Haymitch, trabajamos contra reloj, los rebeldes casi se han hecho con el 5 y si se hacen también con el 6... Estaremos predidos.

-¿Por qué? ¿Qué hay en el 6? -Pregunto sintiéndome un poco avergonzada, ya que todo el mundo parece mirarme como si fuera idiota.

-El 6 se encarga del transporte de todo Panem. No hay tanques ni aviones militares pero sí están todos los trenes que comunican los distritos. Si se hacen con él, se acabarán las evacuaciones. ¿Tienes idea de la cantidad de gente inocente que morirá si eso ocurre?

-Haymitch, Plutarch tiene razón, no hay tiempo.- Insiste Fulvia.

-Está bien, haced lo que querais, ¿qué teneis pensado?

-Tal vez podríamos presentarla de la misma forma que presentamos a Katniss hace quince años. Rebelde, furiosa, y con un toque de salvajismo. Como una persona que ha sufrido mucho y que quiere venganza.

-Less no es así. -Interviene mi madre.

-No hace falta que lo sea. Nos vale con que actúe como tal.

-Pero no tiene sentido, ella nunca ha pasado hambre, no ha participado en los juegos, no ha vivido una guerra.

-¿Qué enfoque sugieres que le demos a tu hija entonces, Katniss?

-No lo sé. Ni si quiera estoy de acuerdo con lo que estáis haciendo.

-¿Y si moldeamos su imagen para que parezca la de una niña a la que la han arrebatado su adolescencia? No es tan trágico como lo que propote Fulvia pero sí lo suficiente como para causar impresión. -Esta vez es Octavia la que interviene, por primera vez en lo que llevamos de reunión.

-Me gusta. -Opina Plutarch.

-Y a mí. -Apoya Fulvia.

-Genial. ¿Tú que opinas, preciosa? -Pregunta Haymitch mirando a mi madre con una sonrisita.

-Vale. Pero pienso que Less es la que debe decidir.

-A mí me vale, supongo. -Contesto, no muy convencida.

-Entonces manos a la obra. -Sentencia Haymitch.- Less, ve con los estilistas a probarte el traje de tu madre mientras nosotros trabajamos en un bonito discurso, ¿de acuerdo? -Los extravagantes estilistas se levantan y me hacen gestos para que les siga, lo hago.

Por el camino, el estilista de tirabuzones naranjas se presenta como Flavius, y la mujer de la melena azul y algo más mayor que sus compañeros, como Venia. Flavius, Venia y Octavia me llevan a un compartimento donde tienen todo un arsenal de productos de belleza, en el que me dejan en ropa interior y me visten con un traje negro que va del cuello a los tobillos y con un par de botas a juego. El conjunto es algo ajustado y pesado, auque muy cómodo al mismo tiempo. Noto todas las protecciones a las que se refería mi madre: chaleco antibalas incorporado, rodilleras y protecciones en los codos. La capucha lleva incorporado un casco, de manera que me lo puedo quitar fácilmente cuando quiera y, por el peso de las botas, deduzco que llevan las punteras de acero. Me giro para mirarme al espejo, pero Ocavia no me lo permite.

-Deja que acabemos nuestro trabajo. -Me dice.

Me sientan en un taburete, de espaldas al único espejo de la habitación, y me deshacen la despeinada trenza oscura que cuelga por mi espalda. Octavia me desenrreda mientras los otros dos discuten a cerca del maquillaje.

-¿Cómo es que estáis aquí? -Pregunto. Flavius, que hasta ahora me daba la espalda, de gira y posa sus ojos marrones sobre los míos y me muestra una sonrisita burlona.

-Que seamos del Capitolio no quiere decir que estemos de acuerdo con los rebeldes, niña.

-Lo siento, pensé que...

-No importa.

Nadie vuelve a hablar si no es para dar instrucciones a otro. Octavia me ha cortado un poco las puntas y me ha hecho una trenza nueva, esta vez baja de la parte izquierda de mi cabeza y cae por mi hombro derecho. Los tres estilistas se paran a admirar el trabajo de Octavia hasta que Venia pregunta:

-¿Qué haremos con el maquillaje?

-Pienso que no deberíamos abusar demasiado.

-Lo sé, pero mira que granos. ¿Los dejamos tal cual? -Me parece que Venia está exagerando, ya que los únicos granos que tengo son unos cuantos granitos, típicos de la pubertad. Afortunadamente, Octavia parece darse cuenta.

-Creo que será lo mejor, ya has oído lo que han dicho en mando, tenemos que hacer que parezca una adolescente, ¿qué hay más propio de la adolescencia que unos pocos granitos?

-Entonces, ¿no la maquillamos?

-Tengo una idea. -Interviene Flavius, y se avalanza sobre mí, moviendo sus herramientas de maquillaje a toda velocidad. -Cierra los ojos, Leslie.

Acerca la brocha a mi párpados cerrados y comienzá a dar suaves toques. Cuando abro los ojos, Flavius ya está centrado en mis mejillas, cosa que parece frustrarle un poco, ya que el yeso que tengo sobre la nariz no le deja trabajar. Deja la brocha sobre la mesa donde están apoyados todos los productos cosméticos y coje un pequeño tuvo. Extiende por mis labios un pegote de esa especie de crema y al instante noto la diferencia, incluso estando de espaldas al espejo: mis labios ya no son tan carnosos como antes, más bien están secos y puede que incluso algo cortados.

-Bueno, creo que ya está. Puedes mirarte. Por supuesto, quedará mucho mejor cuando se te arregle la nariz. -Me levanto de la silla y me giro para encontrarme con el reflejo de una persona que no parece corresponder conmigo, es más, este reflejo es sorprendente y espeluznantemente parecido al de mi madre.

