BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

jueves, 1 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 3.
 
Mi habitación en los alojamientos del Centro de Entrenamiento no tiene nada que ver con la que tengo en el 12, ni si quiera con mi compartimento del tren. Es muy grande, y está decorada con extravagantes muebles que resultan ser mucho más cómodos de lo que parecen. Tiene un baño de casi veinte metros cuadrados que sin contar con lo más básico cuenta con un plato de ducha (no como las de casa, sino con muchos más botones), y una enorme bañera de tres escalones de profundidad. Está claro que cuando los tributos se alojaban en estos aposentos hace más de quince años, disfrutaban de un enorme nivel de lujo antes de enfrentarse a la arena. Ahora las habitaciones del Centro de Entrenamiento solo son habitadas cuando alguna cara conocida viene al Capitolio para ser entrevistada o algo por el estilo. En mi caso, mi entrevista está programada para esta noche, junto con la de mis padres, el resto de vencedores y la de Finnick. Unas tres horas antes de la entrevista, una extraña mujer con la piel verdosa y el pelo larguísimo color turquesa llega a mi habitación.

-Hola, Leslie, soy tu estilista, Octavia.

-Hola.- La contesto sin mucho entusiasmo, en el corto trayecto desde la estación, he visto bastantes ejemplos de la extravagante moda del Capitolio, pero ahora que tengo a Octavia tan cerca, me parece realmente monstruosa, aunque por supuesto, no digo nada.

-Bueno Leslie, ¿qué tal está tu madre?- ¿Mi madre? No se me ocurre ninguna relación que haya podido tener esta mujer con mi madre, ya que el estilista que tuvo en sus juegos, murió hace más de quince años.

-Llámame Less. Está bien. ¿Os conoceis?

-Oh, sí. Yo formaba parte de su equipo de preparación cuando ella participó en los juegos.

-Ah.- No la miro a la cara, sino a las uñas de ocho centímetros de color fucsia que sobresalen de sus dedos. Me pregunto cómo no le entorpecen el trabajo.

-Bueno Less... ¿Qué te parece si empezamos con tu pelo?- No espera a recibir respuesta, me acerca un taburete y me ordena que me siente sobre él. Deshace habilmente la trenza que me cuelga por la espalda y me peina con un cepillo. Luego me aplica varios productos y me prepara un baño mientras hacen efecto. Cuando sale del baño, me quita la ropa, me envuelve el pelo para que no se me moje, y me obliga a meterme en la bañera, que ahora esta llena de una especie de arenilla marrón. Me prota con dureza la piel y me doy cuenta de que todas las durezas e imperfecciones han desaparecido. Cuando salgo, me envuelve en una fina toalla de color blanco y me prepara otro baño, esta vez con un espeso producto verde, que espero que no me deje la piel como la suya. Una vez dentro de la bañera, se va y me deja sola, supongo que esta vez no habrá que frotar, así que intento relajarme. En unos pocos minutos vuelve y me saca de nuevo de la bañera. Mi piel sigue con su color habitual, lo que me alivia bastante, pero al tocarla, la noto mucho más suave. Octavia debe de haberme metido en un baño con algún tipo de aceite. Esta vez no me da la toalla, sino que me pone una fina bata de papel. Libera mi pelo de la toalla que tenía en la cabeza y este cae libre sobre mi espalda, está un poco enrredado, pero Octavia no tarda ni un minuto en solucionarlo. El siguiente paso es el que más odio. Mi estilista me hace la cera, dejando mi cuerpo sin un solo pelo que no sea en la cabeza. Luego me arregla las cejas con ayuda de unas pinzas, algo con lo que tampoco disfruto demasiado.

-Bien, ahora ya pareces más humana.- Resulta irónico que lo diga una persona con la piel verde y el pelo turquesa, pero aun así sonrrío, al fin y al cabo Octavia lleva más de una hora trabajando sin parar.

