BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

sábado, 27 de octubre de 2012

CAPÍTULO 2:

Esta mañana mis padres y yo nos levantamos pronto. Ellos tambien deciden llavarse una pequeña maleta con sus cosas, a pesar de que ambos sabemos que no nos hará falta nada. Despues de tomar un desayuno rápido, vamos a despertar a Haymich a su casa y mis padres le dan las llaves de la casa y la medicina que River tiene que tomarse. Para cuando llegamos a la estación, ya son casi las siete, así que no tenemos que esperar mucho hasta que llega el tren. Cuando las puertas del enorme vehículo se abren, una mujer con el pelo teñido de amarillo sale a recibirnos.

-¡Effie! ¿Qué tal?- Ya entiendo, la mujer del pelo amarillo debe de ser Effie Trinket, la que fue acompañante de mis padres en los juegos. Mi madre se acerca para abrazarla y después, mi padre hace lo mismo.

-De maravilla, Katniss. Ya verás que bonito está el Capitolio. Será un homenaje precioso.

-Me alegro mucho de que estén haciendo esto. Todas las personas caídas merecen ser recordadas de alguna manera,¿verdad?

-Tienes razón, pero calla, me harás llorar.- La extravagante mujer parece llevarse bien con mis padres, y en cuanto el tren se pone en marcha comienza a parlotear sobre las cosas que han cambiado en los últimos años. -Y tú debes de ser Leslie Primrose.- Me dice con una voz chillona mientras me muestra una, para mi gusto, exgerada sonrrisa.

-Less. Encantada.- La extraña mujer se acerca y me da dos besos, sin dejar de hablar sobre lo mucho que me parezco a mi madre.

Mientras Effie habla con mis padres sobre lo avanzada que está la tecnología del tren, yo me dedico a observar todos y cada uno de rincones. Cuando por fin Effie nos lleva hasta nuestros compartimentos, deposito mi bolsa de viaje sobre la cama y me dirijo al comedor, donde hemos quedado para reunirnos con Annie y su hijo. Al principio, estoy un poco perdida y tardo un poco en llegar hasta el comedor, así que cuando llego, mis padres ya han acabado de saludar a todo el mundo y ya han empezado a entablar una conversación sobre lo fantásticos que son estos trenes. Me acerco para darle dos besos a Annie, a la que se la ve bastante contenta.

-Vaya, Less. Como has crecido.- Me dice muy sonrriente, mirándome de arriba abajo.

-Yo a ti también te veo muy bien, Annie.- Después de saludarla me acerco a Finnick, con el que me quedo francamente sorprendida. Aquel muchacho de nueve años quedó atras hace mucho tiempo, y en su lugar se encuentra un adolescente de más de metro ochenta, y con un cuerpo tremendamente atlético.

-Hola.- Me saluda esbozando una sonrrisa. Tiene los dientes blanquísimos y perfectamente colocados. Sus ojos color verde mar me miran risueños mientras se aparta el pelo cobrizo que cae sobre ellos.

-Hola. Estás altísimo.

-Gracias. Pero supongo que no pensarías que seguiría siendo un niño de nueve años, ¿verdad?- Nos reímos. Él parece disfrutar con la conversación, se le ve un chico agradable y con sentido del humor. Sin embargo para mí esta conversación está resultando forzada y algo incómoda. -Tú también has cambiado mucho. Estás muy guapa.- Probablemente haya sido solo un piropo sin importancia, para quedar bien, pero si antes ya me sentía algo incómoda, ahora me siento definitivamente muy incómoda. -¿Es tu primer viaje en tren?

-Sí, ¿y el tuyo?

-No, para mí es el quinto. ¿Te apetece que te enseñe mi parte favorita de los trenes?

-Vale.- Hago una señal a mi madre para que sepa que me voy y empiezo a seguir a Finnick.

-¿Qué tal por el 12? Amigos, colegio... ¿Todo bien?

-Bueno. Amigos, no tengo. Colegio, me lo salto cada vez que puedo. ¿Tú?

-Tampoco tengo amigos. Pensé que era por mí, pero veo que los hijos de vencedores tenemos alguna maldición o algo. Sino, no me explico como es que tú no tienes amigos. Ni novio...

-Yo no he dicho que no tenga novio.

-Ah, lo siento. Pensé que al no tener amigos...

-No tengo novio. Era una broma.- Finnick se ríe y sacude la cabeza.

-Ya hemos llegado.- Miro hacia delante, pero estamos en un pasillo estrecho y lo único que hay delante de nosotros es una puerta de aluminio.- ¿Lista?

Entonces abre la puerta, y un estrecho balcón de barrotes aparece delante nuestra. El balcón está al aire libre, así que si te asomas se puede ver el paisaje a una velocidad de cuatrocintos cincuenta kilómetros por hora. Ya entiendo porque es su lugar favorito del tren.

-¿No vas a salir?- Me dice mientras me empuja suavemente para que salga. Y lo hago. El viento me golpea en la cara, pero no es un viento gélido como el del 12, sino un viento más primaveral, al parecer, no hace el mismo tiempo en todos los distritos. Finnick intenta hacerse un hueco, pero el balcón es muy estrecho y estamos bastante apretados. Apoya sus antebrazos en la barandilla y mira al horizonte. El viento le aparta los cabellos de la cara, y ahora si se pueden ver perfectamente sus ojos verdes, pero al mismo tiempo tan cristalinos, que son capaces de reflejar el paisaje al que dirije su mirada.

-¿Te gusta?

-Me encanta. Es fantástico.

No se cuanto tiempo nos quedamos así, mirando al horizonte, con nuestros cuerpos rozándose por la estrechez del balcón, solo se, que cuando Finnick me abstrae de mis pensamientos, es para decirme que tenemos que irnos a comer.

-Vaya, qué rápido pasa el tiempo en los trenes.- Le digo sonrriendo a Finnick, que al instante me devuelve la sonrrisa.

-En los trenes no. Es aquí, en este balcón, donde el tiempo parece que vuela.- Me contesta sin apartar la mirada del horizonte.