Examino detalle a detalle todo mi cuerpo, de pies a cabeza. Las botas negras, duras, pesadas y cómodas, más parecidas a las que suelo usar cuando voy de caza a las que llevan los militares. El traje, tan negro como el carbón y algo ajustado, aunque me permite una perfecta movilidad, no solo es cómodo, sino bonito. Al ser de color negro, estiliza bastante mi figura e incluso hace que parecer que tengo más pecho. Las mangas llegan hasta por debajo del codo, así que dejan ver los arañazos que Alice me hizo en los antebrazos y la pulsera que Finnick me regaló. La preciosa trenza de Octavia cae suavemente por mi hombro derecho hasta debajo del pecho. Pero lo más sorprendente es, sin duda, mi cara: Flavius no ha abusado para nada del maquillaje, sino que ha aplicado algunas sombras más oscuras alrededor de mis ojos, haciendo que parezcan ojeras, y en mis mejillas, haciéndolas parecer más huecas de lo que son. Los labios, como esperaba, parecen estar dañados y muchos más pálidos que habitualmente. El enyesado de mi nariz y los arañazos de los brazos parecen encajar a la perfección con el estilismo, ya que hacen parecer que me recupero de lesiones que he sufrido en la batalla.

-Creo que deberías quitarte la pulsera. -Sugiere Venia.- No concuerda demasiado con el aspecto que queremos darte.

-No. No pienso quitármela. -A través del espejo distingo una mueca de discordia, pero no dice nada. Vuelvo a centrarme en mi reflejo, que me devuelve una mirada sorprendentemente mortífera.

-¿Qué te parece? -Pregunta Flavius.

-Me gusta. -Admito.- Aunque no me parezco mucho a mí.

-Eres igual que tu madre, Less. -Reconoce Octavia.- Sois como dos gotas de agua.

-Sí pero tiene los ojos de su padre. -Aporta Venia.

-Lo sé, pero mírala, vestida con el traje de Katniss resultan ser prácticamente idénticas. -No estoy del todo de acuerdo con Octavia. Es cierto que me parezco mucho a mi madre, pero no somo iguales, ella tiene una expresión distinta en los ojos, como si estuvieran sumergidos en una constante pena. Sus facciones son más angulosas que las mías, yo soy ya algunos centímetros más alta que ella y no estoy tan delgada. Y luego está la evidente diferencia, la que todo el mundo nota: mis ojos no son de ese tono gris tan usual de la Veta, sino de un azul turquesa, como los de mi padre.

-Estás genial, Leslie. -Sentencia Flavius.- Debríamos llamar a Fulvia para que te eche un vistazo. Octavia, ¿te importa ir a buscarla?

 

-¿Seguro que deberías entrenar? Te recuerdo que tu nariz está rota.

-No entiendo qué tiene que ver la nariz para lo que estamos haciendo. -Finnick y yo nos encontramos en la Sala de Entrenamiento con Angelina, Jeff y Kyle, esperando a que nos llegue el turno de recorrer el circuito de obstáculos que la Teniente Farrow y el Sargento Backus han preparado para nosotros.- Además, será mejor que esté en forma para cuando vaya a la guerra, ¿no?

-¿Cuándo te irás?- Me pregunta Angelina.

-Ni idea. Ni si quiera nos han dicho en qué consistirá nuestra misión.

-Espero que no sea antes del mes que viene, así yo también podré ir.

-¿Y qué clase de ayuda puedes aportar tú en el campo de batalla, Angelina? -Bromea Jeff, mostrándola una adorable sonrisa.

-Yo no perdí en el combate cuerpo a cuerpo. -Le responde ella, alzando una ceja.

-No fue mi culpa. Finnick hizo trampas.

-Sabes perfectamente que eso es mentira. -Se une él.- Te gané limpiamente, es más, de haberlo querido te hubiera tumbado desde el principio, solo quería darle algo de emoción. -Todos reímos. Estoy feliz de haberlos conocido, así que intento disfrutar al máximo ya que, a pesar de haberlos conocido hace poco, son lo más parecido que he tenido nunca a unos amigos. Además, Kyle y Jeff también irán a la guerra, y Angelina cuando cumpla los quince, así que procuro aprovechar al máximo estos momentos en los que todos somos felices.

-Avner. -Nombra la Teniente Farrow, y Jeff se prepara para abordar el circuito.

Cuando la entrenadora da la señar, Jeff sale corriendo y atraviesta con facilidad en camino de ruedas que han colocado en el suelo. Después, se arrastra por debajo de una red, trepa por una cuerda hasta llegar al otro lado de un muro, derriba a las siluetas enemigas de cartón y escala una red. Cuando llega al final del circuito, todos estamos seguros de que ha conseguido uno de los mejores tiempos hasta ahora.

Uno a uno, mis compañeros van superando el circuito, atascándose sobre todo en las partes de escalada, donde yo no tendré problema. Cuando por fin la entrenadora grita mi nombre, me coloco en la salida y me preparo para empezar. La parte de las ruedas no es excesivamente difícil, aunque hay un momento en el que casi tropiezo. Me arrastro hasta el final de la red con bastante facilidad y llego a la cuerda. Es más difícil que trepar árboles, pero no tardo ni diez segundos en llegar a la parte de arriba y saltar al otro lado del muro. Las siluetas enemigas las derribo todas de un disparo (resulto ser bastante buena con el fusil) y la red tampoco me resulta demasiado complicada.

-Mellark, 25'02 segundos, no está nada mal. -Anuncia la Teniente Farrow. Estoy contenta, he superado a Kyle y Angelina, aunque Jeff y Finnick han sido más rápidos.

 

Y así pasan los días, y más tarde, las semanas. Asisto a clase de estrategia cada día durante dos horas, y a entrenamiento, durante siete. También me reclaman en mando dos o tres veces a la semana para preparar mis apariciones en público, ahora que me han quitado el yeso de la nariz, mi aspecto con el traje parece mucho más mortífero, aunque no he tenido ocasión de enseñárselo a nadie que no fueran mis estilistas, Fulvia, Haymitch o Plutarch. Me hubieran llamado más veces, pero mi madre insistía en que lo más importante era mi entrenamiento. Yo intento concentrarme al máximo, tanto con las clases como entrenando y, al cabo de unas semanas, me convierto en una de las más avanzadas de mi curso, junto con Jeff y Finnick, que siguen siendo el orgullo de todos los instructores. Como si las siete horas diarias no fueran suficiente, mi madre me obliga a practicar en el campo de tiro cada vez que tengo tiempo. Esos pocos minutos me sirven para relajarme, puede que los objetivos no sean más que siluetas enemigas y que no estemos rodeadas de árboles, disfrutando del puro aroma a bosque, pero disparar con mi madre siempre me ha ayudado a evadirme, por raro que parezca. Todo esto, hace que mi tiempo libre se reduzca hasta casi desaparecer por completo, y prácticamente no hablo con Finnick en ningún momento que no sea durante los entrenamientos o las comidas, lo que me fastidia bastante, ya que ambos iremos a la guerra dentro de poco y me gustaría pasar muchísimo más tiempo con él. También echo de menos a River, aunque al menos a él, puedo dedicarle la hora diaria de reflexión. Respecto a mis padres, todo sigue más o menos igual, aunque ya no paso tanto tiempo con mi padre como me gustaría. También he estado pensando bastante en la razón por la que está Gale aquí aunque, afortunadamente, mis preguntas no tardaron demasiado en responderse ya que mi madré me lo confesó todo dos días después de su aparición. Durante la reunión de la que me expulsaron, estuvieron discutiendo a cerca de que Gale se conviertiera en el jefe de escuadrón en el que me colocarían a mí, mi madre no estuvo de acuerdo y tuvo una gran disputa con Haymitch (hasta el punto de dejar de hablarle durante tres días) ya que ella no estaba dispuesta a ''dejar mi vida es sus manos''. Finalmente todo se arregló y mi madre ya se habla con Haymitch, aunque yo no he vuelto a tener noticias sobre Gale o el escuadrón en el que me colocarán.

