BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

sábado, 27 de octubre de 2012

CAPÍTULO 2:

Esta mañana mis padres y yo nos levantamos pronto. Ellos tambien deciden llavarse una pequeña maleta con sus cosas, a pesar de que ambos sabemos que no nos hará falta nada. Despues de tomar un desayuno rápido, vamos a despertar a Haymich a su casa y mis padres le dan las llaves de la casa y la medicina que River tiene que tomarse. Para cuando llegamos a la estación, ya son casi las siete, así que no tenemos que esperar mucho hasta que llega el tren. Cuando las puertas del enorme vehículo se abren, una mujer con el pelo teñido de amarillo sale a recibirnos.

-¡Effie! ¿Qué tal?- Ya entiendo, la mujer del pelo amarillo debe de ser Effie Trinket, la que fue acompañante de mis padres en los juegos. Mi madre se acerca para abrazarla y después, mi padre hace lo mismo.

-De maravilla, Katniss. Ya verás que bonito está el Capitolio. Será un homenaje precioso.

-Me alegro mucho de que estén haciendo esto. Todas las personas caídas merecen ser recordadas de alguna manera,¿verdad?

-Tienes razón, pero calla, me harás llorar.- La extravagante mujer parece llevarse bien con mis padres, y en cuanto el tren se pone en marcha comienza a parlotear sobre las cosas que han cambiado en los últimos años. -Y tú debes de ser Leslie Primrose.- Me dice con una voz chillona mientras me muestra una, para mi gusto, exgerada sonrrisa.

-Less. Encantada.- La extraña mujer se acerca y me da dos besos, sin dejar de hablar sobre lo mucho que me parezco a mi madre.

Mientras Effie habla con mis padres sobre lo avanzada que está la tecnología del tren, yo me dedico a observar todos y cada uno de rincones. Cuando por fin Effie nos lleva hasta nuestros compartimentos, deposito mi bolsa de viaje sobre la cama y me dirijo al comedor, donde hemos quedado para reunirnos con Annie y su hijo. Al principio, estoy un poco perdida y tardo un poco en llegar hasta el comedor, así que cuando llego, mis padres ya han acabado de saludar a todo el mundo y ya han empezado a entablar una conversación sobre lo fantásticos que son estos trenes. Me acerco para darle dos besos a Annie, a la que se la ve bastante contenta.

-Vaya, Less. Como has crecido.- Me dice muy sonrriente, mirándome de arriba abajo.

-Yo a ti también te veo muy bien, Annie.- Después de saludarla me acerco a Finnick, con el que me quedo francamente sorprendida. Aquel muchacho de nueve años quedó atras hace mucho tiempo, y en su lugar se encuentra un adolescente de más de metro ochenta, y con un cuerpo tremendamente atlético.

-Hola.- Me saluda esbozando una sonrrisa. Tiene los dientes blanquísimos y perfectamente colocados. Sus ojos color verde mar me miran risueños mientras se aparta el pelo cobrizo que cae sobre ellos.

-Hola. Estás altísimo.

-Gracias. Pero supongo que no pensarías que seguiría siendo un niño de nueve años, ¿verdad?- Nos reímos. Él parece disfrutar con la conversación, se le ve un chico agradable y con sentido del humor. Sin embargo para mí esta conversación está resultando forzada y algo incómoda. -Tú también has cambiado mucho. Estás muy guapa.- Probablemente haya sido solo un piropo sin importancia, para quedar bien, pero si antes ya me sentía algo incómoda, ahora me siento definitivamente muy incómoda. -¿Es tu primer viaje en tren?

-Sí, ¿y el tuyo?

-No, para mí es el quinto. ¿Te apetece que te enseñe mi parte favorita de los trenes?

-Vale.- Hago una señal a mi madre para que sepa que me voy y empiezo a seguir a Finnick.

-¿Qué tal por el 12? Amigos, colegio... ¿Todo bien?

-Bueno. Amigos, no tengo. Colegio, me lo salto cada vez que puedo. ¿Tú?

-Tampoco tengo amigos. Pensé que era por mí, pero veo que los hijos de vencedores tenemos alguna maldición o algo. Sino, no me explico como es que tú no tienes amigos. Ni novio...

-Yo no he dicho que no tenga novio.

-Ah, lo siento. Pensé que al no tener amigos...

-No tengo novio. Era una broma.- Finnick se ríe y sacude la cabeza.

-Ya hemos llegado.- Miro hacia delante, pero estamos en un pasillo estrecho y lo único que hay delante de nosotros es una puerta de aluminio.- ¿Lista?