Cuando nos juntamos con los demás en el comedor, me doy cuanta de que hay dos personas más. Entre ellas esta Johanna Mason, una vencedora del Distrito 7. La he visto un para de veces, cuando era muy pequeña, al parecer fue aliada de mis padres el el tercer Vasallaje de los Veinticinco. Después de eso, el Capitolio la secuestró y torturó hasta que los rebeldes del 13 las rescataron junto con Annie y mi padre. Fue entonces, durante su recuperación en el 13, cuando empezó a entablar una amistad con mi madre. El otro hombre, es un señor mayor, con gafas, y que va en una silla de ruedas. Probablemete sea otro vencedor, pero a mí no me suena de nada.

-Hola a todos.- Saluda alegremente Finnick. Yo, por mi parte, alzo la mano mientras me siento entre mi madre y Finnick.

-¿Qué tal el paseo, chicos?- Annie está muy sonrriente, no pensaba encontrármela así.

-Bien. Veo que hemos pasado por otros distritos.- Contesta su hijo señalando con el tenedor a Johana y al hombre de la silla.

-Sí, hemos pasado por el 13, a por Beete, y luego por el 7, a por Johanna.

Se saludan y de nuevo todo el mundo empieza a hablar sobre cosas que no me interesan.

-¿Te apetece que luego vayamos al mirador?- Finnick me susurra al oído. Para mi gusto se está tomando demasiadas confianzas, ya que es la primera vez que nos vemos desde hace casi seis años.

-¿Te refieres al balcón de antes?

-No, el mirador es un salón que... Bueno, ya verás.

Durante el resto de la comida me dedico a probar todos y cada uno de los suculentos platos que me sirven. En mi casa nunca hemos pasado hambre, y siempre he comido bien, pero no es nada comparado con la comida del Capitolio. Nunca pensé que se pudiera disfrutar tanto comiendo, y para cuando terminamos de comer, siento que voy a explotar. Nunca antes había comido tanto, y la verdad, ahora mismo me gustaría echarme una siesta, pero le prometí a Finnick que iría con el al mirador, así que mi sueñecito tendrá que esperar.

Cuando llegamos al mirador descubro que no es ningún balcón, sino un salón en el que las paredes, el suelo, y el techo, son de cristal. Nos acomodamos en unos sillones y pedimos unas bebidas.

-¿Qué me dices del mirador?- Me pregunta mientras le da un sorbo a su bebida.

-Parece que flotas. Pero la verdad, prefiero lo de esta mañana.

-Yo también. Pero ya estamos en el 2 y no quería que te bajaras del tren sin ver esto. Además, el viento de este distrito trae con él polvo de las minas y es mejor estar resguardado.

Finnick y yo pasamos la tarde charlando, creo que nos estamos haciendo buenos amigos, y ya no me siento nada incómoda hablando con él. El resto de la tarde y la cena transcurren con normalidad. Hasta que de repente el tren, para en seco. Nos dicen que cierta pieza se ha roto, que no la podrán arreglar hasta mañana por la mañana, así que tendremos que pasar la noche parados.

Justo cuando me voy a acostar, alguien llama a mi puerta. Al abrir, descubro a un Finnick descalzo, en pijama -que no es más que un pantalon corto y una camiseta de hombreras-, y con un par de sábanas echadas al hombro.

-Sígueme. Tengo una idea.- Susurra. Asiento y empiezo a andar sigilosamente detrás de él. Cuando llegamos al final del vagón de los compartimentos, abre una trambilla y sube agilmente por unas escaleras que yo ni si quiera había visto. Una vez arriba, me ordena que le espere aquí. Me fío de él porque hasta ahora solo me ha llevado a sitios alucinantes. No tarda en volver, cuando lo hace, me ayuda a subir, pero insiste en que lo haga con los ojos cerrados.

-Ábrelos.- Aparta sus manos de mis ojos para que pueda ver que estamos encima del vagón, rodeados de millones de estrellas. A nuestro alrrededor, solo hay bosque, y la única señal de civilización son las vías por las que circula el tren, que parecen no acabarse nunca. Encima del vagón, está tendida una de las sábanas que Finnick llevaba al hombro, y la otra, está puesta encima a modo de manta, nos sentamos, y contemplamos el cielo, plagado de estrellas

-Increíble. Sin duda, el mejor de los sitios a los que me has llevado hoy.

Nos reímos y nos miramos a los ojos. Nos quedamos serios de repente. En sus ojos veo reflejado el color azul de los míos. Entonces se acerca hacia mí, tanto que nuestran narices se tocan, y me besa. Al principio, me quedo paralizada, pero luego, poco a poco, le voy devolviendo el beso. Nunca antes había besado a nadie, y lo estoy haciendo aquí, delante de millones de estrellas, encima del vagón de un tren. Es el momento más bonito que he vivido nunca. Finnick, apoya sus manos en mi cara, y yo, enrredo mis dedos entre sus cabellos cobrizos. Poco a poco, el beso se va volviendo más apasionado, hasta que él empieza a apartarse, dejandome a mí con un millón de dudas en mi cabeza. Nadie dice nada. Nos limitamos a tumbarnos boca arriba, mirando el cielo. Aprovecho este momento para despejar las dudas que habitan ahora en mi cabeza: ¿Por qué me ha besado? ¿He disfrutado con el beso? ¿Me gustaría besarlo de nuevo? Y sobre todo, ¿Qué siento por Finnick Odair?

Y nos quedamos así, mudos e inmóviles, mirando al cielo, no sé si minutos u horas.

-Finnick, es tarde. Deberíamos bajar.- No me contesta, solo se levanta y recoge las sábanas que a traído. Una vez dentro del tren, me acompaña hasta mi compartimento, no sé muy bien si por cortesía o porque le pilla de camino. -Hasta mañana.- Me despido abriendo la puerta de mi compartimento, pero Finnick me agarra del brazo, impidiendome pasar.

