BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

jueves, 17 de enero de 2013


CAPÍTULO 8.

Por un momento, siento que todos los músculos de mi cuerpo se me paralizan. Mi cabeza no me permite pensar con claridad y lo único que pasa por mi mente es salir corriendo. Mis extremidades se recuperan del shock antes incluso que mi cabeza y empiezan a correr. Sigo la dirección que me marcan mis piernas, sin saber a dónde voy ni lo que hago, ya que mi cabeza solo piensa en una cosa: Tengo que ir al 4. Descubrir si está bien. Tengo que acabar con todo esto.

Entonces me paro en seco. No me servirá de nada echarme a correr sin saber a dónde voy, y mucho menos de noche. Me tomo unos segundos de descaso y emprendo mi camino de vuelta a la cabaña, antes de todo tengo que pensar como puedo llegar al 4. Cuando regreso al lago, me alivia descubrir que, a pesar de todo, mi familia sigue dormida. Me siento en el rincón donde estaba durmiendo y me dispongo a hacer una lista mental de las cosas que tengo que tener en cuenta para mi viaje. Lo primero es lo más evidente: tengo que salir esta noche, si no, mi madre se enterará de lo del bombardeo y no dejará que me vaya, así que tengo que esforzarme para que cuando se despierten, llevarles ya cierta ventaja. También necesitaré un plan, no puedo liarme a correr por el bosque sin ningún rumbo, esperando encontrar el 4. Lo mejor será llegar hasta los alrrededores de la verja del 12, desde allí, pordré llegar fácilmente hasta la estación y caminar junto a la vía de tren, o incluso, lograr colarme en alguno. Por último, necesitaré provisiones, ya que si consigo viajar de polizón en un tren no podré cazar.

Giro mi cabeza de un lado a otro, ansiosa por encontrar mi bolsa y salir corriendo. Cuando por fin la veo, me doy cuenta de que tal vez no sea la más apropiada para mi viaje. Es una bandolera grande de piel que ocupa demasiado espacio y no resulta muy cómoda a la hora de trepar o correr. Entonces me acuerdo del pequeño saquito que le di a mi hermano para sus soldaditos. En él puedo llevar bastantes bayas, e incluso una pequeña porción de carne, así que, sin pensármelo dos veces, saco los soldaditos de River y me lo ato al cinturón. También me llevo una cantimplora de agua colgada del hombro, un cuchillo, una pequeña linterna que ha traído mi padre y unas flechas de repuesto que le quito a mi madre del carcaj.

Según el cielo, serán aproximadamente las tres de la madrugada, así que tengo unas cuatro horas (seguramente algo menos) para alejarme lo suficiente de mi famillia, de modo que aligero el paso. Es la primera vez que deambulo de noche por el bosque yo sola, he venido un par de veces con mi madre durante alguna de nuestras acampadas, pero nada comparado con esto. La luna está en cuarto creciente y no creo recordar haber visto el bosque tan oscuro antes, para colmo, me veo obligada a exponerme a los depredadores por no poder sujetar el arco, ya que tengo la linterna en la mano derecha.

A pesar de todo, llevo un ritmo bastante bueno por lo que consigo llegar a la alambrada en un tiempo récord. Me acerco unos cuantos metros y camino unos diez minutos pegada a ella. Cuando llego al punto donde se encuentra la estación, me fijo en que un tren está a punto de salir. No es un tren como el que me llevó al Capitolio, sino uno muy parecido a los que utilizan para repartir el carbón por los distritos, que salen por la noche, para evitar polizones. Por un momento, contemplo la opción de colarme. Hay un par de trabajadores en la parte de atrás, por los que tendré que pasar si quiero subir. Podría sobornarles, tienen pinta se ser de la Veta y estoy segura de que admitirían mis pendientes como forma de pago. Por otra parte, si se niegan, se convertirían automáticamente en testigos, lo que me haría más difícil la huída. Finalmente, decido arriesgarme, me deslizo por debajo de la verja cuando nadie mira y me dirijo decidida pero con disimulo, hacia los trabajadores del último vagón.