Lo siguiente es lo menos doloroso, Octavia me peina por tercera vez, pero esta vez, no solo desenrreda, sino que también me iguala el pelo y me lo ondula con un extraño aparato, para luego recogerlo, dejando sueltos un mechón a cada lado. Luego me maquilla, nunca he sido una chica muy femenina que digamos, así que en lugar de disfrutar con cada movimiento de sus hábiles manos, me dedico a tolerarlos. Tras aplicar un poco de colorete por aquí y algunas sombras por allá, Octavia me pinta los rabios de un color rosa claro, muy natural y no demasiado vistoso para una chica de catorce años. Me hace levantarme del taburete y me ayuda a quitarme la bata, la deja sobre la cama mientras me pongo una sencilla ropa interior y vuelve con una bolsa de tela gris. La abre y muestra un vestido palabra de honor de color verde azulado, muy parecido al color de los ojos de Finnick. Tiene cosida una flor negra a la altura del corazón, a juego con el cinturón.

-¿Qué te parece?- Me dice con una sonrrisa de oreja a oreja. Por su expresión me da la impresión de que lo ha diseñado ella. No sé mucho de moda, pero el vestido me parece precioso.

-Es muy bonito, Octavia.- Al parecer mi estilista se siente alagada, ya que, a través de su piel verdosa, perece sonrrojarse.

Me ayuda al ponerme el vestido, que para mi sorpresa, es bastante más corto de lo que me hubiera gustado, apenas llega a la mitad del muslo, lo que deja al descubierto toda la pierna de rodilla para abajo. Pero eso no es lo peor, Octavia me acerca unas sandalias de tacon de color negro, y al ver mi expresión, se da cuenta de que no me he puesto unos tacones en mi vida.

-No te preocupes, no tienen ni diez centímetros.- Dice como si las sandalias le parecieran demasiado bajitas, entonces me paro a mirarle los pies y descubro que lleva unas botas de al menos tres centímetros de plataforma y quince de tacón. Ya sé por mis sandalias le parecen tan insicnificantes. Me calza los tacones y me hace andar, pero ni siquiera soy capaz de dar dos pasos seguidos sin tropezarme.

-Creo que necesitaremos algo más plano.- Opino. Pero los ojos de Octavia me miran como diciéndome, que no está dispuesta a rendirse tan rápidamente.

-Bueno, aún nos queda media hora para que empiecen las entrevistas.

Tras quince minutos de ir y venir con las sandalias de tacón, me siento en la cama, muerta del dolor de pies, para dar paso a otra de las quejas de Octavia.

-¡Pero Less! ¿En serio piensas sentarte así en la entrevista?- Me miro las piernas, y me doy cuenta de que las tengo abiertas, claro, estoy acostumbrada a mis cómodos pantalones de caza, pero está claro que con un vestido tan corto, no puedo sentarme de esta manera, así que cruzo las piernas. Tras cinco minutos de correciones de la postura, Octavia me mira orgullosa, pero su sonrrisa no dura mucho, tras tanto sudar, la suave capa de maquillaje debe debe de habérseme borrado, porque Octavia se abalanza sobre mí con su maletín de maquillaje. Cuando termina, me ayuda a levantarme, salimos de la habitación medio corriendo y se apresura a conducirme al ascensor que me llevará al escenario donde tendrán lugar todas las entrevistas.

Las prisas de Octavia resultan ser ridículas, porque para cuando llegamos a las sala donde esperaremos para ser entrevistados, solo mi madre está ahí. Lleva un espectacular vestido amarillo de un solo tirante, es un vestido muchísimo más sencillo que el mío, pero mi madre está deslumbrante, mientras que yo, ni si quiera he tenido tiempo de mirarme al espejo.

-Se ve que Octavia no ha perdido el tiempo.

-Oh, no me lo recuerdes.- Contesto a mi madre pensando en lo duras que han sido las últimas horas.