-Espera. Less, yo... Siento lo del beso. Tal vez no debería haberte besado. No es que no me gustes, que me gustas, pero yo...- No le dejo terminar, en lugar de eso, apoyo una mano en su nuca, y lo acerco contra mí. Apoyo los mis labios sobre los suyos, y dejo que sea él el que me duvuelva el beso. No se por que lo hago, tal vez quiera despejarme las dudas de la cabeza, solo sé que me gusta besarlo, no quiero ser yo quién se aparte, pero lo hago.

-Buenas noches.- Le sonrrío y cierro la puerta tras de mí.

Me tumbo en la cama mirando al techo. He vuelto a besar a Finnick y no he despejado ninguna de mis dudas. Está claro que me gusta besarle. Que si fuera por mí, aun seguiríamos besándonos en la puerta, lo que no se, es si eso quiere decir que le quiero, o si es simplemente una atracción física. ¿Y él? ¿Qué siente por mí? En la puerta me ha dicho que le gusto, y al fin y al cabo fue él quien me besó la primera vez. En cuanto a mí, no sé lo que siento por él, pero me prometo a mi misma no volver a besarlo hasta que tenga claro mis sentimientos, ya que estoy estableciendo una buena amistad con Finnick y no quiero hacerle daño.

Por la mañana, Effie viene a despertarme para desayunar. No he podido dormir mucho y estoy bastante cansada, además temo que Finnick haya tomado los besos de anoche como el inicio de una relación, así que decido fingir que me encuentro mal, así no tendré que verle y con suerte podré dormir un poco.

-Effie, no me encuentro muy bien. Puede que mi hermano River me contagiara la gripe antes de venir.- Toso para resultar más creible, pero no se si será suficiente, porque Effie me mira muy seria.

-Está bien. Le diré a tu madre que venga.- Creo que ahora si que lo tengo difícil. Mi madre sabe perfectamente que la excusa de la gripe la utilizo muy a menudo, así que dudo que sea capaz de engañarla.

-Less. ¿Qué tal estás? Effie me ha dicho que crees que tienes gripe.

-Sí, mamá. Me encuentro fatal.- No se como pero lo consigo, mi madre acepta que me quede en la cama con la condición de traerme algo para desayunar, cosa que agradezco porque tengo muchísima hambre.

Poco después llega mi padre cargado con una bandeja. Me como sin rechistar lo que me ha traído y le doy un beso de agradecimiento. No sé porqué pero cuando estoy con mi padre siento que sigo siendo una niña pequeña. Sin embargo, cuando estoy con mi madre, me siento más adulta, más igual a ella. Consigo dormir un rato, y cuando me despirto, veo que Finnick está sentado en una silla, cerca de mi cama.

-¿Qué estás haciendo aquí?

- He pasado a ver que tal estás. Es lo que hacen los amigos, ¿no?- Ha dicho ''amigos''. Eso quiere decir que no malinterpretó los besos de anoche, que todo sigue igual que antes, pero aunque sé que debería estar contenta, solo una parte de mí siente felicidad ahora mismo.

-Finnick. Sé que no has venido a eso.

-Necesitaba hablar contigo.

-No hay nada que hablar, Finnick. Solo fueron besos. Sin ninguna importancia sentimental. Al menos por mi parte.

-No te creo.

-Lo siento pero...

-No te creo.- Me interrumpe gritando.- No creo que no sientas nada, ni una pizca. Si fuera así, no me hubiras besado la segunda vez.

-Finn, yo...

-Dímelo. Dime que no sentiste nada anoche. Dime que no te gustó. Dímelo, y prometo dejarte en paz.- Puedo ver como cae una lágrima por sus pómulo izquierdo. Se la seco con la mano y volvemos a mirarnos a los ojos.

-Sabes que no puede ser, que no puedes haberte enamorado de mí en un día. Tanto tú como yo sabemos que eso es imposible...

-Yo no me he enamorado de tí en un día. Cuándo éramos niños y jugábamos en tu distrito ya me gustabas. Siempre has sido mi única amiga, cuando estaba solo en el 4, me acordaba de tí cada segundo. Y cuando supe que venías a este viaje, que le preguntaste a tu madre si iría yo también... Me prometí a mi mismo que te enamoraría.- Siento como lás lágrimas también van acumulándose en mis ojos, pero no voy a llorar. Puede que yo también pensara así sobre Finnick, él ha sido lo más parecido a un amigo que he tenido nunca, y supongo, que si no hubiésemos dejado de vernos hace seis años, puede que ahora fuésemos más que eso. -Less, solo dímelo. Dime que solo fueron besos, que no significaron nada para tí.

-No puedo. No puedo decirte que no significaron nada, cuando llevo toda la noche pensando qué es lo que siento por tí. No puedo decir que no disfruté con ellos, cuando no hacía más que desear más. Simplemente no puedo, Finnick.- Entonces vuelve a suceder, cierro la mano que tengo sobre su cara e inclino mi cabeza hacia la izquierda. Nuestras narices vuelven a tocarse, y poco a poco nuestros labios también. Es él el que empieza a besarme suavemente el labio superior. Yo le devuelo el beso muy dulcemente.

Puede que este beso esté siendo mucho más tímido, y menos apasionado que los de anoche, pero a mí me hace despejar la mayoría de las dudas que tengo en mi cabeza. Quiero a Finnick Odair, quiero estar a su lado y quiero seguir besándole. Puede que no esté enamorada, pero lo que siento por él es muy fuerte, y si todos estos sentimientos han aparecido de un día para otro, tengo miedo a descubrir qué es lo que sentiré en camino de vuelta.

Finnick y yo pasamos la mañana en mi compartimento, charlando, besándonos y jugando como niños. Disfruto mucho estando con él, pero ya es casi la hora de comer y aún tengo que cambiarme -ya que sigo en pijama-. Finnick insiste en esperarme fuera, aunque a mí no me importa lo más mínimo que me vea en ropa interior, de todas maneras dejo que se vaya. Me pongo unos vaqueros y una blusa de color azul, me calzo mis botas de siempre y voy a reunirme con Finnick en el pasillo.

-Te echaba de menos.

-Pues me he dado toda la prisa posible, te lo aseguro.

-¿Vamos?- Me extiende la mano. Yo pongo la mía sobre la suya y le sonrrío.