-¿Qué haces tú aquí a estas horas? -Me pregunta el primero. Es un chico de unos treinta años con el pelo oscuro y los típicos ojos grises de la Veta. A pesar de tener un cuerpo fuerte, se le nota que no come tan a menudo como le gustaría. Su compañero, algo más mayor, es más de lo mismo, solo que el pelo rubio de este llama bastante la atención ya que normalmente es un rasgo de las familias de comerciantes que viven en la plaza.

-Nada. ¿Puedo saber dónde va este tren?

-Parará por todos los distritos suministrando carbón. -La voz del segundo hombre es más grave que la del anterior.

-Sí. -Continua el otro.- Pero no veo porqué debería de interesarla.

-Porque quiero subir. -Intento hacer que mi voz suene fuerte y decidida, pero a pesar de eso no dejan de mirarme con la misma dureza.

-Imposible.

-Puedo pagaros. -El chico de pelo oscuro me mira esperanzado. -Os daré lo que querais.

Al levantar la barbilla, una expresión de reconocimiento asoma por la cara del hombre rubio. Sabe quién soy. Sin esperar, me quito los pendientes de plata y se los ofrezco. El más jóven, los mira asombrado, a juzgar por su rostro, está deseando aceptar el trato y salir huyendo con los pendientes, pero el otro hombre no parece muy convencido.

-Sé quien eres. Eres la hija de Katniss Everdeen, ¿verdad? -Asiento. -Entonces creo que no tendrás ningún inconveniente en ofrecernos algo más. Te sobra el dinero, ¿no es cierto?

-Por favor, ahora no llevo nada más encima. Pero esoy segura de que mis padres te darán el dinero que quieras si se lo pides.

Los dos compañeros comparten una mirada de duda. Pero finalmente, es el rubio quien habla de nuevo.

-¿Cómo estás tan segura? Tu madre no tiene pinta de ser muy sociable.

-Lo sé, pero si le dices que me has ayudado no tendrá problema en dártelo.

-Venga, Jim, no seas idiota. Uno de esos pendientes sirve para dar de comer a tu familia durante días. No hace falta ser tan avaricioso. -El chico de pelo oscuro mira a su amigo, tratando de convencerle de que acepte el trato, luego me mira a mí.- Son de plata, ¿no es así?

-Sí. Me los trajeron del Capitolio, os prometo que os darán una buena cantidad por ellos. -Tras una última mirada a los pendientes el hombre rubio vuelve a mirarme.

-Está bien. Lo que no estiendo es porqué querría una niña rica como tú montar en un tren que transporta carbón.

-Eso ya no es asunto vuestro. -Sentencio, ya he dejado demasiadas pistas por el camino.

Los dos hombres me conducen al interior del último vagón, donde no hay más que sacos llenos de carbón. Después de advertirme que no haga ruido, el hombre rubio sale para ocupar de nuevo su puesto, pero el otro chico, se queda unos minutos.

-Supongo que habrás viajado alguna vez en tren, ¿verdad?

-Sí, pero no en uno como este, sino de los del Capitolio.

-Entiendo... Estos trenes son algo más lentos, en un día a penas habrás llegado al 8. ¡Vaya! Se me olvidaba, un momento. -El chico sale del vagón y en pocos segundos vuelve con una pequeña bolsa.- Sé que no es mucho, pero si quieres llegar lejos necesitarás algo de comida y agua.

-¿Por qué lo haces? No me conoces.

-No, pero a tu madre sí.

-Ya, como todo el mundo.

-No, yo la conozco de verdad. -El chico me tiende una mano.- Me llamo Rory, Rory Hawthorne.

-¿Hawthorne? -Me suena haber leído ese apellido en el libro de mis padres, pero no hablaba sobre Rory Hawthorne sino sobre...

-Soy hermano de Gale. -Claro, Rory es el hermano de Gale, el que fue el mejor amigo de mi madre, pero con el que perdió el contacto después de la guerra, al enterarse de que el diseñó las bombas que mataron a mi tía.- Bueno, Leslie, tengo que dejarte, el tren va a salir. Recuerda esconderte un poco entre los sacos y no hacer mucho ruido, ¿vale?