El tiempo avanza rutinaria mente hasta que una tarde me reclaman en mando, nada fuera de lo común. Lo raro es que cuando llego allí, me encuentro con personas a las que no espero ver: Angelina, Kyle, Jeff, Finnick, Gale y otros dos hombres de unos cuarenta años a los que no conozco, además de las habituales caras de Haymitch, Plutarch, Fulvia y mi madre. Tomo asiento en el único sitio libre que queda, entre Haymitch y Kyle. Miro de reojo a Finnick, que está a tres asientos de mí, y a mi madre, a la que tengo justo en frente.

-Bien, ya estamos todos. -Nos recibe Fulvia.- Hoy os comunicaremos vuestra misión en la guerra. Partiréis dentro de dos días, y seréis llevados al Distrito 6, donde tendréis que rescatar a Redmond, uno de nuestros espías que, al parecer, escuchó una conversación de vital importancia justo antes de ser capturado por los rebeldes.

-¿Para qué necesitas que vayamos tantas personas? Al fin y al cabo, es una misión de rescate. -Pregunta uno de los hombres que no conozco.

-Que sea una misión de rescate no quiere decir que más fácil que tender una emboscada o cualquier otra cosa. Más bien todo lo contrario. -Contesta Haymitch.

-Exacto. No debéis subestimar la misión, ya que los rebeldes tienen retenido a Redmond en el Edificio de Justicia y le han puesto mucha vigilancia. Sospechamos que le mantienen con vida para sacarle información. -Añade Plutcharch.- Hemos pensado que lo mejor es que dos de vosotros les observéis durante un par de días antes de entrar en acción, fijándoos en todos los detalles que os puedan ser útiles, como los cambios de guardia. Los demás podréis ayudar al resto de las tropas a resistir al ataque rebelde, no queremos que os arriesguéis a perder a un miembro del escuadrón antes de tiempo, pero no estará de más si os cargáis a unos cuantos rebeldes. Katniss y Less grabarán algunas propos con el equipo de grabación mientras todo esto ocurre. ¿Alguna pregunta?

-Sí. -Interviene el otro hombre.- Si la misión es tan complicada como decís, ¿por qué enviáis un a grupo de críos en vez a militares más experimentados?

-El escuadrón 682 está formado por gente con talento para la estrategia, escurridiza y fuerte al mismo tiempo, y estos ''críos'' son los mejores de su curso. -Me paro a pensar en la respuesta de Haymitch. Es verdad que somos los mejores de nuestro curso, puede que sin contar a Alice, pero no creo que confíen demasiado en ella. Definitivamente sí, encajamos con la definición de Haymitch.

-No lo niego, pero pienso que sería mejor si envíais a un grupo formado por gente como Hawthorne, Harries o yo, que llevamos años dedicándonos a esto.

-Lástima que no seas tú el que toma esas decisiones. -Sentencia Fulvia.- Si no hay más preguntas, podéis iros, pero recordad que pasado mañana nos reuniremos aquí a las cinco de la mañana. Hasta entonces, tenéis permiso para faltar a los entrenamientos.

Todos nos levantamos y salimos de la sala. La mayoría avanza muy deprisa, pero yo no tengo prisa, así que me quedo atrás hasta que Finnick me alcanza.

-Bueno, por fin llegó el momento, ¿no? -En su tono de voz no hay ni la más mínima muestra de entusiasmo.

-Supongo. -Le contesto, también algo preocupada.

-Tendría que ir a hablar con mi madre. No había conseguido hacerse a la idea de que fuera a luchar a la guerra, y ahora que el día está tan cerca... No sé que tal se lo tomará.

-Buena suerte, entonces.

-Sí, gracias. La necesitaré. -Me lanza una última mirada antes de perderse en el largo pasillo. Justo cuando la silueta de Finnick dobla la esquina, aparece mi madre.

-Llegó la hora. Creo que deberíamos hablar con papá y River, ya es hora de que tu hermano sepa lo que está pasando.

-Vale. -Intento sonar indiferente, pero mi madre es la persona que mejor me conoce en todo el mundo y no pasa ni un segundo antes de que se dé cuenta de que no estoy bien.

-Leslie, sé que que es duro. Sabes que no tienes que hacer esto.

-Sí, tengo que hacerlo. Decepcionaré a todo el mundo si no lo hago. -Ella me mira a los ojos y frunce los labios hasta que no son más que una fina línea.

-Sé que lo harás, eres demasiado valiente para abandonar. Solo prométeme una cosa: hazlo por ti, no por los demás.

-No decidí aceptar pensando en los demás.

-Entonces, ¿qué te pasa? -Dudo un poco antes de contestar.

-Llevo semanas esperando este momento, y ahora que lo tengo a la vuelta de la esquina... Tengo miedo. -Mi madre me abraza fuertemente y apoya su barbilla en mi hombro.

-Es normal, pero te prometo que no te pasará nada. Estaré a tu lado, Less.

-Eso es precisamente de lo que tengo miedo. No quiero que la gente muera por mí.-Vuelve a fruncir los labios, esta vez el gesto va acompañado de una mirada de preocupación. En caso de que sea necesario, mi madre es una de las personas que no dudaría en dar su vida por mí.

