BIENVENIDOS!

Este blog está dedicado a todos los tributos que se quedaron con ganas de más al acabarse ''Sinsajo''. Aquí iré subiendo los capítulos de esta continuación hecha por mí llamada: DESTINO.
Esta historia está contada desde el punto de vista de Leslie Primrose, la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark y narra como tuvo que afrontar su destino y convertirse en el nuevo Sinsajo, siguiendo así los pasos de su madre.
Sé que Suzanne dijo al final de Sinsajo, que Katniss y Peeta tardaron 15 años en tener hijos, pero he tenido que cambiarlo ya que necesitaba que tuvieran unas edades concretas.

PD:Los capítulos, son bastante largos (de unos 10 folios DinA4 cada uno) por lo que los iré subiendo poco a poco. Podeis contactar conmigo a través de mi twitter @LydiaMartnez. GRACIAS POR LEER ;)

domingo, 17 de marzo de 2013

CAPÍTULO 10.

 

Finnick esta durmiendo a mi lado, yo lo he intentado, pero no he sido capaz ni siquiera de cerrar los ojos durante más de dos minutos seguidos. Estamos en una pequeña habitación del aerodeslizador en el que salimos del 4, camino del Distrito 13. A pesar de que intenté razonar con mi madre, esta no quiso arriesgarse a ponernos en peligro, y menos ahora que los rebeldes del Capitolio saben que estuvimos presentes durante el último bombardeo del 4, así que no quiso volver a nuestra casa en el Distrito 12. El viaje dura unas cinco horas y media, de las cuales Finnick ha pasado cinco durmiendo. Cuando subimos al aerodeslizador, estaba en un estado de shock y los médicos le aconsejaron dormir un poco. Al principio se resistió, pero cuando le dije que dormiríamos juntos cambió de opinión. A pesar de que no quiero molestarle, más de una vez he sentido la tentación de despertarle. Necesito hablar con él, decirle lo mal que lo he pasado durante todo este tiempo que hemos estado separados, pero no sería muy correcto despertar a una persona que acaba de ver su distrito quedar reducido a cenizas, traerle de nuevo a la realidad. Incapaz de aguantar un solo segundo más, me levanto y me doy una ducha en el pequeño baño que hay en la habitación. Al subir al aerodeslizador, un hombre vestido de gris nos dió ropa limpia, también de color gris, así que me pongo esa en vez de mi cómoda ropa de caza, que ha quedado hecha polvo. La camiseta me queda al menos dos tallas grandes, así que me meto en la cama sin pantalón, como si fuera un camisón. Al volver a acurrucarme sobre el pecho de Finnick, él se mueve un poco y no puedo evitar alegrarme pensando que por fin se despertará.

-Hola.

-Hola. -Le contesto dándole un besito en los labios.- Siento haberte despertado.

-No importa.

-¿Qué tal estás?

-Bueno. Teniendo en cuenta que acabo de ver el último trozo de mi distrito volar en pedazos, creo que estoy bastante bien. -Intenta sonreir, pero en lugar de eso le sale una mueca extraña.

-No te preocupes. Todo saldrá bien.

-Ya. Siempre hay que intentar ver el lado bueno, ahora estamos juntos.

-Sí. Y eso es lo que realmente importa. -Le abrazo todo lo fuerte que mis cansados brazos me permiten y noto como sus labios me susurran:

-Te quiero.

-Yo a ti también, Finn. Más de lo que serías capaz de imaginar. -Entonces vuelve a hacerlo, vuelve a acercarme hacia el sensualmente, como hace cada vez que me besa. Yo pongo mis manos en su cara y le devuelvo el beso apasionadamente. Empieza a acariciarme la espalda por debajo de mi holgada camiseta, y yo hago lo mismo con su pecho. Justo en ese momento la puerta se abre de golpe. Me giro bruscamente y me encuentro a mi madre parada en el marco de la puerta.