Sin esperar a que le conteste, se baja del vagón de un salto y cierra las compuertas. El vagón se queda casi a oscuras, de no ser por una pequeña rendija que hay en una de las paredes. Yo abro la bolsa que me ha dado y me encuentro con un panecillo duro, un trozo de queso y una botella pequeña de agua. Me siento muy agradecida hacia Rory, pero por una parte, me arrepiento de haberla aceptado, ya que lo que me ha dado probablemente fuera su comida y él no parece estar en condiciones de regalar. Me acomodo entre los sacos de carbón, e intento dormir un poco. Rory ha dicho que el viaje será largo así que será mejor pasar la mayor parte del trayecto durmiendo.



Todo está muy oscuro y no corre ni pizca de aire. Respiro hondo, pero es como si mis pulmones absorbieran ceniza en vez de oxígeno, lo que me produce una muy escandalosa tos. Me maldigo a mi misma por armar tanto alboroto, se supone que nadie puede descubrirme, se supone que nadie sabe que estoy aquí. Empiezo a sentir claustrofobia, algo que no había sentido nunca, las pareces van juntándose cada vez más, haciendo cada vez más pequeño el sitio donde me encuentro. Sigo sin poder respirar correctamente por la gran cantidad de ceniza del hambiente. Cada vez me pongo más nerviosa, tengo ganas de gritar, aunque sé que no debo. Comienzo a jadear hasta que al final, sin poder evitarlo, grito lo más fuerte que puedo.

El paisaje ha cambiado totalmente, ya no estoy en un búnker claustrofóbico ni nada por el estilo, sino que me encuentro tumbada al aire libre, sobre la arena de una playa. Las olas empapan mis pies descalzos, y la suave brisa marina abanica mi piel de una manera muy agradable. Tan solo hay una cosa que podría desear en estos momentos. A él. A pesar de lo relajado que está mi cuerpo en este momento, siento algo sobre mi pecho, como si alguien estuviera haciendo presión sobre él. <<No te preocupes, llegará.>> Intento repetirme la frase continuamente. Intento autoconvencerme de que será así, pero los minutos pasan y nadie aparece. <<Ve a buscarlo, necesitas verle.>> Mi voz retumba en mi cabeza cada vez más angustiada. <<Tienes que ir, no puedes permitirles que lo aparten de ti>> Me levanto de golpe y, como si mi vida dependiese de ello, empiezo a correr. Justo cuando llego al final de la playa, por fin aparece él, me sujeta de los hombros y me mira a los ojos con expresión risueña,

-¿No quedamos en que me esperarias?

-Me preocupé, vi que no llegabas y decidí ir a buscarte.

-No te preocupes, tan solo me he retrasado un poco, nada más. -Miro a mi novio a los ojos, su rostro ha estado tan presente últimamente, que era capaz de recordarlo a la perfección, cada poro, cada peca. Pero entonces descubro algo que no encaja en el recuerdo que tenía de Finnick Odair. Tiene los mismos ojos, la misma nariz y la misma boca. Ni si quiera tiene un pelo fuera de donde yo lo recordaba, aparentemente, sigue igual que siempre, pero hay algo que me dice que no es él, que no es el chico al que besé encima del tren.- Less, ¿te ocurre algo?

-¿Quién eres tú?

-¿Cómo?

-He dicho que quién eres. Tú no eres Finnick, no el que yo conozco.

-Estás cansada, será mejor que te tumbes un rato.- Me pone su brazo sobre los hombros y me dirije a la orilla.

-¡No! ¡No pienso ir a ninguna parte contigo hasta que no me digas quién eres!

-Less...

-¿Dónde está Finnick? ¿Qué le has hecho?- El chico que pretende hacerse pasar por mi novio me mira pensativo, pero para nada preocupado. Entonces me dedica una sonrrisa maliciosa.

-¿Qué importa eso ahora? ¿Acaso no soy exactamente igual que él?

-Por supuesto que no. -Él suelta una carcajada burlona.

-En eso te equivocas.- Y se abalanza duramente sobre mí.