Entonces abre la puerta, y un estrecho balcón de barrotes aparece delante nuestra. El balcón está al aire libre, así que si te asomas se puede ver el paisaje a una velocidad de cuatrocintos cincuenta kilómetros por hora. Ya entiendo porque es su lugar favorito del tren.

-¿No vas a salir?- Me dice mientras me empuja suavemente para que salga. Y lo hago. El viento me golpea en la cara, pero no es un viento gélido como el del 12, sino un viento más primaveral, al parecer, no hace el mismo tiempo en todos los distritos. Finnick intenta hacerse un hueco, pero el balcón es muy estrecho y estamos bastante apretados. Apoya sus antebrazos en la barandilla y mira al horizonte. El viento le aparta los cabellos de la cara, y ahora si se pueden ver perfectamente sus ojos verdes, pero al mismo tiempo tan cristalinos, que son capaces de reflejar el paisaje al que dirije su mirada.

-¿Te gusta?

-Me encanta. Es fantástico.

No se cuanto tiempo nos quedamos así, mirando al horizonte, con nuestros cuerpos rozándose por la estrechez del balcón, solo se, que cuando Finnick me abstrae de mis pensamientos, es para decirme que tenemos que irnos a comer.

-Vaya, qué rápido pasa el tiempo en los trenes.- Le digo sonrriendo a Finnick, que al instante me devuelve la sonrrisa.

-En los trenes no. Es aquí, en este balcón, donde el tiempo parece que vuela.- Me contesta sin apartar la mirada del horizonte.

Cuando nos juntamos con los demás en el comedor, me doy cuanta de que hay dos personas más. Entre ellas esta Johanna Mason, una vencedora del Distrito 7. La he visto un para de veces, cuando era muy pequeña, al parecer fue aliada de mis padres el el tercer Vasallaje de los Veinticinco. Después de eso, el Capitolio la secuestró y torturó hasta que los rebeldes del 13 las rescataron junto con Annie y mi padre. Fue entonces, durante su recuperación en el 13, cuando empezó a entablar una amistad con mi madre. El otro hombre, es un señor mayor, con gafas, y que va en una silla de ruedas. Probablemete sea otro vencedor, pero a mí no me suena de nada.

-Hola a todos.- Saluda alegremente Finnick. Yo, por mi parte, alzo la mano mientras me siento entre mi madre y Finnick.

-¿Qué tal el paseo, chicos?- Annie está muy sonrriente, no pensaba encontrármela así.

-Bien. Veo que hemos pasado por otros distritos.- Contesta su hijo señalando con el tenedor a Johana y al hombre de la silla.

-Sí, hemos pasado por el 13, a por Beete, y luego por el 7, a por Johanna.

Se saludan y de nuevo todo el mundo empieza a hablar sobre cosas que no me interesan.

-¿Te apetece que luego vayamos al mirador?- Finnick me susurra al oído. Para mi gusto se está tomando demasiadas confianzas, ya que es la primera vez que nos vemos desde hace casi seis años.

-¿Te refieres al balcón de antes?

-No, el mirador es un salón que... Bueno, ya verás.

Durante el resto de la comida me dedico a probar todos y cada uno de los suculentos platos que me sirven. En mi casa nunca hemos pasado hambre, y siempre he comido bien, pero no es nada comparado con la comida del Capitolio. Nunca pensé que se pudiera disfrutar tanto comiendo, y para cuando terminamos de comer, siento que voy a explotar. Nunca antes había comido tanto, y la verdad, ahora mismo me gustaría echarme una siesta, pero le prometí a Finnick que iría con el al mirador, así que mi sueñecito tendrá que esperar.

Cuando llegamos al mirador descubro que no es ningún balcón, sino un salón en el que las paredes, el suelo, y el techo, son de cristal. Nos acomodamos en unos sillones y pedimos unas bebidas.

-¿Qué me dices del mirador?- Me pregunta mientras le da un sorbo a su bebida.

-Parece que flotas. Pero la verdad, prefiero lo de esta mañana.

-Yo también. Pero ya estamos en el 2 y no quería que te bajaras del tren sin ver esto. Además, el viento de este distrito trae con él polvo de las minas y es mejor estar resguardado.

Finnick y yo pasamos la tarde charlando, creo que nos estamos haciendo buenos amigos, y ya no me siento nada incómoda hablando con él. El resto de la tarde y la cena transcurren con normalidad. Hasta que de repente el tren, para en seco. Nos dicen que cierta pieza se ha roto, que no la podrán arreglar hasta mañana por la mañana, así que tendremos que pasar la noche parados.