-Lo siento, no quería interrumpir. -Se disculpa. Aunque está bastante sorprendida, tanto, que hasta sacude la cabeza para volver a centrarse en lo que tenía que decirnos.- Solo venía a avisaros de que os deberíais ir vistiendo con la ropa que os han dado. Estamos a punto de aterrizar.

Finnick y yo nos permitimos pasar otro par de mintutos besándonos y acariciándonos. Luego me levanto y me pongo el pantalón de color gris, que también me queda suelto, aunque no tanto como la camiseta. La ropa de Finnick es idéntica a la mía, aunque la suya sí que parece ser de su talla. Cuando me dispongo a calzarme con mis botas de siempre, me doy cuenta que hay dos pares de zapatos negros a los pies de la cama.

-Supongo que también querrán que nos los pongamos. -Me dice Finnick mientras se calza el par más grande.

A diferencia de la ropa, los zapatos me quedan un poco pequeños, cosa que si sumamos a la gran cantidad de cansancio acumulado, me provoca un horrible dolor de pies. Cuando salimos de la habitación, nos vamos a la entrada del aerodeslizador, donde hay dos filas de asientos con cinturones para los aterrizajes y despegues. Me siento al lado de mi madre, que al igual que el resto también está vestida con las mismas ropas grises.

-¿Cómo es el 13, mamá?

-Subterráneo.

-¿No podremos salir?

-Tengo entendido que de momento no tienen ningún problema en dejar salir a la gente, pero no sé porqué me da la impresión de que con nuestra llegada aumentará el nivel de seguridad. -Me paro un segundo a pensar lo que acaba de decirme mi madre.

-Van a por ti, ¿verdad? -Asiente.

-Pero no te preocupes, estaré bien. Todos estaremos bien. -Mi madre intenta mostrarme una pequeña sonrisa, pero la resulta imposible ocultar la preocupación de su rostro. La sonrío yo también y cambio de tema.

-Van a tener que devolverme pronto mi ropa. Esta que me han dado me queda enorme. -Suelta una pequeña carcajada.

-Despídete de tu ropa, Less. Aquí todo el mundo tiene que ir vestido igual.

-Bueno, pues que me den una de mi talla, al menos.

-Ya vermos. Los habitantes del 13 son bastante estrictos respecto a este tema y no dejarán que te deshagas de nada hasta que ya nadie más pueda usarlo.

-¿River está allí?

-Sí, se ha quedado con Haymich.

-¿Y qué hace él allí? Pensaba que seguía en el 12.

-Vino cuando salimos a buscarte, creo que Plutarch y el resto están preparando alguna estrategia y seguramente le habrán llamado. -Nos quedamos en silencio hasta que, tras unos minutos de espera, el aerodeslizador empieza a aterrizar.

Dedico a Finnick una mirada de complicidad y el me responde con una sonrisa triste. Es evidente que no puede disimular lo afectado que está después de haber visto su distrito convertirse en cenizas, aunque tampoco espero que lo haga.

Una vez abajo, nos encontramos con Haymitch, que me lanza una mirada rencorosa y feliz al mismo tiempo.

-Peeta, Katniss, os reclaman en mando. Creo que Annie y el crío también deberían venir.

-¿Yo? -Pregunta Finnick incrédulo.

-¿Acaso hay algún otro crío cerca? -Finnick le dedica una mirada de desacuerdo y sigue a Haymich por dentro de un edificio que, al menos en la superficie, no tiene más de dos plantas de altura. Mis padres se miran y después me hacen una señal para que pase.

Como había oído, el Distrito 13 es mucho más grande de lo que parece. Después de dejar que unos soldados nos cacheen, llegamos a una especie de vestíbulo del que salen un pasillo hacia cada lado y en el que hay dos ascensores que no se pueden comparar con los del Capitolio. Haymich pulsa el botón del que tiene a su derecha y se vuelve hacia a mí.

-¿Es que no has oído lo que he dicho antes? Solo Annie, Finnick y tus padres.

-¿Me estás diciendo que no puedo ir?

-Exacto.

-¿Y por qué?