Despierto envuelta en un sudor frío. Siento como si el corazón se me fuera a salir en cualquier momento, y la boca más seca de lo que recuerdo haberla tenido jamás. Tras dedicar unos segundos a ubicarme, bebo un trago de agua de la cantimplora que llevo colgada del hombro. No tengo ni idea de cuánto tiempo habré dormido y tampoco puedo saber la ubicación exacta del tren. Me acerco a la pequeña trampilla de la pared y hago lo que puedo por conseguir ver algo, pero en este momento no se vé otra cosa que no sean los árboles pasar rápidamente ante mis ojos. Intento recordar algo de lo que nos enseñaron en Geografía cuando estudiamos el aspecto y oficio de cada distrito, y al ver que no se me ocurre nada útil, me arrepiento de haberme saltado tantas clases. Vuelvo a mi rincón e intento volver a dormir, no por sueño, sino más bien para no tener que pensar continuamente en lo que me espera. Está claro que sería capaz de correr cualquier riesgo con tal de tener a Finnick a mi lado de nuevo, pero aún así tengo miedo, no hay nada más horrible que la guerra y yo me he metido en un tren que me llevará directo a ella. Noto como los pelos se me ponen de punta, pero me da igual, no pienso echarme atrás, y juró, que en pocas horas volveré a tener a Finnick entre mis brazos. Para colmo, siento que si no me muevo me quedaré congelada, ya que, con las prisas, no me paré a pensar en una manera de mantenerme caliente en pleno invierno. Pero no me muevo, haría ruido y lo que menos me interesa ahora es delatar mi posición. Justo cuando parece que mi cerebro está a punto de congelarse, noto que el tren va disminuyendo la velocidad, y en unos pocos segundos, ya ha frenado completamente y oigo a los trabajadores descargar los vagones delanteros. Decido que, a pesar del frío, puede ser un buen momento para estirar las piernas así que, tras pararme a comprobar que no hay nadie que pueda verme, abro con cuidado las compuertas y salgo del tren, sin cerrarlas del todo ya que si lo hago, luego no podre entrar. Paseo en círculos un par de minutos detrás del tren, flexionando las rodillas y agitando los brazos, y ya de paso, aprovecho para observar el paisaje. Estoy rodeada de árboles de todo tipo, sé que la mayoría de los distritos están rodeados por bosques, pero este parece estar construido dentro del mismo bosque. Está claro, estoy en el 7: madera y papel.

Basándome en lo que dijo Rory sobre la velocidad a la que viaja este tren, debo de haber dormido durante más de un día entero, aunque, ahora que lo pienso, es normal teniendo en cuenta la cantidad de cansancio que llevo acumulada durante estos días. Me permito un segundo para aspirar con fuerza este aire tan puro, que me llena la nariz de este olor a bosque que tanto amo y que me produce un fugaz sentimiento de melancolía, de añoranza hacia mi hogar. Aun así, sonrío, pues recuerdo que estoy a menos de un día de llegar al 4, de llegar a Finnick. Vuelvo a tomar una bocanada de este aire tan fresco y me dirijo de nuevo a mi vagón. En pocos minutos, el tren se pone en marcha, y a mí me empieza a entrar un hambre voraz, así que abro el paquete que Rory me dió al salir del 12. A pesar de que este solo contiene un panecillo duro y un trozo de queso que apenas servirá para quitarme el hambre, me lo como igualmente, y después me acabo las bayas que traía del bosque, me bebo toda el agua de la cantimplora de un trago y la relleno con la que me dió Rory. Apoyo mi cabeza sobre una de las paredes del vagó, sabiendo que no volveré a conciliar el sueño hasta encontrarle, pero aun así, intento descansar todo lo posible.



Al final de la tarde, el tren vuelve a frenar por cuarta vez en el díia de hoy. A medida me se va acercando a la estación, el cosquilleo de mi estómago se va haciendo más y más fuerte. Y cuando por fin se queda totalmente parado, estoy tan nerviosa que tengo ganas de vomitar. Puedo oir a la perfección los disparos, lo que me provoca aún más naúseas. Espero a que los trabajadores se bajen y se dirijan a los primeros vagones para abrir las compuertas y saltar, por fin, al suelo del Distrito 4.

Me doy cuenta de que aquí no hace tanto frío como en el 12, y de que el aire trae con él un olor a sal, aunque camuflado con el de la pólvora. Justo cuando veo al tren alejarse, una bomba suena dentro de los límites del distrito. Me acerco a lo que antes era la verja del 4 (que ahora no es más que un montón de escombros y alambres inservibles) y la cruzo con mucha facilidad. A diferencia del resto de distritos, desde aquí no se ve un árbol que no sean aquellos a los que llaman palmeras, unos árboles que crecen tan solo en la costa.

