BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

viernes, 21 de diciembre de 2012

CAPÍTULO 6.

Durante unos minutos me quedo totalmente inmóvil, sin mover ni un solo músculo, con los ojos cerrados para no tener que parpadear, y vuelvo a derrumbarme. ¿Por qué me he comportado como una imbécil? Un enorme sentimiento de rabia e impotencia recorre mi cuerpo, tengo ganas de gritar, de llorar y no parar nunca, necesito desahogarme como sea. Me pongo de pie bruscamente y le pego una patada a la silla tirándola a un par de metros de distancia, grito todo lo fuerte que me permite mi garganta y le doy un manotazo a la lampara que hay sobre el escritorio, esta cae al suelo, donde se hace añicos. A los pocos segundos mi madre irrumpe en el estudio.

-Less, ¿qué ha pasado? ¿Te ha hecho daño?

-No, mamá. Yo se lo e hecho a él. Y lo peor es que aún no se porqué.- Mi tono de voz se eleva más de lo normal y las lágrimas siguen resbalando por mis mejillas.

-Sé que es duro, cariño. Pero tienes que ser fuerte.- Mi madre se acerca a lospedazos de la lámpara rota y los amontona con cuidado. Yo me agacho para ayudarla. -No hace falta, Less, ya me encargo yo.- No la hago caso y sigo amontonando los pequeños trocitos de cristal.

-Pero es que no puedo, mamá. De verdad que intento ser fuerte, pero esta situación puede conmigo.- La rabia que sigue acumulada en mi interior provoca que deje de prestar atención a los cristales. -Trato de autoconvencerme de que todo saldrá bien, pero siempre hay una parte de mí que me dice que no. Que no volveré a verle.

-No, eso no pasará, te lo prometo. Sé que ahora lo ves difícil, pero al final todo tiene un fin, Less, tanto lo bueno como lo malo. Esta guerra no puede durar para siempre... ¡Less! ¡Estás sangrando!- Me miro las manos y me doy cuenta de que uno de los pequeños cristales se ha clavado en mi mano izquierda, aunque apenas noto nada.

-No te preocupes. Es solo un corte.- Aún así mi madre instiste en llevarme a la cocina para limpiar y vendar mi herida que, a pesar de no ser muy grande, sí que es bastante profunda y ha empezado a sangrar cada vez más.

-Mamá, ¿cómo lo hiciste?- La pregunto mientras me venda la mano. -¿Cómo hiciste para no volverte loca cuando el Capitolio secuestró a papá?- Ella no levanta la mirada de mi herida, y noto en su cara una expresión de dolor y tristeza. Sé que para ella es muy doloroso hablar de estos temas, pero necesito saberlo.

-No lo sé.- Se encoge de hombros. -Supongo que intentaba concentrarme en otras cosas, aunque en el 13 no había demasiado entretenimiento y eso me lo ponía bastante difícil. Tan solo intenta pensar en otra cosa, Less. Sé que es duro, y que te acabarás acordando de él en algún momento del día pero... No sé, tan solo inténtalo.

-¿Y en qué puedo pensar en este momento, mamá?

-Bueno, tu hermano no sabe nada de lo que está pasando ahí fuera, Less. Cree que mañana nos vamos de excursión al bosque así que le resultará bastante raro verte tan afectada por algo así. ¿Por qué no juegas con él un rato?

-Está bien.- Contesto. -¿Falta mucho?

-En seguida acabo. Piénsatelo dos veces antes de volver a romper una lámpara, ¿vale?- Después pega al venda con un trozo de esparadrapo y me sonríe. -Ya está.

Tal y como me ha sugerido mi madre, me uno de nuevo a mi padre y a River, que ya han empezado la partida.

-Hemos tirado por vosotras, no os importa, ¿no?- Mi padre nos sonríe mientras mi hermano me mira la venda de la mano izquierda, pero aún así no dice nada y se limita a ignorar mi herida, cosa que agradezco.