Justo cuando me voy a acostar, alguien llama a mi puerta. Al abrir, descubro a un Finnick descalzo, en pijama -que no es más que un pantalon corto y una camiseta de hombreras-, y con un par de sábanas echadas al hombro.

-Sígueme. Tengo una idea.- Susurra. Asiento y empiezo a andar sigilosamente detrás de él. Cuando llegamos al final del vagón de los compartimentos, abre una trambilla y sube agilmente por unas escaleras que yo ni si quiera había visto. Una vez arriba, me ordena que le espere aquí. Me fío de él porque hasta ahora solo me ha llevado a sitios alucinantes. No tarda en volver, cuando lo hace, me ayuda a subir, pero insiste en que lo haga con los ojos cerrados.

-Ábrelos.- Aparta sus manos de mis ojos para que pueda ver que estamos encima del vagón, rodeados de millones de estrellas. A nuestro alrrededor, solo hay bosque, y la única señal de civilización son las vías por las que circula el tren, que parecen no acabarse nunca. Encima del vagón, está tendida una de las sábanas que Finnick llevaba al hombro, y la otra, está puesta encima a modo de manta, nos sentamos, y contemplamos el cielo, plagado de estrellas

-Increíble. Sin duda, el mejor de los sitios a los que me has llevado hoy.

Nos reímos y nos miramos a los ojos. Nos quedamos serios de repente. En sus ojos veo reflejado el color azul de los míos. Entonces se acerca hacia mí, tanto que nuestran narices se tocan, y me besa. Al principio, me quedo paralizada, pero luego, poco a poco, le voy devolviendo el beso. Nunca antes había besado a nadie, y lo estoy haciendo aquí, delante de millones de estrellas, encima del vagón de un tren. Es el momento más bonito que he vivido nunca. Finnick, apoya sus manos en mi cara, y yo, enrredo mis dedos entre sus cabellos cobrizos. Poco a poco, el beso se va volviendo más apasionado, hasta que él empieza a apartarse, dejandome a mí con un millón de dudas en mi cabeza. Nadie dice nada. Nos limitamos a tumbarnos boca arriba, mirando el cielo. Aprovecho este momento para despejar las dudas que habitan ahora en mi cabeza: ¿Por qué me ha besado? ¿He disfrutado con el beso? ¿Me gustaría besarlo de nuevo? Y sobre todo, ¿Qué siento por Finnick Odair?

Y nos quedamos así, mudos e inmóviles, mirando al cielo, no sé si minutos u horas.

-Finnick, es tarde. Deberíamos bajar.- No me contesta, solo se levanta y recoge las sábanas que a traído. Una vez dentro del tren, me acompaña hasta mi compartimento, no sé muy bien si por cortesía o porque le pilla de camino. -Hasta mañana.- Me despido abriendo la puerta de mi compartimento, pero Finnick me agarra del brazo, impidiendome pasar.

-Espera. Less, yo... Siento lo del beso. Tal vez no debería haberte besado. No es que no me gustes, que me gustas, pero yo...- No le dejo terminar, en lugar de eso, apoyo una mano en su nuca, y lo acerco contra mí. Apoyo los mis labios sobre los suyos, y dejo que sea él el que me duvuelva el beso. No se por que lo hago, tal vez quiera despejarme las dudas de la cabeza, solo sé que me gusta besarlo, no quiero ser yo quién se aparte, pero lo hago.

-Buenas noches.- Le sonrrío y cierro la puerta tras de mí.

Me tumbo en la cama mirando al techo. He vuelto a besar a Finnick y no he despejado ninguna de mis dudas. Está claro que me gusta besarle. Que si fuera por mí, aun seguiríamos besándonos en la puerta, lo que no se, es si eso quiere decir que le quiero, o si es simplemente una atracción física. ¿Y él? ¿Qué siente por mí? En la puerta me ha dicho que le gusto, y al fin y al cabo fue él quien me besó la primera vez. En cuanto a mí, no sé lo que siento por él, pero me prometo a mi misma no volver a besarlo hasta que tenga claro mis sentimientos, ya que estoy estableciendo una buena amistad con Finnick y no quiero hacerle daño.

Por la mañana, Effie viene a despertarme para desayunar. No he podido dormir mucho y estoy bastante cansada, además temo que Finnick haya tomado los besos de anoche como el inicio de una relación, así que decido fingir que me encuentro mal, así no tendré que verle y con suerte podré dormir un poco.