-Vamos.- No suelto mi mano de la suya hasta que estamos casi en la entrada del comedor, que le pido que me suelte. De momento, no quiero que se enteren mis padres de que estoy saliendo con Finnick, no hasta que sea algo más, estable.

-Hola.- Es Finnick el que saluda, yo como siempre, prefiero mantenerme al margen, ya que a muchas de las personas que hay aquí ahora mismo, practicamente acabo de conocerlas.

-¿Ya estás mejor, Less?

-Sí, mamá. Ya me encuentro mucho mejor.

Hoy la comida no es tan aburrida como la de ayer. Finnick y yo no paramos de bromear y de reírnos, incluso intercambio algunas palabras con Annie y Johana, la que por cierto, no parece cortarse ni un pelo, y suelta cualquier cosa que se le pasa por la cabeza, sin importar a quien pueda ofender con sus comentarios. Cuando acabamos de comer, Finnick y yo nos despedimos de todo el mundo y emprendemos el camino hacia el balcón.

-Me encanta este sitio. Aquí me olvido de todo lo demás, consigo poner la mente en blanco, y relajarme totalmente.

-¿Cómo lo descubriste?

-La primera vez que viajé en tren, con once años. Mi madre y yo íbamos al Capitolio por razones médicas y me enfadé con ella, no recuerdo porqué. Quería encontrar un escondite para estar solo y lo descubrí. Desde ese día vengo aquí cada vez que monto en tren.

-No me extraña. Este es con diferencia el mejor lugar del tren. Sin contar la parte de arriba.- Nos reimos al acordarnos de la aventura de anoche. Sin duda ese ha sido el mejor momento en el tren hasta ahora. Apoyo mi cabeza sobre el hombro de Finnick.- No quiero que este viaje se acabe.

-¿No querías ir al Capitolio?

-Sí, pero siento que lo mejor que podía encontrar en el viaje está en este tren. Así que no quiero irme.- Se ríe y me besa. Mientras beso a Finnick pierdo la loción del tiempo, podría pasarme horas besándolo y me seguirían pareciendo segundos. Pero no todo en sus besos es bueno, desde que nos besamos la primera vez, siento que se me haría muy difícil vivir si sus besos. Cada vez me asusta más enamorarme tan deprisa de Finnick, pero no puedo evitarlo, él dijo que me enamoraría, y lo está consiguiendo.

-Te quiero.- Eso hace aún más difícil lo de no enamorarme de él tan rápido.

-Y yo, pero necesito más tiempo, Finn.

-No te preocupes, está bien.

Sé que no quiere presionarme, no quiere meterme prisa, pero yo no puedo decirle algo así, no en tan poco tiempo, así que apoyo mi cabeza sobre su pecho y le doy un fuerte abrazo. Él pone su frente sobre mi pelo, de manera que soy capaz de sentir su respiración en la cara. Me siento cómoda con Finnick, al fin y al cabo nunca he tenido un amigo, y ahora, en menos de un día, siento que he conseguido mucho más que eso.

Entonces la puerta que da a nuestro balcón se abre de golpe. Suelto a Finnick de golpe y descubro que Johanna está en la puerta. Tiene las cejas encaradas y una sonrrisa raviesa en el rostro. A pesar de que es una cuarentona no tiene casi ni una arruga en el rostro, lo que la hace parecer mucho más joven. Está claro que la ha sorprendido vernos así, puede que sospeche.

-Finnick, tu madre me ha mandado a decirte que estamos llegando.

-¿Tan pronto? Pensaba que tardaríamos más.

-La verdad es que hemos recuperado rápidamente la noche perdida, pero bueno ¿qué se puede esperar de un tren que viaja a quinientos kilómetros por hora?- No espera a que Finnick la conteste. Se da media vuelta y cierra la puerta tras de sí. Esperamos unos minutos, le echamos un último vistazo al paisaje y salimos del balcón.

-Creo que deberíamos ir al mirador. Ver el Capitolio a esta velocidad no tiene desperdicio te lo aseguro.- Finnick, vuelve a cogerme de la mano, no la aparto, pero está calro que tendré que hacerlo cuando lleguemos al mirador, donde todos nos estarán esperando.

lunes, 22 de octubre de 2012


DESTINO.


Cápitulo 1.

Tras más de dos horas caminando sigilosamente por el bosque, decido volver a casa, con las manos vacías, tal y como llevo haciendo todo el invierno. No necesito cazar para sustentarme, pero aún así, sigo odiando los días de invierno en los que me presento en mi casa sin carne fresca para la cena, pero como este invierno está siendo más frío de lo normal, casi nunca cazo nada, y nos alimentamos de la comida que compran mis padres, y que traen directamente desde el Capitolio.

Cuando llego al porche de mi casa en la Aldea de los Vencedores, llamo a la puerta y mi hermano River no tarda en aparecer.

-Llegas tarde, va a caerte una buena.- A pesar de que tiene solo ocho años es capaz de ponerme de los nervios solo con abrir la boca. - Y encima no traes nada... - No lo dejo acabar la frase, le aparto de un empujón, dejo la bolsa de caza vacía en la entrada y subo corriendo a mi habitación. A lo mejor si me meto en la cama y finjo encontrarme mal mi madre no se pondrá a gritarme como hace siempre.

Al llegar a mi habitación me quito la ropa y me pongo un pijama de lana, luego abro la cama y me hago un ovillo entre el edredón. La tranquilidad no dura mucho, en menos de dos minutos oigo como mi madre sube ruidosamente las escaleras y abre gritando la puerta de mi habitación.

-¿Se puede saber que te pasa ultimamente? Te pasas el día en el bosque y cuando llegas a casa no cenas con nosotros.

-Me encuentro algo mareada, nada más.- Desearía gritarla pero en su lugar mi voz no es más que un susurro, si quiero aparentar no sentirme bien no puedo liarme a dar voces como una loca.

-¿Y eso es excusa para empujar a tu hermano?- Lo sabía. El enano se ha chivado.

-Mira, mamá. Dejame en paz ¿quieres?