-Porque en las reuniones de mando se habla principalmente de las estrategias a seguir en la guerra, así que sería absurdo que acudieras sabiendo que no vas a salir al campo de batalla.

-¿Y quién dice eso? -Aumento el tono de voz.

-Nosotros. -Interviene mi padre.- No vas a luchar, Less. Te quedarás aquí, con tu hermano.

-¿Esperais que me quede haciendo de niñera mientras vosotros arriesgais la vida en la guerra?

-Tendrás que hacerlo, no tienes edad para entrar en el ejército, ¿recuerdas?

-Está bien, ¿y por qué Annie puede ir? Ella tampoco va a luchar. -Miro a Annie y me doy cuenta de que está mirando a Haymitch, al parecer ella tampoco sabe por qué la reclaman.

-Porque, aunque Finnick haya cumplido ya los quince años, sigue siendo menor de edad, por lo que su madre tendrá que estar de acuerdo en todo lo que incumba al chico. -Ahora miro a Finnick a los ojos, seria.

-¿Así que vas a ir?

-Less, yo...

-¿Acaso no ha sido suficiente todo lo que me has hecho pasar?

-No he dicho eso...

-¡Si me quisieras te quedarías conmigo! Eternamente, ¿o ya lo has olvidado?

-No lo he olvidado. Ponte en mi lugar, ¿no querrías vengarte de las personas que han destruído tu hogar?

-Pero yo también...

-No, Less. Te quiero pero no puedo quedarme de brazos cruzados cuando me están dando la opurtunidad de actuar.

-Bien. Entonces todo arreglado. -Sentencia Haymich, por su tono de voz parece que se siente impaciente por llegar a la sala de mando, aunque no puedo estar segura ya que mis ojos siguen fijos en los de Finnick.- Less, tú y tu familia os alojareis en el compartimento D. Teneis suerte, está en esta misma planta, por el pasillo de la izquierda, así que cuenta con una pequeña ventana. River está ahí así que sugiero que vayas y descanses un rato.

Me doy la vuelta justo cuando ellos entran en el ascensor. Avanzo con determinación por el pasillo de la izquierda hasta que llego una puerta con una letra D escrita en negro. No me molesto en llamar a la puerta, abro de un golpe y me encuentro con mi hermano pequeño sentado en el suelo, jugueteando con los soldaditos que se llevó el día que nos adentramos en el bosque. Durante unos segundos me mira incrédulo, luego, como si acabara de darse cuenta de que soy real, se levanta y me abraza.

-¡Less! Que bien que hayas vuelto.

-Sí, bueno. ¿Qué tal, enano?

-No muy bien, este sitio es aburrido. Quiero irme a casa. -La mirada gris de mi hermano se baña en lágrimas al instante, cosa que me afecta bastante. Me arrodillo y le cojo por los hombros, mirándole a los ojos.

-Yo también quiero irme a casa, River. Es solo que... Bueno, por ahora no podemos, lo siento. Además, estoy segura de que pronto encontraremos una manera de divertirnos, ¿no te parece? -River sonríe alegremente, aunque hay algo en su expresión que me hace pensar que no se fía del todo.

-Less, ¿juegas conmigo? -Sin poder evitarlo lanzo una mirada a la habitación, deseando acostarme y poder dejar atrás este día tan espantoso. En la habitación hay tres camas, dos de ellas son literas, y la otra es algo más grande. Al fondo de la habitación hay una puerta de color granate y un aparato que sobresale de la pared. A mi derecha tengo un agujero escabado en el suelo que contiene algo de ropa y la bolsa que dejé atras cuando me escapé.

-Me encantaría, pero estoy agotada. ¿Qué te parecería si lo dejamos para mañana?

-Vale. Como quieras. -Se da la vuelta, decepcionado, y vuelve a su juego.- Por cierto, tu litera es la de arriba. -Me subo a la cama, me arropo hasta el cuello con el edredón y, sorprendentemente, me quedo dormida a los pocos minutos.