Tras un par de minutos andando por una calle miseriosamente desierta, los disparos y los gritos empiezan a oirse con más claridad. Necesito un sitio desde donde poder tener un buen campo de visión sin poner mi vida en peligro, así que, tras un rato buscando, encuentro un montón de escombros que me vendrán perfectamente. Me tumbo bocabajo detrás de lo que parece haber sido una casa y espero.

Pasa casi media hora hasta que veo algo que me llama la atención. Un hombre calvo, enorme y robusto se avalanza sobre un chico mucho más joven y menos corpulento que él, no sin antes derribarle de un tiro en la pierna izquierda. El hombre me tapa la vista y me impide distinguir demasiado bien al chico, pero eso no me impide ver que, a pesar de la diferencia de fuerza, el chico parece apañárselas para quitarle el arma al hombre, pero este saca un cuchillo de cinturón y presiona con él el cuello del muchacho. Por un momento, pienso que el hombre le ha matado, hasta que me doy cuenta de algo: El chico se resiste valientemente, e inclso, durante un segundo parace que se le ha quitado de encima. Entonces mi corazón da un vuelco. Ha sido solo un instante, pero no he necesitado más tiempo para distinguir el cabello cobrizo del chico cuando estuvo a punto de zafarse de su enemigo. Sin pensármelo dos veces, me pongo en pie, me da igual que todo el mundo pueda verme, cargo mi arco y lo tenso. Un segundo después, mi flecha se clava en el cráneo del hombre clavo.

Olvidándome de que estoy en medio de una guerra, salgo corriendo de mi escondite. Finnick sigue tumbado en el mismo sitio, con el cuerpo del hombre sobre su regazo, y mirando hacia los lados nerviosamente. No parece darse cuenta de que estoy corriendo hacia él, hasta que no estoy a pocos pasos, cuando intenta librarse desesperadamente del cadáver de su oponente para levantarse, pero está demasiado magullado y el hombre es demasiado pesado. Cuando me reuno con él en pocos segundos, aparto al hombre de un empujón y le doy un fuerte y esperado abrazo a mi novio.

-¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo has...?

-He venido a buscarte. Me enteré de lo del bombardeo y... -Pero Finnick no me deja acabar la frase, en lugar de eso aprieta sus labios contra los míos. Este beso no se parece a ninguno de los anteriores, no es tan suave y dulce, sino que nuestros labios se mueven con ansia y nuestras lenguas juguetean apasionadamente entre ellas. Puede que sepa a sangre, mugre y sudor, pero me da igual, porque ahora mismo no podría desear nada más. Por desgracia, el beso no dura mucho ya que Finnick se aparta recordándome que tenemos que salir de aquí.

-Podemos ir al Edificio de Justicia, ahora es un hospital improvisado.

-Está bien, ¿es aquél de allí? -Señalo con el dedo un edificio a unos cien metros de donde nos encontramos.

-Sí. -Me levanto y me cuelgo mi arco del hombro.- Less... ¿Te importaría...? -Al girarme me doy cuenta de que Finnick está mucho peor de lo que me imaginaba. Su camiseta tiene una gran mancha de sangre a la altura del hombro, tiene una brecha enorme en la cabeza y, lo peor, un corte muy profundo en el muslo que tiene muy mala pinta, todo esto, sin cortar el disparo que tiene en la otra pierna.. Le ayudo a levantarse y le pongo su brazo sobre mi hombro.

-Apóyate en mí, no te preocupes.

Llegamos al Edificio de Justicia a paso muy lento, dándo gracias a que ninguno de los rebeldes hayan decidido atacarnos. Finnick se desploma en cuanto cruzamos la puerta, lo que me hace caer a mí también. Intento levantarlo, pero él está muy pálido y las heridas cada vez sangran más. Grito pidiendo ayuda, y un par de minutos después aparece una mujer de unos sesenta años con el pelo de un color rubio, ya muy aclarado por las canas, y unos tristes ojos azules. La mujer se agacha para ayudarme con Finnick, pero cuando nuestras miradas se cruzan, se queda petrificada. Tarda unos segundos en reaccionar y aún cuando lo hace, me dedica cortas miradas curiosas, tal vez me reconozca.