Tras una mañana de juegos en familia, River va a buscar a Haymich para que venga a comer, momento que agradezco para subir a mi habitación y quedarme a solas un rato. Mi madre tenía razón, me está resultando terriblemente difícil dejar de pensar en Finncik y en la guerra, y hay momentos en los que no puedo evitar acordarme. Me tumbo en mi cama mirado hacia el techo, y entonces un horrible recuerdo llega a mi mente. La pesadilla de la otra noche, en la que Finnick es acribillado a balazos delante de mis narices, sin que yo pueda hacer nada para evitarlo. Sacudo la cabeza, intentando espanar ese tipo de pensamientos, me levanto de la cama y entro en el baño de mi habitación para lavarme la cara. Para colmo, me veo obligada a ver el reflejo que produce el espejo. No me gusta lo que veo. Nada. Pero, no sé por qué, mi cuerpo no quiere moverse y me obliga a quedarme ahí, mirándome. El espejo refleja una figura totalmente diferente a la que hubiera reflejado hace un par de semanas. Estoy más delgada, al menos, cinco o seis kilos. Mi pelo oscuro cae por mi hombro derecho recogido en una trenza, pero aún así está bastante despeinado. Pero lo que más me asombra es la expresión de mi cara. Mis facciones, siempre han sido redondas y algo rollizas, mientras que ahora, mi rasgos se muestran más angulosos y marcados que nunca. Mis mejillas están algo huecas, aunque no tanto como las de los pobres niños de la Veta. Mis ojos siempre han sido la parte que más me gusta de mi cuerpo, de un color azul muy bonito y siempre llenos de vitalidad, pero ahora mi mirada no expresa otra cosa que no sea pena. Unas enormes bolsas acompañadas de unas muy marcadas ojeras reposan bajo mi párpado inferior, además, mis labios están secos y cortados. Si a todo esto le sumamos el desastre que mis lágrimas han formado en mi cara, las quemaduras que aún no han acabado de cicatrizar, la brecha en mi sien derecha y la venda de mi mano izquierda, el resultado que obtenemos no es ni mucho menos satisfactorio. Definitivamente, estoy en mi peor momento.

-Vamos, Less. Sé fuerte.- Le susurro a mi reflejo y después bajo al comedor donde todos están ya sentados en la mesa, esperándome para empezar a comer.

En la mesa, nadie habla, cosa que es raro, porque hasta en los peores momentos River se pasa todo el rato bromenddo con Haymich. Al principio, mi hermano intenta sacar un tema de convesación, como hace siempre, pero cuando se da cuenta de que todos contestamos con monosílabos, al final se rinde. Cuando acabamos de comer, llevo mis platos a la cocina y los friego, mientras mi hermano me pasa los suyos para que los enjuague también.

-Estás muy rara, Less. ¿Te pasa algo?

-No es nada, River. Estoy bien.

-¿Seguro? No lo parece.

-Seguro. Solo que estoy algo cansada, ultimamente no duermo muy bien, ¿sabes?- Mi hermano me mira a los ojos con el ceño fruncido. No se fía demasiado, pero no me cuestiona y se va.

Cuando salgo de nuevo al salón, veo que mis padres hablan con Haymich en un rincón, para que River no pueda oirles. Me acerco a ellos, sea lo que sea de lo que están hablando, quiero enterarme.

-...Y podremos estar conectados las veinticuatro horas del día. No habrá ningún problema.- Les explica Haymich a mis padres. Mi padre es el primero que se da cuenta de que estoy ahí y me acerca hacia él para darme un gran abrazo. Mi madre le habrá contado todo lo que la he dicho esta mañana así que no dudo en devolverle el abrazo con todas mis fuerzas.

-Less, Haymich nos explicaba como funciona el transmisor que llevaremos mañana para estar en contacto.- Me dice mi padre casi susurrando, ya que River no está tan solo a unos dos metros.

-Amm, ¿quién lo llevará?- La verdad es que el tema me interesa bastante, ya que cuando esté en el bosque, ese transmisor será la única manera de saber lo que pasa en la guerra.

-Peeta.- Contesta Haymich.

-Oh, ¿qué haremos cuando lleguemos al bosque? ¿a dónde iremos?

-Bueno, hemos pensado que podemos quedarnos en la casita del lago hasta que los rebeldes estén más cerca. Es el único refugio que tenemos y cuanto más tiempo podamos pasar en él, mejor.- Nos explica a todos mi madre. -Al fin y al cabo el invierno está siendo frío y no podemos permitirnos pasar la noche a la interperie, al menos por ahora.

-Buena idea.- La apoya mi padre. -Less, ¿por qué no subes y preparas una ligera bolsa? No cogas demasiado, solo lo imprescindible, ¿de acuerdo?

-Vale. -Y subo las escaleras camino a mi habitación.

-¡Less!- Me llama mi madre. -Llévate a tu hermano y ayúdale con la suya ¿quieres?- Le hago un gesto a mi hermano para que me siga y no vamos primero a su habitación.

-Veámos, River. Ya sabes que mañana nos vamos de excursión, ¿verdad?

-Claro.

-Bien, mamá ha dicho que tenemos que preparar una bolsa con lo que queramos llevar, pero solo lo que sea totalmente necesario. No podemos ir muy cargados. -Mi hermano me lanza una mirada de entusiasmo, lo que me anima un poco, ya que preparar el equipaje con mi hermano puede ser una gran distracción.

-Entonces... ¿Cuántos juguetes puedo llevarme?

-¿Pero qué parte de ''solo lo necesario'' no estiendes?- Le contesto sonriendo. -Nada de juguetes.