-Effie, no me encuentro muy bien. Puede que mi hermano River me contagiara la gripe antes de venir.- Toso para resultar más creible, pero no se si será suficiente, porque Effie me mira muy seria.

-Está bien. Le diré a tu madre que venga.- Creo que ahora si que lo tengo difícil. Mi madre sabe perfectamente que la excusa de la gripe la utilizo muy a menudo, así que dudo que sea capaz de engañarla.

-Less. ¿Qué tal estás? Effie me ha dicho que crees que tienes gripe.

-Sí, mamá. Me encuentro fatal.- No se como pero lo consigo, mi madre acepta que me quede en la cama con la condición de traerme algo para desayunar, cosa que agradezco porque tengo muchísima hambre.

Poco después llega mi padre cargado con una bandeja. Me como sin rechistar lo que me ha traído y le doy un beso de agradecimiento. No sé porqué pero cuando estoy con mi padre siento que sigo siendo una niña pequeña. Sin embargo, cuando estoy con mi madre, me siento más adulta, más igual a ella. Consigo dormir un rato, y cuando me despirto, veo que Finnick está sentado en una silla, cerca de mi cama.

-¿Qué estás haciendo aquí?

- He pasado a ver que tal estás. Es lo que hacen los amigos, ¿no?- Ha dicho ''amigos''. Eso quiere decir que no malinterpretó los besos de anoche, que todo sigue igual que antes, pero aunque sé que debería estar contenta, solo una parte de mí siente felicidad ahora mismo.

-Finnick. Sé que no has venido a eso.

-Necesitaba hablar contigo.

-No hay nada que hablar, Finnick. Solo fueron besos. Sin ninguna importancia sentimental. Al menos por mi parte.

-No te creo.

-Lo siento pero...

-No te creo.- Me interrumpe gritando.- No creo que no sientas nada, ni una pizca. Si fuera así, no me hubiras besado la segunda vez.

-Finn, yo...

-Dímelo. Dime que no sentiste nada anoche. Dime que no te gustó. Dímelo, y prometo dejarte en paz.- Puedo ver como cae una lágrima por sus pómulo izquierdo. Se la seco con la mano y volvemos a mirarnos a los ojos.

-Sabes que no puede ser, que no puedes haberte enamorado de mí en un día. Tanto tú como yo sabemos que eso es imposible...

-Yo no me he enamorado de tí en un día. Cuándo éramos niños y jugábamos en tu distrito ya me gustabas. Siempre has sido mi única amiga, cuando estaba solo en el 4, me acordaba de tí cada segundo. Y cuando supe que venías a este viaje, que le preguntaste a tu madre si iría yo también... Me prometí a mi mismo que te enamoraría.- Siento como lás lágrimas también van acumulándose en mis ojos, pero no voy a llorar. Puede que yo también pensara así sobre Finnick, él ha sido lo más parecido a un amigo que he tenido nunca, y supongo, que si no hubiésemos dejado de vernos hace seis años, puede que ahora fuésemos más que eso. -Less, solo dímelo. Dime que solo fueron besos, que no significaron nada para tí.

-No puedo. No puedo decirte que no significaron nada, cuando llevo toda la noche pensando qué es lo que siento por tí. No puedo decir que no disfruté con ellos, cuando no hacía más que desear más. Simplemente no puedo, Finnick.- Entonces vuelve a suceder, cierro la mano que tengo sobre su cara e inclino mi cabeza hacia la izquierda. Nuestras narices vuelven a tocarse, y poco a poco nuestros labios también. Es él el que empieza a besarme suavemente el labio superior. Yo le devuelo el beso muy dulcemente.

Puede que este beso esté siendo mucho más tímido, y menos apasionado que los de anoche, pero a mí me hace despejar la mayoría de las dudas que tengo en mi cabeza. Quiero a Finnick Odair, quiero estar a su lado y quiero seguir besándole. Puede que no esté enamorada, pero lo que siento por él es muy fuerte, y si todos estos sentimientos han aparecido de un día para otro, tengo miedo a descubrir qué es lo que sentiré en camino de vuelta.

Finnick y yo pasamos la mañana en mi compartimento, charlando, besándonos y jugando como niños. Disfruto mucho estando con él, pero ya es casi la hora de comer y aún tengo que cambiarme -ya que sigo en pijama-. Finnick insiste en esperarme fuera, aunque a mí no me importa lo más mínimo que me vea en ropa interior, de todas maneras dejo que se vaya. Me pongo unos vaqueros y una blusa de color azul, me calzo mis botas de siempre y voy a reunirme con Finnick en el pasillo.