La mujer nos conduce a una enorme sala, que para nada parece pertenecer a un edificio de justicia, en su lugar, cientos de personas reposan sobre sábanas sucias. Se vé que algunas de ellas están casi en las últimas, cubiertos de quemaduras, con sangrientas heridas o mutilados. Rápidamente tumba a Finnick en el suelo, sobre una sábana blanca con manchas de sangre y le pone un trozo de algodón sobre la brecha de la cabeza.

-Sujétaselo ahí, ¿quieres? -La enfermera me deja sitio y se concentra en hacerle un torniquete al horrible corte del muslo. Después, le rasga la camiseta, dejando a la vista el hombro bañado en sangre y con el agujero de una bala. Aparto la vista del hombro y me centro en el pelo de Finnick, solo para evitar mirar como la enfermera le saca unos fragmentos de metralla. Intento no apartar la vista, ya que, al parecer, el torniquete no está funcionando y Finnick cada vez está más pálido. Le cojo de la mano, apoyo mi frente sobre su cabeza y cierro los ojos.

-Aguanta, Finnick. No puedo perderte ahora. -Le susurro al oído con una voz tan dulce como soy capaz, aunque más que palabras de ánimo suenan como un suspiro de suplica.- Por favor, aguanta. Ya verás como todo saldrá bien.

La mano de Finnick aprieta la mía con tanta fuerza que temo que me la rompa, pero no me quejo. Levanto la cabeza y me doy cuenta de que la enfermera ya le ha vendado el hombro, y que ahora está desinfectando la herida del muslo. Un minuto después, mira a los ojos a Finnick, como avisándole de que va a empezar a suturar. Cuando la mujer clava la aguja en el corte, él suelta un gemido de dolor y su mano vuelve a cerrarse fuertemente sobre la mía.

-Sé que duele, pero tienes que aguantar. -La voz de la enfermera suena tan dulce como si le estuviera hablando a su propio hijo, pero ella no levanta la vista de la herida.

-¿No puede darle algo para quitarle el dolor? -La grito desesperada, con lágrimas en los ojos y sin soltarle la mano a Finnick. Ella para de coser y levanta la vista, mirándome con esos ojos azules tan tristes.

-Apenas tenemos unos pocos medicamentos, solo los utilizaremos en los casos más extremos. -Me sorprende que siga tan tranquila, como si Finnick no corriera el peligro de desangrarse aquí mismo, como si de ella no dependiera la vida de nadie en este momento.- Lo siento.

Me tengo que morder el labio para no contestarla de mala manera, y vuelvo a susurrar al oído de Finnick:

-Ya queda poco. Tú solo aguanta, ya queda poco. -Tanto su torso como su cara están empapados en sudor, aunque parece que poco a poco va recuperando el color.

Poco después la enfermera ya a terminado de suturar el corte y de limpiar y vendar la herida de bala de la pierna. Tras dedicarme una última mirada, se levanta y se va a atender otros pacientes, pero yo la sigo con la mirada, arrepentida por haberla gritado.

-Finnick, vuelvo enseguida, no te preocupes.

Intercepto a la enfermera a unos diez metros de allí y ella vuelve a mirarme de arriba abajo, con una mirada llena de curiosidad.

-Siento haberla gritado. Usted solo estaba haciendo su trabajo y yo me he puesto muy nerviosa así que perdóneme. -La mujer me dedica una extraña sonrrisa, como si de repente no se acordara de como sonreir.

-No importa, no es la primera vez que me pasa. Es normal que te hayas asustado. -Yo la sonrrío agradecida y me doy la vuelta, dispuesta a volver al lado de Finnick, pero ella me agarra del brazo.- ¡Espera! Quería preguntarte algo. ¿Tú no tendrás ningún parentesco con Katniss Everdeen?

-En realidad sí. Es mi madre. ¿Por qué lo pregunta? -Otra vez aquella sonrisa tan extraña vuelve a aparecer en su cara, pero esta vez sus ojos parecen haber perdido toda la pena que habitaba en ellos, aunque soy capaz de distinguir como una lágrima cae por su pómulo derecho.

-Porque soy tu abuela, Leslie.