 

Noto que alguien me zarandea apenas cuando tengo la sensación de haber dormido solo unos minutos. Abro los ojos y vuelvo a encontrarme con River.

-Less, es la hora de cenar.

-¿Aún no han vuelto papá y mamá?

-No, pero seguro que los vemos en la cena. Aquí todos cenamos a la misma hora. Nos la perderemos si no nos damos prisa. -Me levanto y dejo que mi hermano me lleve al comedor.

La sala tiene una capacidad de más de diez mil personas como mínimo. Cientos de mesas se reparten por todo el comedor a excepción de la pared de la izquierda, que es donde te sirven la comida y te reparten los cubiertos. River y yo recogemos nuestra, para mi gusto, escasa ración de comida y me lleva hasta una mesa que tenemos asignada. Como había dicho mi hermano, nuestros padres esperan allí, acompañados de mi abuela, Haymitch, Annie, Betee y Johanna. Finnick debe de haber ido a por la comida. Como no me apetece nada que se siente a mi lado, me coloco en la esquina del banco, dejando a River a mi derecha. Pocos minutos después de empezar a comer aparece Finnick llevando su bandeja. Desafortunadamente, decide sentarse en frente mía, y se pasa al menos diez minutos observando cómo me como el estofado de patatas hasta que por fin River decide romper el silencio.

-¿Tú quién eres?

-Vaya, River, ¿no te acuerdas de mí? Normal, la última vez que te ví apenas eras capaz de mantenerte en pie. Soy Finnick. -Finnick le tiende la mano a mi hermano, muy sonriente y encantador, este se la estrecha sin demasiada fuerza.

-¿Eres el hijo de Annie?

-El mismo. -Después de dedicarle una última sonrisa a mi hermano, sus ojos verdes se posan en los míos y su expresión se vuelve seria.- Less, ¿podemos hablar?

-No hay nada de que hablar. Me voy a la cama, no tengo hambre. -Le paso el cuenco a River, que hace tiempo que se ha acabado su ración.- Puedes comerte mi parte.

Me levanto y salgo del comedor, oigo pasos que me siguen, pero los ignoro y sigo andando, hasta que Finnick me adelanta justo cuando estoy a punto de entrar al compartimento y me sujeta por los hombros contra la pared.

-No dejaré que te vayas hasta que hablemos.

-Ya te he dicho que no hay nada de que hablar. Prefieres ir a la guerra antes de quedarte aquí conmigo, eso es todo.

-Less... Por favor, ponte en mi lugar. Matan a mi padre, dejando a su mujer embarazada completamente sola, esas mismas personas hacen explotar una bomba a menos de diez metros de la persona que más quiero en este mundo, entran en guerra con mi distrito y lo convierten en cenizas delante de mis narices. ¿No es lógico que quiera venganza?

-¡Finnick! Yo también lo he pasado muy mal. -Digo llorando.- He tenido que aguantar estar a kilómetros de ti sabiendo que estabas luchando en una guerra, sabiendo que cada vez que hablaba contigo por teléfono podría ser la última vez que oía tu voz, decido escaparme, dejando atrás a mi familia, para ir a buscarte en medio de una guerra que no es la nuestra. ¿Cómo crees que tengo que sentirme si después de todo vuelves a elegir luchar antes que estar conmigo?

-Jamás elegiría nada que me apartara de ti.

-Lo estás haciendo.

-Mira, lo he estado pensando y creo que voy a quedarme. Tienes razón. Lo importante ahora es que estemos juntos. -Le sonrío agradecida y le acaricio la cara, después me meto en el compartimento, dispuesta a volver a acostarme. -¡Espera, Less! Tengo algo para ti.

Abro la puerta y me siento en la cama de mis padres. El me imita y dedica un par de minutos a mirarme a los ojos, después, mete la mano en el bolsillo izquierdo de su pantalón y saca una pulsera de cuerda de color marrón.

-Sé que no es gran cosa, la hice antes de que los rebeldes llegaran al 4. -Me coge la mano derecha y me ata la pulsera de cuerda a la muñeca.- ¿Te gusta?