- No. No pienso dejarte en paz, vas a explicarme lo que te pasa y después bajarás a cenar con nosotros.- Odio cuando me agobia de esa manera, igual que odio que seamos tan iguales. Creo que por eso me llevo mejor con mi padre, fue él quién me enseñó a pintar y a cocinar. Cuando fui un poco más mayor, mi madre empezó a llevarme de caza, afición que ambas compartimos, pero a pesar de nuestras similitudes discutimos muchísimo, mi padre dice que es porque tenemos un carácter muy parecido.

-No tengo hambre.- Mentira, estoy que devoro, pero no quiero bajar, no después de la discusión de esta mañana.

-Leslie,- También la odio cuando me llama así.- Siento lo de esta mañana, no quería ponerme así, pero ya sabes que hay cosas...

-¡Solo quería consultar una duda! ¡No lo hice aposta!- Claro que no lo había hecho aposta, sé todo lo que significa para mi madre el libro de las plantas de su padre. Pero tenía una duda sobre cierta planta, al abrirlo se rompió una página. Por supuesto que no lo hice aposta.

-Less, sé que no lo has hecho aposta, pero siempre os digo que hay cosas que no podeis tocar. Mira, si quieres mañana lo arreglamos las dos juntas, despejamos todas tus dudas, y nos vamos de caza las dos.- Y aún la odio más cuando se arrepiente y me pide perdón por lo que ha hecho, me recuerda que es mi madre, que me quiere y que la quiero, y eso hace que nunca pueda seguir enfadada con ella después de una disculpa.

-Está bien. Aunque no se qué quieres cazar, con este frío todos los animales se han escondido.- Ya me siento algo mejor, incluso sonrío. Puede que ella tambíen me ponga de los nervios, pero hay veces que es la única que me entiende y disfruto mucho hablando con ella a solas.

-Eso es porque no sabes buscarlos.- Mi madre también se ríe, cosa que me encanta, ya que no tengo muchas ocasiones de verla reirse a carcajadas.-Vamos, River y tu padre nos están esperando.



Me desperté envuelta en un sudor frío, no de calor, si no de miedo. Aquella noche había tenido una pesadilla, de esas de las que no puedes despertar hasta que alguien te zarandea diciendo que es solo un sueño, en mi caso hubiera sido imposible. En ese aspecto no soy como mi madre, que grita y se mueve cada vez que tiene un mal sueño, -algo que sucede a menudo- yo por mi parte no me muevo, ni grito, me quedo paralizada toda la noche y me despierto sudando y sin recordar nada.

Levanto la persiana y descubro que está amaneciendo. Puede que sea el mejor momento para salir a cazar. Me levanto y me visto con mi ropa de caza, cojo de la despensa un pedazo de pan y algo de queso y me calzo las botas de caza en la entrada para no despertar a nadie. Cuando voy a salir por la puerta recuerdo que anoche le prometí a mi madre que iríamos a cazar juntas, pero como no puedo dejar pasar esta oportunidad para cazar -ya que con este frío puede que sea el único momento del día en el que los animales salgan- decido garabatearle una nota y dejársela en la mesa de la cocina.

No me equivoco, el alba es el momento del día favorito para los animales del bosque, así que para cuando ha amanecido por completo ya me he hecho con un par de conejos y un pavo silvertre. Me cuelgo el arco a la espalda, recolecto unas cuantas bayas y decido que ya es hora de volver, dispuesta a cazar al alba más a menudo. Miro el Sol, para saber la hora que es y me doy cuenta de que son casi las diez de la mañana, la hora a la que había quedado con mi madre en la roca de siempre. Empiezo a correr a toda velocidad, ya que la roca esta a una media hora de camino y mi madre se preocupa mucho cuando vengo sola al bosque, aunque sabe que no lo puedo evitar, no puedo evitar huir al bosque para evadirme de todo, ya que aquí solo estamos, mi presa, mi arco y yo. Definitivamente sí, soy igual que ella.

Para cuando llego al punto de encuentro con mi madre, sospecho que ya pasan de las diez y por supuesto, ella ya está allí. Me siento a su lado jadeando y compartimos la comida que ambas hemos traído.

-¿Cómo es que has venido tan pronto?- Me pregunta mientras mordisquea un panecillo con queso.

-No podía dormir. Además pensé que me resultaría más facil cazar si madrugaba.

-¿Y ha sido así?- No la contestó, en vez de eso le muestro orgullosa a mis tres presas.- Genial, hacía tiempo que me apetecía comer carne recién cazada.- Charlamos alegrmente mientras acabamos de almorzar. Después decidimos ir a la casita del lago a encender una hoguera y tomarnos un té hecho con agujas de pino. Estamos tan agusto las dos juntas, que decidimos quedarnos a comer. Mi madre despelleja nuestras presas mientras yo enciendo una hoguera. Despues de comer, nos quedamos un rato tumbadas, charlando sobre trampas, animales, y plantas comestibles.

A pesar de que ya es casi la hora de cenar, nos permitimos el lujo de entretenertos en una madriguera de conejos, mientras mi madre hace que los conejos salgan de su madriguera, yo, desde el otro lado me preparo para disparar, y no fallo, consigo acertar en el ojo de otros dos conejos más. Venir de caza con mi madre es genial, aprendo muchas cosas, como hoy por ejemplo, que me ha enseñado que en los días de frío es mejor buscar a las presas dentro de sus madrigueras.

Cuando llegamos a casa, River y mi padre están ya poniendo la mesa y les saludo con la mano mientras subo a cambiarme. Cuando bajo Haymich, el que fue mentor de mis padres en los juegos, entra por la puerta, cosa que no me sorprende ya que para la hora de la comida es puntual como un reloj.

-Hola familia.- Nos saluda mientras les sacude el pelo a mi hermano. -¿Qué hay para comer hoy, Peeta?

-A ti te da igual Haymich, vas a comertelo de todos modos ¿verdad?

-Muy gracioso.- Le contesta Haymich irónicamente.- En vez de panadero tendrías que haberte dedicado al circo, ¿no crees Katniss?- Añade mirando a mi madre.

- Por qué no os dejais de tonterías los dos y os sentais a comer. La comida está al caer. - Interviene mi madre mientras trae la bandeja donde los conejos que hemos cazado esta tarde se encuentran ya cocinados y rodeados de verduras como guarnición.

- ¿Qué pasa, preciosa? ¿No sabes cocinar otra cosa que no sea conejo?- Carcajea Haymich. Siempre me ha llamado mucho la atención la relación que tiene mi madre con su mentor. La mayoría de sus conversaciones se basan en bromas y comentarios sarcásticos por parte de él y contestaciones e insultos por parte de ella. Discuten como niños y yo me divierto contemplándolo.

-Si no te gusta ya sabes donde esta la puerta, Haymich.- Sentencia mi madre. El mentor levanta las manos, excusándose y se sienta a comer.

Al cabo de un par de minutos Haymich ya está bromeando con River como de costumbre mientras que yo me dispongo a atacar el suculento pavo. Mis padres aún no se han sentado y no paran de ir y venir de un sitio a otro, que si a por servilletas, que si a por agua, que si a por el vino para Haymich... Yo les ayudaría, pero ahora tengo tanta hambre que solo soy capaz de concentrarme en el enorme muslo que tengo en el plato. Cuando por fin estamos todos sentados a la mesa, Haymich para de hablar con mi hermano y mira seriamente a mis padres.

-Peeta, Katniss, os reclaman de nuevo en el Capitolio.

-¿Otra vez? ¿Qué quieren ahora? - Mi padre tiene razón, desde que tengo uso de razón mis padres no paran de ir y venir del Capitolio al menos unas cinco o seis veces al año.

-Nada importante. Solo estan preparando una programación especial con motivo del quince aniversario de la derrota al Capitolio. Quieren entrevistaros, tanto a vosotros como a otras personas, incluídos vencedores, que ayudaron a que la victoria rebelde fuera posible. Y creo que tambien quieran daros algo conmemorativo, una placa o algo así.

-¿Cúanto duraría el viaje, Haymich?- Esa es siempre la mayor preocupación de mi madre, cuanto tiempo tendremos que quedarnos a cargo de Haymich.

-Entre cuartro y siete días, al parecer en estos últimos meses han estado construyendo monumentos de todo tipo en memoria de las víctimas y les gustaría enseñaroslos uno por uno en una especie de recorrido por la ciudad.

-¿Y si nos negamos?

-Oh, vamos mamá.- Interrumpo yo.- Por una vez que os llaman para algo divertido, ¿os vais a negar?

-Less tiene razón, según me han contado, han decorado la ciudad y han grabado en la mansión presidencial los nombres de todos los caídos en los juegos. Hacedlo por ellos, será un gran homenaje.- Me apoya Haymich.

Noto en la cara de mi madre que se ha acordado de su experiencia en los juegos, probablemente de aquella niñita con la que se alió en los primeros en los que participó. No sé mucho sobre los juegos, pero tanto mi padre como mi madre me han contestado las pocas preguntas que les formulé cuando todavía no era consciente de el dolor que les producía recordar. Ahora, evito el tema con ellos, sé que no les gusta hablar sobre eso, pero River ya empieza con preguntas sueltas. Mis padres nunca se han negado a contestar ninguna de nuestras preguntas, por mucho que les costara contestar, y es algo que siempre les agradeceré, que nunca me hayan ocultado nada.

-Está bien.- Contesta al fin mi madre a la que dos gotas trasparentes la resbalan por las mejillas.- Por ellos.

-Así se habla, preciosa. No os preocupeis, yo cuidaré bien de los niños.- Concluye Haymich. Pero a mi no me hace ninguna gracia quedarme una semana entera con el mentor de mis padres, me cae bien, y tanto River como yo siempre le hemos tratado y querido como a un tío, pero yo ya no soy una niña, y quiero ir al Capitolio.

-Yo quiero ir.

-¿Al Capitolio? Estás de broma ¿no?- Está claro que no, que lo digo en serio, pero al parecer mi madre no esta por la labor de dejar que les acompañe en su viaje.

-¿Por qué no? Ya no soy una niña. Se muy bien lo que hago y no veo ningún motivo por el que no pueda ir al Capitolio.

-¿Para que quieres ir tú al Capitolio, Leslie?- Me ha vuelto a llamar por mi nombre completo, siempre lo hace cuando discutimos, normalmente soy yo la que me ablando, pero esta vez no será así. No pienso dejar que mi madre vuelva a salirse con la suya.

-¿Tiene que haber alguna razón? Es el centro de Panem, desde ahí se dirige el gobierno, habrá un montón de monumentos, ¿no te parece un viaje educativo?- No es esa la razón por la que quiero ir, la verdad, no hay ninguna razón, quiero ir y punto, tengo derecho.

-¿Ahora te preocupas por la educación? Leslie por favor, siempre estás intentando saltarte las clases para ir al bosque y ahora, ¿esperas que me crea que quieres ir al Capitolio para aprender?- Es cierto, hace días que no voy a clase. Prefiero escaparme al bosque, así no tengo que aguantar a los imbéciles de mis compañeros, ni las absurdas clases en las que no enseñan nada interesante, así que cada día soborno a River con una bolsa de caramelos para que no diga nada. Pero al parecer el muy traidor se ha chivado.

-Bueno, vale, no tengo ninguna razón por la que quiera ir al Capitolio. Pero tú tampoco la tienes para que yo no vaya.- Me levanto de la silla y apoyo las manos en la mesa.- Y tu papá, ¿qué piensas?

- Creo que... Bueno no pienso que haya inconveniente, pero tampoco creo que debas venir, al fin y al cabo, no harás nada interesante.- Entonces recuerdo lo que ha dicho Haymich, quieren entrevistar a los vencedores y a las personas que hayan servido de ayuda en la guerra.

-¿Qué me decís de Finnick, el hijo de Annie?-Hace más de cinco años que no le veo, pero mi madre y Annie son amigas y hablan por teléfono a menudo. Cuando éramos pequeños nos veíamos una o dos veces al mes, pero poco después de que yo cumpliera los ocho años, Annie cayó en una depresión y no volvimos a verlos, solo mi madre va a visitarla al Distrito 4 cada varios meses, pero de su hijo, un año mayor que yo, no se nada. -Su madre también es una vencedora y también la entrevistarán. Además el no puede quedarse con nadie, irá con ella. Haymich, ¿qué le parecería a Plutarch que los hijos de los vencedores también fueran entrevistados? Al fin y al cabo es la mejor manera de demostrar que habeis sido capaces de continuar vuestras vidas y habeis podido ser felices después de la guerra ¿no?

-Me parece una buena idea.- No pensé que me resultaría tan fácil convencer a Haymich.- Es más, si tus padres están dispuestos... puedo llamar a Plutarch ahora mismo.-Plutarch fue el cerebro de la rebelión de hace quince años, un Vigilante jefe que resultó ser uno de los rebeldes que ayudó a derrocar el Capitolio y que ahora se encarga de los programas de televisión más famosos del Capitolio.

Miro suplicante a mis padres, especialmente a mi madre, que me aguanta la mirada desfiante, pero esta vez no seré yo quién la aparte.

-De acuerdo, la harán la entrevista. Pero solo con una condición: Annie tiene que acceder a que Finnick tabién sea entrevistado.- Mi madre se levanta y se dirige hacia el teléfono, bajo la atenta mirada de todos los presentes. Mientras mi madre habla con Annie por teléfono yo disfruto observando como mi hermano River suplica a Haymich que se quede con él, porque no quiere ir al Capitolio. Sabía que mi hermano no querría ir, a él le encanta quedarse a solas con Haymich.

Cuando mi madre regresa, lo hace con una sonrrisita triunfante en la cara, me mira y me dice en tono victorioso:

-Dice que lo consultará con Finn. Me llamará mañana por la mañana, hasta entonces la respuesta sigue siendo no. Less, River, a la cama.- Mi hermano se despide de todos y sube obediente la escalera, conmigo no tendrán tanta suerte.

-Aún no tengo sueño.

-Vamos, Leslie. Mañana es lunes.

-¿Y?

-Tendrás que ir al colegio ¿no? ¿A caso no he mencionado que si quieres ir al Capitolio tendrás que ir a clase todos los días?

-No, no lo habias mencionado.

-Pues te lo menciono ahora, Leslie. A la cama. Ya.- Me despido de Haymich con la mano y le doy un beso a mi padre, luego subo y me acuesto. Tengo que procurar no enfadar a mi madre si quiero que me deje ir al Capitolio.

Cuando me despierto ya deben de ser casi las diez de la mañana. Me levanto y me meto a la ducha. Hoy no me apetece ir de caza, así que en lugar de mi ropa de caza habitual, me pongo unos vaqueros y un jersey de cuello alto. Bajo en calcetines hata la cocina y agarro una manzana, la doy un mordisco y saludo a mi padre, que charla con River en el salón.

-Buenos días, Less, ¿no llegas tarde a ningún sitio?- Pienso en la pregunta que acaba de formularme mi padre. Entonces me doy cuenta, había prometido a mi madre que iría al colegio, y ya son casi las diez y media de la mañana y sigo en casa.

-¿Qué hace River aquí?

-Tengo fiebre.- Me contesta mi hermano pequeño con voz algo ronca. Pongo los ojos en blanco y me calzo rápidamente unas botas, agarro mi mochila, -que solo contiene un cuaderno y un estuche- y salgo corriendo de mi casa.

No tardo ni un minuto en cruzar la Aldea de los Vencedores, y para cuando llego a la escuela, solo pasan dos o tres minutos de las diez y media. Golpeo la puerta de mi clase y entro. La profesora, que tiene cierto parecido a un pájaro, me mira fijamente, supongo que no esperaba verme otra vez, ya que, si mis cálculos no fallan, llevo más de una semana sin venir a clase.

-Leslie Primrose Mellark, no pensé que volveríamos a verte.- Me saluda sin dejar de mirarme a los ojos y sin la mínima muestra de entusiasmo. Si odio a mi madre cuando me llama Leslie, lo de esta mujer lo supera, Leslie Primrose. Sé que es mi nombre, que me lo pusieron por mi tía, pero no le cuesta nada acortarlo un poco.

-He... Estado enferma. Gripe.- Improviso. Sé que no me cree, así que me siento al fondo de la clase y me pongo a dibijar. Consigo abstraerme de las clases durante un rato, pero la voz chillona de mi profesora me saca de pronto de mis pensamientos sobre como sombrear una manzana.

-Leslie Primrose, a la pizarra. Examen oral. - Lo único que se me ocurre en este momento es maldecir todos y cada uno de los ancestros de mi prefesora, pero afortunadamente, la suerte está hoy de mi parte, y el timbre que indica el cambio de clase empieza a sonar. En los cambios de clase, todo el mundo aprovecha para ir al baño, así que no me resulta difícil coger mis cosas y escaquearme.

Me voy corriendo al bosque y saco mi arco y mi carcaj del tronco hueco de un árbol cercano a la verja. No voy a cazar nada, ya que eso delataría que he estado en el bosque, pero siempre lo llevo encima, por si tengo que utilizarlo en defensa propia. Tengo que estar de vuelta en tres horas, justo a la hora que acaban las clases. Hoy no tengo que recoger a River, así que no pasará nada si me retraso un poco. Decido que lo mejor será ir a la casita del lago a prepararme un té arropada por alguna de las pieles que guardamos allí. Por el camino, recogo algunas bayas, agujas de pino y hojas de menta. Mastico la menta hasta que llego al lago, donde pongo a calentar algo de agua con las agujas de pino mientras me como las bayas y me arropo con un par de pieles hasta que el té está listo. Cuando me dispongo a salir de la pequeña cabaña, me aseguro de que he dejado todo tal y como estaba, no puedo dejar pistas de que he estado aquí, ya que mi madre pasa por aquí a menudo. Cuando llego a casa, lo hago justo a la hora de comer, así que nadie sospecha nada y todo el mundo cree que llevo en la escuela toda la mañana.