-¿Te a hecho sufrir demasiado?- La enseño mis sandalias de tacón a modo de respuesta, y ella se ríe.- Vaya, ha tenido que costarte subirte ahí.- Asiento y me siento en las sillas que tenemos detras nuestra.- Estás muy guapa, Less.

-¿Pues sabes qué es lo peor, mamá? Con tanta prisa no he podido ni mirarme al espejo.

-Pues es una pena.- Me levanta y me pone delante de la pared, que tiene un pequeño espejo, no se ve muy bien, pero si lo suficiente para que pueda darme cuenta de algo.

-No parezco yo.

-Less, no digas tonterias, estás genial.- Tiene razón, por mucho que me mire no logro encontrar un pelo fuera de su sitio, o una imperfección en mi piel. Me siento bien, me siento guapa, pero eso no quiere decir, que me sienta especialmente cómoda.

-Tú si que estás genial.- La respondo con sinceridad. Porque lo está. Cualquiera que la viera, no diría que tiene más de veinticinco años. Me sonrríe y me da un cariñoso beso en la cabeza.

En menos de un minuto, las otras cinco sillas que hay al lado de las nuestras empiezan a llenarse. Primero llega mi padre, con un traje de color amarillo, a juego con el de mi madre, y que también sirve para que aparente ser bastante más joven. Luego llega Johanna, con un provocativo vestido morado con un escote en ''V'' que le llega hasta el ombligo. Realmente no sé como hace para conservarse tan bien, vista así no aparenta más de treinta, cuando hace ya un par de años que pasó de los cuarenta. El siguiente es Beete, que lleva un sencillo esmoquin negro, y que coloca su silla de ruedas al lado de Johanna. Después llega Annie, preciosa con un vestido largo de distintas tonalidades de azul, sin mangas, y con un precioso cinturón gris, que parece estar hecho de algún tipo de cuerda. Finnick es el último, impresionantemente vestido con unos pantalones blancos muy ajustados y una camisa verde pistacho, de la que lleva desabrochados los tres primeros botones, encima lleva una americana blanca sin abrochar. Lleva unos sencillos zapatos blancos y el pelo cobrizo no muy peinado, de manera que queda muy natural. Me acerco a saludarle.

-Estás muy guapo.- Le digo riéndome.

-Me parece que tú no te has visto bien.- Me coge del brazo y me hace dar una vuelta. Silba.- Estás espectacular.

-Bueno, no esperaba menos después de haber tenido que aguantar tres horas seguidas de tortura.- Le suelto con humor. Nos reímos y oímos el pitido que indica que las entrevistas van a empezar, así que me despido de él con la mano y vuelvo a ocupar mi lugar.

Primero llaman a los vencedores por orden de distrito: Beete, Annie, Johanna... Le toca salir a mi madre, se levanta de su silla y se frota las manos, se la ve nerviosa, aunque claro, es la primera vez que sale en la televisión desde hace quince años, ya que cada vez que la llamaban desde el Capitolio, era para alguna votación del gobierno sin mucha importancia. Cuando el presentador, Caesar Flickerman, la presenta como ''Katniss Everdeen, la chica en llamas'' el público la vitorea muchísimo más fuerte que a ninguno de los otros tributos, al fin y al cabo, mi madre fue el Sinsajo, la chica que salvó una nación.

-Bueno, Katniss. Cuánto tiempo desde la última vez.- Comienza Caesar, muy amablemente mientras abraza a mi madre.- ¿Qué tal está nuestro Sinsajo?

-Pues muy bien, Caesar. Más féliz que nunca.

-¿Sabes qué, Katniss? Se te nota en la cara.- Ambos se ríen. Caesar parece un hombre muy agradable.- Bueno, ¿qué nos cuentas de tu vida? Se rumorea que has sido mamá...- Seguro que todos los habitantes de Panem están pegados a la pantalla, esperando que hable sobre un bebé practicamente recién nacido, claro, nadie fuera del Distrito 12 sabe que en realidad se quedó embarazada hace casi quince años.