-Me encanta, gracias. -Es verdad que la pulsera es muy bonita, está hecha de un tipo de cuerda parecida a la que utilizan para las redes de pesca, las cuerdas están entrelazadas las unas con las otras, formando una preciosa trenza de color marrón oscuro. No sé porqué, pero me acerco la pulsera a la cara. -Huele a sal.

-Sí, bueno. Un bonito recuerdo de las playas del 4. -Me contesa Finnick con una sonrisa tímida y ligeramente ruborizado. Apoya las manos en sus rodillas y se levanta.- Creo que debería irme.

Me levanto y me lanzo a su cuello, abrazándole fuertememte. Él me agarra por la cintura y apoya los labios en mi hombro, unos segundos después nos separamos, volvemos a mirarnos a los ojos y nos besamos.

-Te quiero. -Susurro.

-Te quiero. -Me responde él.

 

A la mañana siguiente me despierta mi padre. Me levanto, me lavo los dientes y me pongo un conjunto gris limpio idéntico al anterior. Mis padres me dicen que tengo que pasar el antebrazo por debajo del extraño aparato que sobresale de la pared. Al hacerlo, se imprime en mi piel un horario escrito con tinta morada:

6:00- Desayuno

6:30- Escuela

12:00- Comida

12:30- Estrategia

15:00- Entrenamiento

18:00- Reflexión

19:00- Cena

20:00- Ducha

Sin poder evitarlo, suelto una risita tonta al leer que tendré que ir a la escuela dentro de una media hora.

-Mamá, ¿qué es esto? -Ella se acerca y me mira el brazo.

-Creo que está claro. Es tu horario, Less.

-Eso ya lo sé, me refiero a todo eso de Escuela, Estrategia y Entrenamiento.

-Es obvio, ¿no? Tendrás que ir a clase, os enseñarán matemáticas simples, algo de geografía, historia y poco más, es decir, lo que deberías haber aprendido en el 12. -Me lanza una mirada de reproche por haberme saltado el colegio.- Luego darás clase de Estrategia militar y acudirás a un pequeño entrenamiento. Aunque no vayas a la guerra, aquí a partir de los catorce años te consideran un soldado y te entrenarán como tal.

-Oh, genial. -Digo con sarcasmo. No me apetece nada volver a la escuela.

-Vamos, remolona. -Sentencia mi madre dándome una palmadita en la espalda.- Llegaremos tarde al desayuno.

A llegar al comedor, la mayoría de la gente está ya allí. Cogemos nuestra comida y nos reunimos con los demás en la mesa de siempre. Hoy el desayuno consta, básicamente, de un cuenco de gachas y medio panecillo duro. Lo devoro en dos minutos y vuelvo a mirar mi horario, después miro a Finnick.

-¿Qué tienes ahora?

-Clase. ¿Tú?

-¿Tú también tienes que ir a clase? Pensé que...

-Sí, bueno. Normalmente tienes que ir hasta que tengas dieciseis, pero a medida que creces, das menos horas de clases y más de entrenamiento. Yo solo doy clase hasta las diez.

-Yo tengo hasta la hora de la comida. No creo que aguante. -Se ríe.

-Vamos, te acompaño. Mi aula es la contigua a la tuya. -Salimos del comedor después de dejar las bandejas y cubiertos en su lugar correspondiente. Después, descendemos tres plantas en ascensor hasta llegar a un pasillo no muy largo, que cuenta solo con cinco puertas.- Aquí es, la tuya es la cuarta.

-¿Es obligatorio?

-¿El qué? -Me pregunta con una sonrisa encantadora.

-Entrar. No le veo necesidad, ciertamente. -Suelta una pequeña carcajada.

-Me temo que sí. -Me acerca la cara a él y me da un besito en los labios.- Que no se te haga muy largo.

-Eso espero. -Y me meto en la clase.

Al abrir la puerta, más de una veintena de cabezas se giran hacia mí, incluída la de una mujer mayor y de pelo blanco que debe ser la profesora.

-Tú debes ser la señorita Mellark.

-Sí. Llámeme Less.

-No. Coja papel y un lápiz del armario y siéntese, Mellark, y recuerde que aquí llamamos a la puerta antes de entrar. -Asiento y me dirijo al final de la clase. Mientras paso entre los pupitres, oigo los cuchicheos de mis compañeros, aunque no logro entender lo que dicen. Cojo el material necesario y me siento en el pupitre más alejado.- Pero no sea tímida, acérquese. -La profesora señala un sitio vacío en tercera fila, no de manera amable, sino más bien queriendo fastidiarme.

Durante los diez primeros minutos de clase, intento concentrarme y prestar atención a lo que dice mi profesora sobre las principales exportaciones del Distrito 13 al resto de los distritos, pero finalmente, acabo distrayéndome mirando a mis compañeros. Todos deben de tener entre trece y catorce años, y la mayoría atiende con interés a la lección, pero hay otros que se limitan a cuchichear entre ellos, algunos incluso, señalándome.

-Hola. -Me giro y me doy cuenta de que la que me ha saludado es la chica de mi izquierda. Debe tener aproximadamente mi edad, aunque es bastante más delgada que yo y un par de centímetros más alta. Tiene el pelo rubio muy largo y muy liso, recogido en una coleta, y unos ojos verde esmeralda. Me tiende la mano derecha. -Soy Angelina.

-Less. -Digo estrechándola.

-Ya sé quien eres, probablemente todo el mundo lo sepa.

-Pues no soy yo la famosa.

-Lo sé, pero tampoco deberías esperar pasar desapercibida siendo la hija de Katniss Everdeen y Peeta Mellark.

-No lo esperaba. -Angelina me dedica una blanquísima sonrisa y me veo forzada a devolvérsela.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Supongo.

-¿Qué estás haciendo aquí? Quiero decir, el 12 sigue intacto.

-Buena pregunta. Mi madre insistió en venir, piensa que aquí estarmos a salvo, pero, seamos ralistas, no hay ningún lugar seguro si los rebeldes van a por tu familia. -La sonrisa de Angelina se borra de su cara y me lanza una mirada de apoyo.

-No tenéis que preocuparos, aquí estareis bien. Si te sirve de consuelo, yo también tuve que dejar mi casa. Mi padre murió en la guerra, cuando mi madre estaba embarazada de mí, así que tuvo que criarme sola, bueno, con la ayuda de mi abuela, pero ella no está muy cuerda. -Esboza una sonrisa triste.- Por eso estoy deseando cumplir los quince, para salir ahí fuera y luchar.

-¿De dónde eres?

-Del 1. Aunque te aseguro que allí todo no es como dicen, es verdad que es un distrito más rico que el 12, pero solo porque los trabajos están muy bien pagados. Lo difícil es si no puedes trabajar, como le pasó a mi madre.

-¿Por qué no pudo trabajar?

-Como ya te he dicho, tenía que cuidarnos a mí y a mi abuela y no podía dejarnos solas. Por suerte, cuando cumplí los seis años, encontró un buen trabajo y pudimos salir adelante con eso. Supongo que tú no habrás tenido muchos problemas, ¿no?

-No. -La verdad es que me ruborizo un poco al contestar, ver que la gente lo ha pasado realmente mal mientras que a ti te sobran muchísimas de las cosas que tienes te hace sentir un poco cruel.


Por fin llega la hora de la comida y mis compañeros llevan al armario los materiales que pueden seguir utilizándose, les imito y salgo del aula con Angelina. Hemos pasado hablando gran parte de las clases y creo que hemos entablado algo parecido a una amistad. Cuando las puertas del ascensor se abren, dejan paso a un Finnick bastante sofocado y colorado.

-Finnick, ¿de dónde vienes?

-Vengo corriendo desde la sala de mando, me han sacado del entrenamiento.

-¿Por qué? ¿Pasa algo?

-Less, están pensando en mandarte a la guerra.

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