Tras saludar a todo el mundo, subo a cambiarme de ropa, y a peinarme un poco. Me pongo unos vaqueros y una sudadera vieja y me hago una trenza. Cuando bajo ayudo a mis padres a poner la mesa y me ofrezco voluntaria para ir a buscar a Haymich a su casa. Llamo al timbre pero no contesta, así que utilizo la copia de la llave que tenemos para las emergencias. Al entrar a su casa un hedor a licor blanco se avalanza sobre mi, es tan fuerte que me provoca nauseas, y ahí le veo, dormido sobre la mesa de la cocina con un cuchillo en la mano. Se lo quito y le despierto, él suelta un gemido y se niega a levantarse.

-Tú verás, Haymich. Luego no te quejes de que no te he avisado para comer.- Salgo de su casa y aviso a mis padres de que Haymich no vendrá hoy.

-¿Has hablado con Annie, mamá?- No tardo mucho en sacar el tema, necesito saber cuanto antes si voy a ir o no al Capitolio.

- Sí, Less. Me ha llamado mientras estabas en la escuela. No le hace mucha gracia que Finnick pase a ser un rostro púbico. La verdad, opino igual que ella.

-Entonces...

-También me ha dicho que a Finnick le hace mucha ilusión representar a su padre ante todo Panem. Un trato es un trato, puedes venir al Capitolio.- Me gustaría dar saltos de alegría, pero tengo que demostrar que no soy una niña, así que me levanto y abrazo a mis padres.

-Gracias, gracias, gracias.

-No hay porque darlas, has cumplido tu parte del trato y has ido al colegio, sé que has llegado tarde, pero al menos has ido.- Se supone que ahora tendría que sentirme tan culpable como para confesarles que me escaqueé de las clases en cuanto pude. Pero no es así, me siento mejor que nunca y no pienso delatarme después de todas las molestias que me he tomado para que no me descubran.

Cuando acabamos de comer, me siento en el salón a dibujar con mi padre. Me encanta pasar tiempo con él, me enseña todo lo que sabe sobre pintura y yo escucho atentamente para no perderme nada. Mientras, mi madre juega con River en su habitación, que al parecer a empeorado y no puede salir de la cama así que los tres nos turnamos para entretener al pequeño de la casa. Esta es una de esas tardes de invierno en las que toda la familia nos quedamos en casa tranquilamente, delande de la hoguera. Justo cuando mi padre termina de explicarme un truco para pintar los rayos de Sol, llaman a la puerta, pero en vez de llamar al timbre como haría cualquier persona, quien quiera que esté al otro lado se dedica a golpear la puerta como un energúmeno. Mi padre de levanta para abrir y me dice que no me mueva.

-Pasa, no sabía que eras tú.- Mi padre se aparta para dejar pasar a un Haymich bastante tocado por el alchol.

-Me han llamado del Capitolio.- Oh no. No me digas que después de todo lo que he hecho se va a cancelar el viaje.

-¿Pasa algo, Haymich?- Mi padre me quita las palabras de la boca.

-No, nada. Solo quieren adelantar el viaje. Saldreis mañana por la mañana.- Estoy tan emocionada que me salgo de mis casillas, no se porqué tengo tanto interés por ir a la capital de Panem, dondo disfrutaban viendo como niños inocentes luchaban a muerte en la arena, y donde murió mi tía Prim, pero sin duda que adelanten el viaje es para mí una noticia genial.

-¿Por qué querría el Capitolio adelantar todo una semana?

-Peeta, tengo que hablar con vosotros... a solas. Llama a Katniss.- No se que traman pero sinceramente me da igual, agarro mis materiales de pintura y subo a mi habitación. Una vez allí preparo una pequeña maleta -aunque sé que allí tendré toda la ropa que neesite- y me voy a ver que tal está River.

-¿Qué tal, enano?- Le digo revolviéndole los rizos rubios que le caen sobre la cara.

-Mejor. ¿Y tú? Pareces contenta.- Tiene razón, la medicacíon está haciendo su efecto y tiene mejor cara.

-Lo estoy. El viaje se a adelantado, me voy mañana.

-No se porque tienes tanto interés en ir al Capitolio. ¿A caso piensas encontrar algo?

-No se trata de encontrar nada, River. Yo me lo tomo como unas vacaciones.

-Ah.

-Por cierto... tú y yo tenemos algo pendiente.- No pienso irme al Capitolio sin saldar esta cuenta.

-¿El qué?

-¿Cómo sabía mamá que me saltaba las clases? Quedamos en que no dirías nada si yo te compraba los caramelos.

-Less, lo siento se me escapó. Le dije que no te dijera nada.

-¿Se te escapó? Pues ahora te vas a enterar- Mi hermano y yo nos enzarzamos en una lucha de cosquillas, de la que por supuesto, salgo victoriosa. Cuándo llega mi madre para avisarnos de la hora de cenar, estoy agotada, porque que siempre le gane, no quiere decir que River no me lo ponga dificil.

Cuando River y yo bajamos a cenar, la mesa ya está puesta, y la comida servida. Haymich y nuestros padres nos esperan para empezar a cenar, todo parece normal, pero mi madre tiene una cara de preocupación que no es demasiado habitual en ella. Mi hermano y yo nos sentamos a la mesa y todos empezamos a cenar.

-Mamá, ¿te pasa algo?- La pregunto mientras enfrío el caldo que tengo delante.

-No, nada. Less, mañana saldremos temprano, el tren pasará a recogernos a las siete. Annie y Finnick ya iran en él cuando pare a recogernos.

-Vale.- El resto de la cena transcurre en silencio, a excepción de algunas bromas entre Haymich y mi hermano. Soy la primera en acabar así que me levanto y recojo mi plato, me despido de todo el mundo y me voy a la cama. Mañana será un gran día.

En este blog empezaré a subir una continuación de Sinsajo hecha por mí. Lo primero agradeceros que leais este blog y que podreis manteneros en contacto conmigo a través de mi twitter: @LydiaMartnez. Otra costita es que los capítulos que escribo son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) así que los iré subiendo poco a poco. ¡Espero que os guste y por favor, dadme vuestra opinión!