-Pues sí, pero de eso hace ya mucho tiempo. Pensé que lo sabríais.

-Pues la verdad es que no. Pero por favor, Katniss, cuéntanos más. ¿Cúantos años tenías tú? ¿Cómo te sentiste? ¡La gente quiere detalles!

-Bueno. Yo era muy joven, se podría decir que tenía los dieciocho recién cumplidos. Lo que lo hizo aún más extraño.- Esta entrevista será interesante, nunca se me ocurrió preguntarle a mi madre cómo fue cuando se quedó embarazada de mí.

-Entonces, ¿fue muy raro?

-La verdad es que sí, Caesar. Siempre había tenido miedo de quedarme embarazada, nunca habría podido ver como mis hijos se enfrentaban años tras año a la Cosecha, y supongo que al hacerlo tan joven fue aún más difícil. Pero bueno, luego cuando por fin la tuve en mis brazos, sentí que era la criatura más bonita del mundo, que era mía, bueno, nuestra,- dice mirando hacia donde nos enconramos los demás, mirando a mi padre.- que ya no había nada que temer. Que estaba a salvo.

-Precioso.- Dice Caesar, haciendo que se seca una lágrima.- ¿Cómo llamásteis a esa niña, Katniss?

-Leslie Primrose. Aunque no la gusta que la llamen así, siempre la llamamos Less.

-¿Primrose fue por tu hermana pequeña?- Mi madre agacha la cabeza, como si estuviera recordando algo, y puedo ver como las lágrimas se la forman en los ojos. Quiero salir ahí y abrazarla, como siempre hago cada vez que tiene un día malo.

-Sí.- Contesta al fin.

-Bueno, Katniss, no te preocupes cambiemos de tema.- Caesar le ofrece a mi madre una caja de pañuelos, pero ella la rechaza.- Unos años después de tener a Less, te volviste a quedar embarazada, ¿verdad? Cuéntanos, ¿la segunda vez fue mas fácil?

-Un poco. Pero no mucho. Al igual que con mi hija no me sentí tranquila hasta que no tuve a River en mis brazos.

-Es normal. Has pasado por muchas cosas, y el miedo no es algo que se pierda tan facilmente.

-No. Pero yo siempre he tenido a Peeta a mi lado para apoyarme. Si no fuera por él, yo no estaría aquí.- Al oir que mi madre menciona a mi padre el público suspira. Vuelven los trágicos amantes del Distrito 12.

-Ahí quería llegar yo.-Suelta Caesar con una sonrrisa en la cara. -Tras la guerra, ¿todo siguió igual con Peeta?

-No. Snow lo secuestró con veneno de rastrevíspula y al principio quería matarme. Pero muy en el fondo, sabía que él estaría ahí siempre. Aunque sí que es verdad que necesitamos nuestro tiempo.

-Entiendo...-Suena la campana que indica el final de la entrevista.- Me gustaría seguir hablando contigo toda la noche, pero tu tiempo se ha acabado.- La besa la mano y sentencia: ''Con ustedes, Katniss Everdeen, la chica en llamas.'' Más aplausos, más gritos y en un minuto es mi padre el que saluda al público.

-Encantado de volver a verte Peeta. ¿Tu mujer te ha emocionado tanto como a mí?

-La verdad es que sí, Caesar. Aunque oficialmente no estamos casados.- El público suspira, tal vez no se lo esperaban.

-¿Entonces como lo hicísteis, Peeta? ¿Brindasteis el pan, tal y como indica vustra tradición?

-Exacto. Aunque para nosotros tiene mucho más valor que un simple trozo de papel.

-No lo dudo.-Responde Caesar.- Bueno, Peeta. Katniss ya nos ha contado que para ella fue muy duro quedarse embarazada. ¿Para ti fue igual de difícil? ¿Cómo te enteraste de la noticia?- Mi padre sonrríe, y fija la mirada en el suelo.