-Venga, Less, por favor...- Mi hermanome pone una cara de cachorrito, que, junto con esos ojitos grises y esos tirabuzones cayendo sobre ellos, hace que seas incapaz de resistirte.

-¿Sabes qué? Espera aquí.- Salgo de la habitación de mi hermano y me voy a la mía, donde, tras rebuscar en el armario, encuestro un pequeño saquito que antes utilizaba para guardar bayas. Es justo lo que necesito, ya que es tan pequeño que se puede atar a un cinturón, pero al mismo tiempo, servirá para que mi hermano guarde algún juguetito pequeño.

-¿Qué te parece? -Le digo tirando el saco sobre sus rodillas.- Podrás llevar lo que quieras, siempre y cuando entre dentro de este saco. ¿Hecho?

-Hecho.- Me contesta River alegremente mientras me choca la mano. No tarda ni un minuto en decidir lo que quiere llevar, así que en poco tiempo, de devuelve el saco, que ahora está lleno de soldaditos de plomo.

-Me los regaló Haymich por mi último cumpleaño, ¿recuerdas?- Cojo uno de los soldaditos y lo observo detenidamente. Nunca me había parado a apreciar los detalles, que son asombrosos. Cada linea, cada trazo que el fabricante había hecho en esos soldaditos eran perfectos. A Haymich debieron de costarle bastante dinero.- ¿Y bien?

-Me parece muy buena idea, River. Has elegido bien.- Mi hermano me dedica otra de sus sonrisas y en seguida baja a decírselo a nuestros padres. Así que yo vuelvo a mi habitación para preparar mi bolsa.

Yo no tengo que pensarme nada. Un par de mudas, unos pantalones de repuesto y un par de camisetas más. Mi equipaje apenas ocupa la mitad de la bolsa que tenía pensado llevarme así que me paro a pensar que más podría llevarme. Por un momento me imagino que pasaría si bombardearan el 12. Por supuesto, todas nuestras pertenencias serían carbonizadas así que tengo que coger todo aquello que no quiero que sufra ningún daño. Lo primero que se me ocurre es el libro de las plantas de mi madre, no solo es muy importante para ella, sino que también podría servirnos de gran ayuda así que bajo a buscarlo al estudio. Cuando cojo el manual de las plantas y me fijo en una especie de libro hecho con papel de pergamino, la curiosidad me puede y lo abro por una página al azar en la que se puede leer, escrito a mano:

<<...Por todo eso y por más, me alegro de haber conocido al fabuloso Finnick Odair, un gran amigo que dió su vida luchando por un mundo mejor para su mujer Annie, y para el hijo que esperaban.>>


A continuación había una foto de un bebé recién nacido, que debería de ser Finnick.

Reconozco la letra, es la de mi madre. Vuelvo a pasar las páginas.

<<...Todas aquellas peleas, aquellas risas en la panadería junto a nuestros padres, son cosas que jamás podré olvidar de mis hermanos.>>

Esta es la letra de mi padre. Todo es muy raro, nunca había visto a mis padres escribiendo este libro, ni siquiera les había visto leyéndolo. Entonces se me viene a la cabeza un recuerdo de hace varios años. Estábamos en el jardín todos juntos cuando mi madre empezó a explicarle a mi padre algo sobre un libro lleno de recuerdos. Yo era muy pequeña y por aquel entonces no lo entendí, pero ahora lo entiendo todo. Cuando la guerra acabó, mis padres decidieron escribir una especie de libro en el que iban apuntando todos los buenos recuerdos de las personas que murieron en la guerra. Vuelvo a hojear el libro.

<<...Cada vez que Lady lamía la mejilla de mi hermana Prim y ella soltaba una risita tonta...>>

<<...Las galletas de crema que hacía mi padre eran mis favoritas...>>

<<...El talento de Cinna era innegable...>>


Y un montón de cosas más, todas escritas a mano. Algunas están acompañadas por fotografías o dibujos. Pero estoy segura de que todas ellas fueron escritas con lágrimas en los ojos. Tengo en mis manos un diario escrito por mis padres en el que se narra todo lo que han pasado, pero solo los momentos felices, nada de guerras o dolor, solo aquello que merecen la pena ser recordado. Cuando por fin decido que también quiero salvar este libro, algo cae de entre sus páginas, produciendo un sonido metálico al caer la suelo. Me agacho a recogerlo y apenas tardo un segundo en darme cuenta de lo que es: el broche del sinsajo de mi madre.