-No pienses en eso. -Me dice al fin.- Ya son más de las seis, no querrás perderte la hora de reflexión.

El camino a nuestro compartimento transcurre en silencio, y cuando llegamos, ambas nos tomamos un par de segundos para respirar hondo antes de abrir la puerta. La imagen de mi padre y mi hermano sentados en el suelo y jugando alegremente me golpea en la cara como si fuera una bofetada. No por el hecho de que lo estén pasando bien, sino porque puede que sea una de las últimas oportunidades que tenga para verlos así. Mi primera reacción es sentarme rápidamente junto a River, él no parece darse cuenta de que no estoy pasando unos mis mejores momentos, pero mi padre si lo hace y mira a mi madre buscando una respuesta, ella niega con la cabeza y se une a nosotros, no sin antes darle un corto beso a mi padre. Pasamos unos cuantos minutos jugando en familia durante los cuales todos fingimos no darnos cuenta de la evidente rigidez del ambiente, hasta el punto de que hasta River se percata de la gran cantidad de tensión.

-¿Qué os pasa a todos? ¿Estáis tristes? -Mis padres se miran entre ellos, probablemente pensando en si decirle ya a River lo que está pasando. Finalmente, es mi madre la que contesta, abrazando a mi hermano por los hombros.

-Verás, cariño, hay una razón por la que nos hemos mudado aquí tan rápido. -Se toma unos segundos antes de continuar.- Ahí fuera hay una guerra, pero no te preocupes, aquí estamos todos a salvo.

-¿Una guerra? Pero esta vez no vas a luchar tú, ¿verdad?

-River, te prometo que no me pasará nada.

-Pero no puedes ir. Ya fuiste la otra vez.

-Lo sé, cielo, pero no puedo hacer nada. Estaré aquí antes de que te des cuenta.

-Mamá, yo no quiero que te vayas. -La última palabra la pronuncia con lágrimas en los ojos, lo que hace que a mí también me den ganas de echarme a llorar. Mis padres parecen compartir mis sentimientos, aunque los ocultan mejor que yo. Mi madre le da un beso en la frente y le muestra una sonrisa triste.

-Serán solo unos días, además, Less me acompañará. Nos cuidaremos la una a la otra.

-¿Less también va? -Asiento.

-Sí pero no tienes que preocuparte. Tú te quedarás aquí con papá y Haymitch, seguro que os lo pasáis en grande.

 

Durante la cena reina un ambiente de tristeza. No solo River está triste, sino que a Annie se la ve francamente mal. Interrogo a Finnick con la mirada, queriendo saber qué tal le ha ido con su madre, aunque sin obtener respuesta clara, ya que él se encoge de hombros mientras marea su puré de verduras con la cuchara. Le cojo la mano que tiene apoyada encima de la mesa para transmitirle seguridad, aunque no creo que haya funcionado, ya que la mano me tiembla demasiado. Dedico el resto de la cena a pensar cómo se habrán tomado la noticia las familas de mis amigos. Jeff no tiene padres, su única familia es su hermana pequeña, que tiene más o menos la edad de River, así que no tengo ni idea de qué pasará con esa niña cuando Jeff se marche. Angelina ya había avisado a su madre y a su abuela de que quería luchar, pero pienso que para una madre es igual de duro ver a tu hija marchar a la guerra, tanto si te ha avisado antes como si no. Kyle, por su parte, no había dicho nada a sus padres ni a su tío, es hijo único, lo que, supongo, empeora las cosas.

A la hora de regresar a nuestros respectivos compartimentos, ni si quiera me despido de Finnick. Lo único que quiero es darme una ducha rápida y meterme a la cama lo antes posible. Después de ducharme, peinarme y lavarme los dientes, me acuesto con la enorme camiseta gris como pijama e intento conciliar el sueño, pero me es imposible, ya que lo único en lo que puedo pensar es en que mañana será mi último día en el Distrito 13 antes de adentrarme en una guerra de la que no estoy segura de que vaya a salir.

domingo, 17 de marzo de 2013

CAPÍTULO 11.
 

La sala de mando es una sala de unos diez metros cuadrados, muy oscura, y con muchos aparatos llenos de lucecitas. Al fondo hay una gran pantalla que ocupa toda la pared y que, ahora mismo, muestra un mapa de Panem en el que se marca el avance rebelde y la resistencia de nuestras tropas. En el centro hay una mesa grande con doce sillas y con más luces y hologramas que salen de ella. Tomo asiento entre Haymitch y Finnick y le agarro la mano por debajo de la mesa. Él me la estrecha, lo que me provoca un grandísimo alivio.

-Bien, ya estamos todos. -Comienza Plutarch con su acostumbrada exagerada sonrisa.

-¿De qué va esto, Plutarch? -Interrumpe mi madre, bastante impertinente.

-¿Perdón?

-Te estoy preguntando que a qué viene todo esto. Primero decís que Leslie no tendrá que ir a la guerra, y ahora nos reunís a todos para decirnos que quereis sacarla al campo de batalla.

-Bueno, Katniss, sé que puede resultar duro, pero tal y como están las cosas...

-¡Me da igual como estén las cosas ahí fuera! Estamos hablando de una niña de catorce años que no tiene la más mínima experiencia en situaciones como esta. Además es menor de edad y soy yo la que decide si va o no, porque, por si no habíais dado cuenta, es mi hija.

-Lo sabemos pero... Bueno, será mejor que veas tú misma a lo que nos enfrentamos. -Plutarch pulsa un botón que hay delante suya y unas pantallas salen delante de cada silla. Por el rabillo del ojo, soy capaz de ver a mi padre susurrando a mi madre, tranquilizándola.

Cuando las pantallas se encienden aparecen unas imágenes del Distrito 4 antes del último bombardeo. Noto como la mano de Finnick se tensa entre la mía y yo le doy un fuerte apretón. Entonces aparece él, siendo derribado por el hombre calvo al que maté. La periodista que narra los hechos identifica a Finnick diciendo que es hijo de Finnick Odair y su mujer (no muy cuerda) Annie, ambos vencedores del Distrito 4. De repente las cámaras dejan de enfocar al hombre tratando de matar a Finnick y se centran en la pila de escombros en la que yo estaba escondida. Aumentan la imagen y soy capaz de distinguir con precisión como me pongo en pie y disparo una flecha al cráneo del hombre. Después, salgo corriendo en busca de Finnick y nos enfocan llendo al hospital. La imagen cambia totalmente y una periodista aparece, explicando a los expectadores los sucesos que acaban de ver.

''-En efecto, el chico pelirrojo que ha estado a punto de ser asesinado por aquel rebelde es nada menos que Finnick Odair Jr. y la chica que dispara desde un rincón alejado es Leslie Primrose Mellark. Hemos visto claramente como la hija del Sinsajo ha sido capaz de salvar una vida a su corta edad, eso nos hace preguntarnos: ¿Seguirá los pasos de su madre? ¿Estamos ante el nuevo rostro de la rebelión? Les informaremos sobre cosas como esta y más en cuanto nos sea posible.''

La pantalla se queda en negro, durante unos segundos nadie dice nada hasta que Haymitch rompe el silencio.

-¿Ahora entiendes por qué necesitamos a Less, preciosa? -Dice dirigiéndose a mi madre.

-Sigo sin comprenderlo, que estuviera allí no quiere decir que tenga que convertirse en el Sinsajo.

-¡Katniss! -Hamitch se pone en pie y señala el mapa del fondo.- ¿No te das cuenta de todo lo que han avanzado nuestras tropas desde que se emitió la grabación? Leslie les ha dado lo mismo que les diste tu hace quince años: esperanza.

-¿Por qué? Ella no es famosa, no es una asesina, Haymitch. Yo sí.

-Dijiste que no estarías dispuesta a asumir el cargo de nuevo, ¿recuerdas?

-Por supuesto que sí, pero lo asumiré si con eso evito que mi hija vaya a la guerra.

-Lástima que ya no nos sirva. -Interrumpe Plutarch.- Pensamos que la chica puede darnos mejores resultados que tú. Es cierto que Leslie no tiene mucha experiencia pero la paz que conseguiste hace quince años ha sido tan efímera que muchas personas te culpan de lo ocurrido, por eso creemos que tu hija es la mejor baza para ganar esta guerra.

-¿Y si me niego?

-¿No lo entiendes, Katniss? -Vuelve a gritar Haymitch.- Hace quince años fuiste tú el Sinsajo. Less es tu hija y ahora le toca a ella ser el rostro que salve a la nación.

-Pero es que ella...

-No puedes hacer nada, es su destino.

-Creo que debería de ser yo la que decido, al fin y al cabo, es mi vida. -Intervengo.

-Tienes razón. ¿Qué opinas?

-Opino que tengo que pensarlo.

-Less, tanto si aceptas como si no tenemos que empezar a trabajar cuanto antes...

-Tienes hasta mañana después del desayuno. -Le interrupe Plutarch.

Después de eso, todo el mundo se levanta y, aunque la mayoría sale de la sala, mis padres se dirigen a Plutarch, enfadados. Intento rezagarme para poder espiarles y oir lo que dicen, pero Finnick me coge del brazo, me saca de la sala, y me lleva detrás de unas tuberías que hay en el pasillo.

-Finnick...

-Te dije que me quedaría aquí por ti. Abandoné mi venganza, Less, y ahora eres tú la que vas a luchar.

-Aun no he dicho que vaya a luchar.

-Pero lo harás. Less, por favor, quédate.

-No sé lo que voy a hacer, Finnick. De verdad que no lo sé.

-Haré cualquier cosa, lo que quieras, pero no te metas en esto.

-Tú estuviste apunto de hacerlo.

-Como soldado, no como ''Rostro de la Reblión''.

-Yo no soy ningún rostro de rebelión.

-Pero la gente lo cree, Less. -Me sujeta por los hombros mirándome a los ojos seriamente, con su mirada bañada en lágrimas que no quieren ser derramadas.- Mira, si aceptas, los rebeldes irán a por ti, serás su objetivo.

-Mi madre también lo fue y se escapó.

-¿Durante cuánto tiempo? ¿Quince años? Ahora todo ha empeorado. Less, te lo suplico. -Finalmente, una lágrima desciende por su pómulo derecho.- Eternamente, ¿recuerdas?

Me lanzo a sus brazos y le abrazo como si nunca más volviera a verle. Tampoco puedo evitar dejar escapar un par de lágrimas ni él dejar de contener las suyas. Siento como solloza, con la frente apoyada en mi hombro.

-¿No te das cuenta, Less, de que si te pasa algo yo me muero?

-No va a pasarme nada, Finn.

-No, claro que no. No va a pasarte nada porque estaré contigo. -Me separo unos centímetros de él, hago que me mire a los ojos, le seco las lágrimas y le beso.

Besarle me reconforta, y a él parece que también porque le noto más tranquilo. Los dos sabemos que mi decisión está prácticamente tomada, pero también sabemos que nos tendremos el uno al otro para guardarnos las espaldas y, ciertamente, me alivia saber que él vendrá conmigo.

 

Durante la comida a penas hablo con nadie. Vuelvo a sentarme en la esquina del banco e intento ignorar las continuas miradas de mi madre. No ha querido hablar conmigo aun porque River está delante, pero estoy segura de que lo hará en cuanto tenga oportunidad. Cuando me termino mi ración de una especie de puré de pescado muy gelationoso y de muy mal sabor, me levanto y dejo la bandeja y los cubiertos en su sitio. Como esperaba, mi madre me aborda y me aparta de la multitud.

-Less, escúchame. No vayas.

-Mamá...

-No, te están utilizando, como hicieron conmigo. Si aceptas toda la gente a la que quieres sufrirá muchísimo.

-Ya pero... ¿Y si Haymitch tiene razón? Quiero decir, lo que han estado explicando... Tiene sentido, mamá. ¿Y si mi destino es luchar en la guerra?

-Tu único destino es el que te marcas tú misma. -Hago una mueca extraña. No quiero que mi madre lo pase mal, pero sé que mi deber es ir a la guerra. Al parecer, ella entiende lo que quiere decir y asiente con tristeza.- Si vas a luchar, Less, quiero que lo des todo en los estrenamientos, ¿me entiendes? Tienes que esforzarte al máximo para ir lo más preparada posible. Mírame, yo estaré contigo. Hablaré con Haymitch, o con Plutarch, les diré que me pongan en tu mismo pelotón y te guardaré las espaldas, pero en la guerra tienes que saber cuidarte tu misma, por eso quiero que te dejes la piel en los entrenamientos.

-Por supuesto. -Doy a mi madre un fuerte abrazo y me dirijo al pasillo, donde Finnick lleva ya unos minutos esperándome.

Al igual que con las clases, los entrenamientos y las clases de estrategia están repartidos en distintos cursos, de manera que los alumnos estén agrupados por edades. Mi grupo es el primero de todos, el de los alumnos de catorce y quince años, con lo cual, esta vez iré con Finnick.

El aula donde tengo que asistir para la clase de estrategia está solo cinco plantas por debajo del suelo, así que Finnick y yo no tardamos más de cinco minutos en llegar. Por suerte, el Coronel Boothe no es tan antipático como la profesora que tengo en el resto de las clases y, aunque sea un miembro del ejército, no es demasiado estricto. Las lecciones las encuentro bastante interesantes y, tal y como le prometí a mi madre, intento no perder la concentración ni un segundo, tomando apuntes, preguntando dudas y participando en todo lo que puedo. Las dos horas y media de clase pasan rápidamente y cuando el Coronel Boothe anuncia que hemos terminado por hoy tengo la sensación de que solo han pasado unos cuantos minutos.

Para llegar a la Sala de Entrenamiento tenemos que descender unas veinticinco plantas en el ascensor hasta encontrarnos con un pasillo muy corto y estrecho que solo tiene una puerta gris al fondo. La abrimos y tanto él como yo nos quedamos alucinados por lo grande que es la habitación en la que nos encontramos.

La sala tiene una parte cubierta por colchonetas, y otro espacio algo más pequeño que intenta imitar el suelo de un bosque. El resto contiene circuitos de obstáculos, campos de tiro y armas de todo tipo colgadas en una de las paredes. Finnick y yo nos acercamos a la que suponemos que es la instructora. Después de darnos la bienvenida y presentarse como la Teniente Farrow, nos indica que tenemos que cambiarnos en los vestuarios que hay al fondo de la sala, que encontraremos unas bolsas con nuestros nombres.

Finnick y yo entramos en los vestuarios y, tal y como ha dicho la entrenadora, dos bolsas con las etiquetas ''ODAIR'' y ''MELLARK'' descansan sobre los bancos. Me quito mis incómodos zapatos negros y los pantalones grises para dejar paso a unos pantalones similares en color pero muchísimo más cómodos, de mi talla, más anchos, y llenos de bolsillos. Me deshago de mi enorme camiseta gris para cambiarla por una negra de manga corta que, afortunadamente, es de mi talla. Finalmente me calzo unas botas militares de color negras que, aunque algo pesadas, me resultan más cómodas que mi anterior calzado. También nos han dejado una chaqueta de color gris oscuro, pero decido guardarla con el resto de mi ropa ya que aquí abajo no hace nada de frío. Me giro para mirar a Finnick y, como esperaba, el uniforme le queda genial.

-Esta ropa no puede compararse a la anterior, ¿verdad? -Me dice.

-Para nada, espero que nos dejen llevarla normalmente para no tener que volver a ponerme la otra. -Reímos.

-¿Lista?

-Lista. -Y salimos de los vestuarios, dispuestos a esforzarnos al máximo en los entrenamientos.

Cuando nos reunimos con el resto de compañeros, nos acercamos a saludar a Angelina y la instructora nos manda hacer una serie de calentamientos antes de empezar a correr. Corremos durante diez minutos y después nos colocamos en semicírculo alrededor de la entrenadora.

-Muy bien, soldados. Ahora practicaremos con las armas de fuego, ¿alguien aquí ha disparado con una alguna vez? -Finnick y otras seis personas más levantan la mano.- Bien, entonces vosotros cogereis un rifle de asalto y practicareis en el campo de tiro con el Sargento Backus. El resto venid conmigo.

El resto de la clase seguimos a la Teniente Farrow hasta una esquina de la sala donde hay una mesa repleta de armas cortas totalmente desmontadas.

-Ahora os enseñare a montarla. Luego podreis disparar un cartucho y veremos que tal se os da. -Dicho esto monta una pistola y nos deja vía libre para que lo intentemos nosotros.

Al principio me cuesta un poco, ya que también tenemos que limpiar una por una todas las piezas antes de unirlas, pero finalmente consigo terminar de montar mi arma en apenas diez minutos. Soy de las primeras en terminar, así que ayudo a Angelina con la suya y después esperamos a que todos terminen, cuando esto ocurre, la entrenadora nos lleva a un pequeño campo de tiro donde nos va llamando por orden para que disparemos nuestros cartuchos. Cuando llega mi turno, consigo acertar cinco de las siete balas, ya que en los dos primeros disparos, el retroceso del arma hizo que me temblara la mano.

Después de disparar, nos reunimos con el grupo de Finnick en la zona de colchonetas para practicar el combate cuerpo a cuerpo, algo que, sinceramente, temo. No soy una chica demasiado alta ni demasiado fuerte, tampoco estoy muy delgada, pero al menos la mitad de las chicas y todos los chicos son más grandes que yo.

-¿Has hecho esto antes? -Le pregunto a Angelina.

-Oh sí. Practicamos unas tres veces a la semana. -Ella parece reconocer el toque de pánico en mi cara.- Pero no te preocupes, la Teniente Farrow nunca deja que lleguemos a hacernos daño realmete.

-Genial. -Digo irónicamente por lo bajo.

La Teniente Farrow nos pone por parejas acorde a nuestra constitución física. A mi me toca con una chica un pelín más bajita que yo pero de corpulencia similar llamada Alice. Habla muy poco y no parece ser de las personas a las que les gusta hacer amigos, así que ninguna hablamos mientras esperamos a que llegue nuestro turno.

Los chicos están peleando a unos cinco metros de nosotras con el Sargento Backus como instructor, aunque no me fijo demasiado ya que Angelina está ahora peleando con otra chica. Para mi sorpresa, Angelina es realmente buena en el cuerpo a cuerpo. Ella es, sin duda, la más delgada de la clase pero de momento no la ha ganado nadie. Cuando derriba a su tercera oponente, la Teniente Farrow dice que ya está bien y llama a otra pareja de chicas.

-Eres muy buena. -La felicito.

-Gracias, aunque tampoco tanto. Esas chicas con las que he peleado no son precisamente enormes, ¿no crees?

-Puede que no pero aun así has estado genial. -Ella me sonríe y se aparta el pelo de la cara.

Entonces oigo al Sargento Backus llamar a Finnick y a un tal Avner, así que me giro para observarlos. Avner es un tipo alto y musculoso, algo más que Finnick. Su piel es bastante pálida aunque su pelo y sus ojos son de un marrón muy oscuro. Cuando Backus da la señal para que empiecen a pelear, Avner se avalanza sobre Finnick a tal velocidad que pienso que realmente quiere matarlo, aunque Finnick también es rápido y logra esquivarlo sin demaiada dificultad, pero Avner recupera la posición rápidamente y consigue sujetar a Finnick por las axilas. Este intenta escaparse, pegando patadas al aire, pero Avner le levanta y le tira contra el suelo, donde Finnick rueda y pega una patada en la espinilla de su enemigo, haciendo que pierda el equilibrio. Aprovechando este segundo de debilidad, Finnick se levanta, coge a Avner por el cuello y consigue tirarle al suelo, inmovilizándole. El Sargento Backus ordena que paren justo cuando mi instructura nos llama a Alice y a mí.

Una vez estoy en la colchoneta, frente a frente contra Alice, y con más de diez personas mirándome, mi miedo al combate cuerpo a cuerpo crece bastante. Angelina me muestra un pulgar, deseándome buena suerte, Finnick asiente sonriendo y la Teniente Farrow da la señal que da comienzo a el combate.

Alice se avalanza contra mí tan fuerte que me tira al suelo de un golpe. Me siento muy avegonzada ya que ningún combate a durado tan poco, pero la entrenadora no ha mandado separarnos así que me levanto y ahora soy yo la que ataco a Alice. Consigue esquivar mi golpe y me suelta un puñetazo en la cara con tanta fuerza que me pregunto como la Teniente Farrow no ha parado ya el combate. Consigo agarrar a mi enemiga por el cuello y la levanto, ya no me importa hacerla daño o no, pero ella me da un codazo en el estómago, haciendo que la suelte. Aprovecho que está en el suelo para ponerme encima suya, intentando inmovilizarla de la misma manera que hico Finick con Avner, pero Alice me coge por los hombros y rodamos, de manera que ahora es ella la que está encima mía. Forcejeamos durante unos segundos hasta que, finalmente, se las arregla para mantenarme las manos pegadas al suelo, evitando así que pueda hacer ningún otro movimiento. Aun así yo no me rindo así que sacudo mis piernas todo lo que puedo, Alice intenta inmovilizarme, yo la agarro del pelo y ella me araña los brazos. La Teniente Farrow grita que ya es suficiente pero nosotras no paramos de pelear, así que ella y el Sargento Backus tienen que intervenir. Cuando logran separarnos, aun tengo unos mechones de pelo negro entre mis dedos. Me ordenan que vaya a la enfermería, ya que al parecer, estoy sangrando por la nariz y por algunos de los arañazos que me ha hecho Alice. La echo un último vistazo, ella no parece tener heridas ni nada por el estilo, aunque espero que, al menos, haya conseguido que la salgan un par de moratones.

Salgo de la Sala de Entrenamiento y aprieto el botón del ascensor. Cuando llego a las puertas del hospital, me encuentro con mi abuela, vestida con ropas blancas.

-Leslie, cariño, ¿qué te ha pasado? -Me pregunta sosteniéndome la cara y examinando mi nariz.

-Problemas en el entrenamiento, nada importante.

-Mmm... Puede que te hayas roto la nariz. Ven conmigo. -Sigo a mi abuela hasta una camilla vacía, donde hace que me siente y se pone a mirarme la nariz más detenidamente. Unos minutos más tarde levanta la vista de mi nariz y me mira a los ojos. -Has tenido suerte, no está del todo rota, pero será mejor que te ponga un poco de yeso, ¿de acuerdo? Solo para enderezártela. Y respecto a los arañazos, no son más que superficiales. Te aconsejo que te tumbes, tendrás que tener la cabeza en alto durante un tiempo. -Me tubo con la cabeza mirando al techo y mi abuela me coloca una tira de yeso en la nariz, que sujeta con algodón, una venda y un par de esparadrapos que van pegados en los pómulos.- Quédate así unos minutos, no te muevas.

 

Cuando vuelvo a mi compartimento, con la nariz rota y los brazos llenos de arañazos, mis padres y River ya están ahí para las ''18:00- Reflexión''.

-Less, ¿qué ha ocurrido? -Se apresura mi madre en cuanto me ve.

-Cosas del entrenamiento, mamá.

-¿Eso te lo has hecho entrenando?

-Sí. No soy muy buena en el combate cuerpo a cuerpo.

-Pensé que los instructores no dejaban a los alumnos llegar tan lejos.

-Yo también lo pensaba. -Admito.

Le cuento a mis padres qué tal me ha ido el día, las clases de estrategia, el entrenamiento, y la pelea con Alice. Ellos me escuchan sin interrumpir, hasta que mi madre añade preocupada:

-Sigues queriendo ir, ¿verdad? -No menciona el lugar exacto ya que River está en la habitación, aunque yo la entiendo perfectamente.

-Sí.

-¿No hay nada que pueda hacer para convencerte?

-No. -River se une a la conversación, al parecer, ha estado escuchando todo el tiempo.

-¿Para qué te entrenas, Less?

-Para nada en concreto, es un entrenamiento obligatorio. -Miento.

-¿Y por qué no te escapas? En casa nunca ibas al colegio. -Suelto una risita.

-Aquí no puedo escaparme, lo he intentado pero...

-¿Y por qué yo no tengo que entrenar?

-Porque eres un enano. -Me río, el también sonríe y con eso acaba la conversación.

Después de muchas súplicas por parte de mi hermano, mis padres y yo aceptamos a jugar con él el tiempo que queda de reflexión, al fin y al cabo, River no tiene la culpa de todo lo que está pasando.

Cuando salimos del compartimento para cenar, aun llevo puesta la ropa del entrenamiento y la nariz me sigue doliendo. En el comedor me encuentro con Finnick, también vestido de militar, y nos vamos juntos a coger la comida.

-¿Qué tal tu nariz?

-Sigue doliendo.

-¿Te la ha roto?

-Según mi abuela, no del todo. -En ese momento, cuando nos dirigimos a nuestra mesa de siempre, aparece Angelina.

-¿Cómo va tu nariz, Less?

-La tengo casi rota.

-Vaya, que pena. Esa Alice siempre está causando problemas.

-¿Ya ha pasado esto más veces?

-Sí, bueno, no es la primera vez, la verdad. Por cierto, ¿os apetece comer con nosotros? También está Jeff. -Finnick me mira y yo me encojo de hombros, después mira a Anelina.

-Vale. -Contesta. Y la seguimos.

-¿Quién es Jeff? -Le pregunto a Finnick aprovechando que Angelina se ha adelatado.

-Jeff Avner, el chico que ha peleado conmigo. Es bastante simpático.

-¿En serio? Parecía querer matarte. -Se ríe.

-De eso se trata, ¿no? Era un combate, Less. -Me ruborizo un poco, parece ser que yo era la única que pensaba que no tendríamos que pelear de verdad.

Al llegar a la mesa, Finnick saluda a Jeff y al otro chico que está sentado a su lado.

-Chicos, esta es Less. -Me presenta Angelina.- Less, ellos son Jeff y Kyle. -Kyle es un chico más bajo que Jeff y Finnick, aunque sigue siendo fuerte y de espalda ancha. Tiene el pelo rubio y corto, peinado hacia arriba y los ojos de un azul muy oscuro. Les saludo con la mano y me siento.

-Buena pelea la tuya, Mellark. -Me dice Jeff mientras come su estofado de cordero.

-No hace falta que mientas, sé que ha sido horrible.

-De horrible nada. Probablemente ha sido la pelea más divertida que he visto en mucho tiempo.

-Me alegro que te haya divertido, pero yo tengo la nariz rota.

-Nada que no pueda arreglarse. La cara que se le quedó a Alice después de lo que le dijo Angelina fue para verla.

-¿Qué la dijiste? -Me giro hacia Angelina.

-Nada del otro mundo, la dije que se había pasado, que era tu primer día, ya está.

-No intentes ocultárselo. -Añade Kyle.- Se puso como una fiera, es más creo que incluso llegó a arrancarla otro par de mechones de pelo.

-No es verdad. -Se defiende ella.- No fue para tanto.

-Vaya que no, si el Sargento Backus tuvo que separaros. -Todos se ríen.

-¿Por qué me defendiste? -Pregunto a Angelina, ya que me parece raro, acabamos de conocernos.

-Porque no estuvo bien lo que hizo. Ya era hora de que alguien pusiera a esa chica en su sitio.

-Me dijiste que no es la primera vez que pasa algo así, ¿no?

-Bueno, sí es la primera nariz rota. -Dice Jeff. Angelina le ignora y sigue contándome.

-No. Alice ya ha causado más problemas, no solo en el cuerpo a cuerpo. -Se para un segundo y bebe un trago de agua.- Verás, toda su familia materna es del Capitolio, por eso no tiene amigos. Nadie se fía de ella.

-Que venga del Capitolio no quiere decir que no sea de fiar. -Razona Finnick.

-Lo sé, pero cuando llegó aquí no parecía estar muy de acuerdo en convertirse en soldado del 13. A los instructores tampoco les hace demasiada gracia tenerla como alumna, es más, creo que solo la aceptan porque son las reglas.

-Puede que no sea muy agradable, pero esos no son más que prejuicios. -Continúa Finnick.

-Al principio todos pensábamos eso pero, hace algunas semanas, la pillaron escondida en los vestuarios hablando con un transmisor. Todos creen que estaba pasando información a los rebeldes.

-¿Su familia no está aquí? -Pregunto.

-No. -Contesta Kyle.- Su padre es un agente de la paz nacido en el Distrito 2, le destinaron al Capitolio y creemos que allí conoció a su madre.

-Nuestra teoría es que ella estaba en el 2 cuando empezó la guerra y que la enviaron aquí para obtener y pasar información.

-¿Y qué información puede tener ella? No es más que otro soldado. -Las cosas siguen sin cuadrarme demasiado.

-No sabemos. Como ya hemos dicho, son solo teorías.

-Sí, pero aun así es sospechoso. -Sentencia Jeff.- Ha quedado demostrado que la gente del Capitolio no es de fiar.

-Sigo pensando que todo esto no tiene sentido. Tal vez la estais juzgando mal. -Insiste Finnick.

-Puede que sí, pero te recuerdo que Less no es la primera persona a la que ha herido.

-Eso es cierto, la semana pasada le rompió el brazo a Penny, ¿recuerdas? -Pregunta Kyle a Jeff.

-Sí. -Se mete a la boca otra cucharada de estofado.- Además, todo encaja, ¿no? Penny es la sobrina de la expresidenta Prior y Less es hija de Katniss Everdeen.

-Bueno, será mejor que dejemos el tema. -Termina Angelina.

Acabamos de comer y dejamos las bandejas donde corresponden. Finnick y yo nos despedimos del resto y quedamos en desayunar todos juntos mañana. Después me acompaña a mi compartimento.

-¿Crees que es verdad? -Me pregunta antes de que abra la puerta del compartimento.

-No lo sé. Puede ser.

-Bueno, hasta mañana.

-Buenas noches. -Me despido dandole un besito y entro en mi compartimento.

Mis padres y River ya han acabado de ducharse, así que se están preparando para acostarse. Yo me ducho, me seco con una de las toallas grises que han dejado en el pequeño cuarto de baño, me lavo los dientes y me meto en la cama con una de las enormes camisetas grises a modo de camisón.

 

La mañana siguiente todo transcurre con normalidad. Finncik y yo nos sentamos con Angelina, Kyle y Jeff en el desayuno y hablamos de temas sin importancia. Después, siguiendo lo que me indica mi horario, me dirijo a mando con mis padres, preparada para aceptar la misión de sustituir a mi madre como Sinsajo. Pero cuando llegamos encontramos la sala mucho más vacía de lo que estaba ayer. Solo Plutarcch, Haymitch y un hombre moreno nos esperan allí. El hombre está de espaldas, pero se gira cuando nos oye entrar. Y le reconozco al instante.

-Gale. -Susurra mi madre.