-Creo que aquel fue uno de los mejores momentos de mi vida. Recuerdo que yo estaba sentado en el borde de nuestra cama, atándome los cordones de los zapatos. Katniss llevaba casi una hora en el baño, sin dar señales de vida, y yo empezaba a preocuparme. Entonces la puerta se abrió de golpe, y de ella salió la mujer más hermosa del mundo, aunque había algo, en su expresión, que me chocaba. Se la veía preocupada.-Nada ni nadie interrumpe la historia de mi padre, ni siquiera yo, que intento no moverme para no hacer ruído.- Katniss se sentó a mi lado y me miró a los ojos. Durante unos minutos, nadie dijo nada, solo nos mirábamos. Entonces dijo:

-Peeta, ¿tú me quieres?- Yo estaba cada vez más preocupado, había algo en su tono de voz, algo distinto.

-Más que a nada en este mundo.- Le respondí. Recuerdo que la cogí de la mano, y que las noté más frías que nunca.- Katniss, ¿pasa algo?- Ella se quedó un rato más mirándome a los ojos, mirando a nuestras manos entrelazadas, al paisaje que es encontraba fuera de la ventana de nuestra habitación.

-Estoy embarazada.- Dijo al fin. Sentí un sentimiento muy fuerte en mi interior, un amor infinito hacia una persona que aún no había nacido. Katniss me miraba, esperando mi reacción, yo me reía a carcajadas. Iba a tener un bebé con la mujer de mi vida. Lágrimas de alegría brotaban de mis ojos, pero Katniss me miraba atónita, no esperaba mi reacción. La besé, nos besamos, se rió, nos reímos. Creo que hasta entonces, nunca me había sentido tan feliz.

-Tuvo que ser un momento precioso, y más aún teniendo en cuenta todo lo que habíais pasado.

-Lo fue, sin duda.

-Y cuando tuviste a Less en tus brazos, ¿cómo te sentiste, Peeta?

-Creo que no he llorado más en toda mi vida.- Contesta mi padre con una sonrrisa en la cara.- Imagínate, Caesar, que despues de haber pasado por tantos obstáculos como Katniss y yo, después de habernos recuperado de las pérdidas, viene al mundo una pequeña personita de pelo oscuro y ojos azules. Sabes que es tuya, que tú y la persona a la que más amas en el mundo la habeis creado y traído al mundo. Eso, Caesar, es lo mejor que le puede pasar a un hombre.- La gente rompe a aplaudir, le vitorean, e incluso lloran. Ahora me doy cuenta de el don que tiene mi padre para hacer que sus palabras te lleguen al corazón.

-¿Y con tu segundo hijo? ¿Con River fue todo igual?

-Más de lo mismo, sentía que no podía pedir más. Que tenía, y de hecho tengo, todo lo que necesito.- Más aplausos, más vítores, pero por encima de todo ese ruido, se oye la sirena que indica que la entrevista de mi padre ha acabado. Finnick no sale inmediatamente, y entonces me doy cuenta de que Caesar nos está presentando:

-Y esto no ha sido todo, a continuación, estarán con nosotros dos personas muy especiales, ellos son el fruto del esfuerzo, el valor, la esperanza y la fuerza de nuestros vencedores. ¡Hoy tendremos con nosotros a Finnick Odair Jr. y a Leslie Primrose Mellark en persona!- Más aplausos y Finnick sale al escenario. Apenas me entero de su entrevista, cosa que debería hacer, ya que no sé mucho sobre el chico de quince años con el que salgo, pero me distraigo continuamente para secarme el sudor de las manos, mi padre apoya su mano en mi pierna para tranquilizarme, pero para cuando lo hace, Finnick y Caesar ya se están despidiendo y un hombre con un auricular me hace una señal para que salga, así que me levanto y salgo al escenario, pero cuando estoy a penas a cinco pasos de mi asiento, una bomba estalla a menos de diez metros de mí.
  

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