-Te echaba de menos.

-Pues me he dado toda la prisa posible, te lo aseguro.

-¿Vamos?- Me extiende la mano. Yo pongo la mía sobre la suya y le sonrrío.

-Vamos.- No suelto mi mano de la suya hasta que estamos casi en la entrada del comedor, que le pido que me suelte. De momento, no quiero que se enteren mis padres de que estoy saliendo con Finnick, no hasta que sea algo más, estable.

-Hola.- Es Finnick el que saluda, yo como siempre, prefiero mantenerme al margen, ya que a muchas de las personas que hay aquí ahora mismo, practicamente acabo de conocerlas.

-¿Ya estás mejor, Less?

-Sí, mamá. Ya me encuentro mucho mejor.

Hoy la comida no es tan aburrida como la de ayer. Finnick y yo no paramos de bromear y de reírnos, incluso intercambio algunas palabras con Annie y Johana, la que por cierto, no parece cortarse ni un pelo, y suelta cualquier cosa que se le pasa por la cabeza, sin importar a quien pueda ofender con sus comentarios. Cuando acabamos de comer, Finnick y yo nos despedimos de todo el mundo y emprendemos el camino hacia el balcón.

-Me encanta este sitio. Aquí me olvido de todo lo demás, consigo poner la mente en blanco, y relajarme totalmente.

-¿Cómo lo descubriste?

-La primera vez que viajé en tren, con once años. Mi madre y yo íbamos al Capitolio por razones médicas y me enfadé con ella, no recuerdo porqué. Quería encontrar un escondite para estar solo y lo descubrí. Desde ese día vengo aquí cada vez que monto en tren.

-No me extraña. Este es con diferencia el mejor lugar del tren. Sin contar la parte de arriba.- Nos reimos al acordarnos de la aventura de anoche. Sin duda ese ha sido el mejor momento en el tren hasta ahora. Apoyo mi cabeza sobre el hombro de Finnick.- No quiero que este viaje se acabe.

-¿No querías ir al Capitolio?

-Sí, pero siento que lo mejor que podía encontrar en el viaje está en este tren. Así que no quiero irme.- Se ríe y me besa. Mientras beso a Finnick pierdo la loción del tiempo, podría pasarme horas besándolo y me seguirían pareciendo segundos. Pero no todo en sus besos es bueno, desde que nos besamos la primera vez, siento que se me haría muy difícil vivir si sus besos. Cada vez me asusta más enamorarme tan deprisa de Finnick, pero no puedo evitarlo, él dijo que me enamoraría, y lo está consiguiendo.

-Te quiero.- Eso hace aún más difícil lo de no enamorarme de él tan rápido.

-Y yo, pero necesito más tiempo, Finn.

-No te preocupes, está bien.

Sé que no quiere presionarme, no quiere meterme prisa, pero yo no puedo decirle algo así, no en tan poco tiempo, así que apoyo mi cabeza sobre su pecho y le doy un fuerte abrazo. Él pone su frente sobre mi pelo, de manera que soy capaz de sentir su respiración en la cara. Me siento cómoda con Finnick, al fin y al cabo nunca he tenido un amigo, y ahora, en menos de un día, siento que he conseguido mucho más que eso.

Entonces la puerta que da a nuestro balcón se abre de golpe. Suelto a Finnick de golpe y descubro que Johanna está en la puerta. Tiene las cejas encaradas y una sonrrisa raviesa en el rostro. A pesar de que es una cuarentona no tiene casi ni una arruga en el rostro, lo que la hace parecer mucho más joven. Está claro que la ha sorprendido vernos así, puede que sospeche.

-Finnick, tu madre me ha mandado a decirte que estamos llegando.

-¿Tan pronto? Pensaba que tardaríamos más.

-La verdad es que hemos recuperado rápidamente la noche perdida, pero bueno ¿qué se puede esperar de un tren que viaja a quinientos kilómetros por hora?- No espera a que Finnick la conteste. Se da media vuelta y cierra la puerta tras de sí. Esperamos unos minutos, le echamos un último vistazo al paisaje y salimos del balcón.

-Creo que deberíamos ir al mirador. Ver el Capitolio a esta velocidad no tiene desperdicio te lo aseguro.- Finnick, vuelve a cogerme de la mano, no la aparto, pero está calro que tendré que hacerlo cuando lleguemos al mirador, donde todos nos estarán esperando.

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