Salgo del estudio y me aseguro de que nadie va a molestarme, después, me encierro en mi habitación, me meto en la cama y abro de nuevo el libro de mis padres. Paso las páginas hasta llegar a la que me interesa, la foto de cuando Finnick era un bebé. Ya por entonces era bastante mono: piel blanquita y una mata de pelo castaño sobre su cabeza, al parecer, el tono cobrizo lo fue adquiriendo con el paso de los años. Lo sujeta una mujer joven, de unos veinti pocos años, con el pelo de un castaño casi negro y los ojos verde oscuros. La mujer sonríe, pero algo en su cara delanta que no es feliz del todo, según mi madre, Annie nunca ha sido la misma desde que su marido Finnick murió. Paso la página y me encuentro con otra foto, en esta también sale Finnck aunque más mayor, incluso diría que demasiado mayor. Entonces me doy cuenta de que no es Finnick, o al menos el que yo conoczco, sino su padre, el famoso Finnick Odair que murió en la guerra antes de conocer a su hijo. Ahora entiendo porqué Annie había decidido llamar a su hijo igual que a su marido, que en esta foto no tendría más de veinte años y que es una copia casi exacta de su hijo: El mismo pelo, los mismos ojos color verde mar, los mismos mechones alborotados que les caen sobre la frente, incluso tienen el mismo cuerpo, ambos muy atlético y musculado. La sonrisa también es la misma, blanca y seductora. Me hubiera encantado conocer al primer Finnick Odair, al padre de la persona de la que estoy enamorada.

Sigo leyendo el libro, página por página, con lágrimas en los ojos. Me sumerjo tanto en sus historias que no me doy cuenta de que alguien entra en la habitación.

-¿Leslie?- Mi madre me mira desde la puerta. -¿De dónde has sacado eso?
-Lo encontré en el estudio. No sabía que no podía cogerlo.- Me incorporo secándome las lágrimas.

-No, si sí que puedes pero... Hubiera preferido enseñártelo yo cuando llegara el momento. Cuando fueras algo mayor.

-Mamá, creo que tanto tú como yo estamos de acuerdo en que ambas hemos tenido que madurar demasiado pronto.

-Tienes razón.- Se sienta en el borde de la cama, mirando el libro. -¿Te importa que lo veamos juntas?

Niego con la cabeza y la hago un hueco para que se tumbe a mi lado. Abro el libro por la página que estaba leyendo y me doy cuenta de que a mi madre se la llenan los ojos de lágrimas al ver una foto de su hermana Prim, aunque no llega a derramarlas.

-Guapa, ¿verdad?- Me dice acariciando la foto.

-Sí. Pero no se parece a ti.

-Yo me parecía a mi padre, Less. Prim era más parecida a tu abuela.- Me quedo mirando esa foto vieja durante unos segundos. La niña que aparece en ella no tendría más de siete años. -Me gustaría tener una foto más reciente, pero después de que muriera mi padre no hicimos muchas fotos, la verdad.

-¿Cómo era? Nunca me has contado nada de tu hermana.- Mi madre mira la foto de nuevo y ahora no puede evitar dejar escapar un par de lágrimas.

-Maravillosa. Siempre sonreía a todo el mundo, se hacía querer. No había cumplido los catorce años cuando empezó a trabajar en el hospital del 13 y...

-No hace falta que sigas. Podemos dejarlo. No quería...

-No te preocupes, Less.- Me interrumpe. -Estoy bien. ¿Has visto la foto de Finnick?

-Sí. La de su padre también, se parecen mucho.- Mi madre suelta una pequeña risita, también algo triste, y pasa las páginas hasta llegar a la foto.

-Si te impresiona en la fotografía deberías haberle visto en persona. -Sonrío. -¿Sabes qué, Less? Finnick se enteró de que Annie estaba embarazada por teléfono, pocos días antes de que muriera.- No sé que decir. Es horrible, por supuesto, pero no se me ocurra nada que no le traiga un mal recuerdo a mi madre.

-Me hubiera gustado conocerle.

-Os hubierais llevado bien. Era tan parecido a su hijo...- Mi padre entra a la habitación.

-¿Interrumpo?

-No. -Contesta mi madre. -Less ha encontrado el libro.

-También he encontrado esto. -La pongo el broche del sinsajo en la mano. -Era tu símbolo ¿no?

-Así es. -Mi madre lo observa de cerca.

-Pensé que si los rebeldes llegaban al 12, todo esto se perdería. En mi bolsa queda sitio, podemos llevárnoslo.

-Chicas, -Interrumpe mi padre. -No me gustaría estropear esta conversación madre e hija pero la cena está lista.

-Vaya, -Sonrío. -Si que pasa rápido el tiempo cuando lees.- Nos levantamos de la cama, metemos los libros y el broche rn mi bolsa y seguimos a mi padre hasta el comedor.

Tras una cena sin novedades me despido de Haymich y subo a mi habitación. Echo un último vistazo al libro de mis padres y me meto en la cama, arropada hasta el cuello.

-Buenas noches, Finnick.- Susurro mirando al techo. Sé que no puede oirme, pero una parte de mí espera que mi mensaje llegue a sus oídos. -Te quiero.

1 comentario: